Columna de Sebastián Gómez Matus: Lovecraft, una fascinación
Cuando estaba en la universidad, estaba de moda leer el “Necronomicón” o los “Hongos de Yuggoth”. Algunos metaleros, por razones obvias, leían los “Mitos de Cthulhu”. Hace unos meses que un amigo artista de “imaginario satánico” está leyendo los “Cuentos Completos” del maestro del terror cósmico.
Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO
Autor de culto, no fue sino hasta hace unos años que comenzó una nueva lectura y consiguiente recepción del trabajo de H. P. Lovecraft. En particular a cargo del gran filósofo británico Mark Fisher, quien le dedicó un ensayo en su libro traducido como “Lo raro y lo espeluznante”.
También es interesante el ensayo que le consagró el polémico autor francés Michel Houellebecq (con prólogo de Stephen King, tal vez el heredero mainstream del oriundo de Providence).
Cuando estaba en la universidad, estaba de moda leer el “Necronomicón” o los “Hongos de Yuggoth”. Algunos metaleros, por razones obvias, leían los “Mitos de Cthulhu”. Hace unos meses que un amigo artista de “imaginario satánico” está leyendo los “Cuentos Completos” del maestro del terror cósmico. Tal vez surjan de allí algunas xilografías que ilustren su propio terror.
Los aportes de Howard Phillips Lovecraft, al cuento de terror son muy valiosos. Porque lo vinculan directamente con la ciencia ficción, señalando un puente que estaba a pedir de boca. Su obra está entre el terror y la ciencia ficción de ribetes cósmicos. De hecho, mucha de la literatura que se escribe hoy es tributaria directa del autor de “En las montañas de la locura”.
Creció en una familia burguesa venida a menos, trauma insoportable de quienes lo viven y que los vuelve una suerte de inadaptados perennes donde sea. Lovecraft, que transmitía una incomodidad física, era en el fondo un burgués desclasado que se convirtió en un gran escritor. Tuvo suerte también: varios de sus amigos escritores, para quienes trabajó como escritor fantasma en ocasiones, se encargaron de rescatar del olvido su obra. La vida de Lovecraft ha sido retratada por su biografista S.T. Joshi, que también le ha dedicado interesantes estudios literarios.
El ideal de un escritor que se precie de tal es inventar a sus propios lectores. En el caso de Lovecraft, esta máxima aireana se cumple con vigor. El efecto que genera en la gente, incluso en quienes no son lectores regulares, es hipnótico; casi que produce una suerte de culto o secta en torno a su vida y obra.
En palabras de Mark Fisher, Lovecraft produce fascinación, no horror. Esa fascinación, cuya raíz latina tiene que ver con la erección del falo, se transmite a su lectorado: Lovecraft excita. “La fascinación en Lovecraft es una forma de la jouissance lacaniana: un goce que implica lo inextricable del placer y el dolor”, escribe el británico.
Continúa Fisher: “Es la fascinación, por sobre todo lo demás, el motor de la fatalidad en las ficciones de Lovecraft. Fascinación que conduce a sus personajes literatosos a la disolución, desintegración e incluso a la degeneración que nosotros, sus lectores, siempre pasamos por alto”.
Dentro de la cultura literaria del terror, siempre se tiende a hablar casi de corrido de Lovecraft y Poe, y después de Bierce, pero hay que distinguir que son aproximaciones distintas al cuento de terror, un género fortísimo en la literatura, pero que genera fanáticos más que lectores, al menos en un plano más general de la lectura.
En palabras del propio Lovecraft, “todos mis relatos están basados en la premisa fundamental de que las leyes, intereses y emociones humanos comunes no tiene ninguna validez ni significancia en el vasto cosmos en general”. De allí que lo realmente terrorífico de la vida humana provenga de que para el universo no somos absolutamente nada. Esta sabiduría, si se quiere, es el centro de la obra de Lovecraft, lo que él mismo llamaba la “verdadera externalidad”.
Tras escribir una extensa obra, el escritor estadounidense, cuya fama de racista no le ha hecho ningún favor, murió en la pobreza a causa de un cáncer intestinal. Sin embargo, su obra ha crecido y los lectores de sus libros se vuelven cada vez más agudos. Como se ve, a veces un autor de culto tiene que ser leído en serio.
SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS
Poeta y traductor. Ha publicado “Animal muerto” (Aparte, 2021) y “Po, la constitución borrada” (facsímil digital). Entre otros, ha traducido a John Berryman, Mary Ruefle, Zachary Schomburg y Chika Sagawa. Forma parte del colectivo artístico transdisciplinar Kraken.