Columna de Sebastián Gómez Matus: Feliz cumpleaños, Karl Marx

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Por El Ágora
Actualizado el 6 de mayo de 2024 - 11:56 am

El 5 de mayo de 1818 nació Karl Marx, en Tréveris, Alemania, seguramente el pensador más influyente de los últimos doscientos años. Desplazado de toda Europa, murió el 14 de marzo de 1883, en Londres.

Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO

Filósofo excepcional (“Los filósofos hasta ahora sólo han interpretado el mundo; de lo que se trata es de transformarlo”), economista, sociólogo, historiador de origen judío (Mordecai), cultor de una prosa exquisita y socarrona, es difícil encontrar un hombre más controversial y lleno de energía a la hora de mover el mundo hacia la revolución que el alemán Karl Marx.

A menudo se habla de los “filósofos de la sospecha”, término que acuñó el hermeneuta Paul Ricoeur, y se quiere poner en un mismo escalón a Nietzsche, Marx y Freud, pero lo cierto es que el efecto mundo del pensamiento político-económico de Marx no tiene parangón, por más importante (e ineludible) que sea leer al filósofo que declaró la muerte de Dios y al psicoanalista que supo dar con la buhardilla de la psique humana. A pesar de que son muy leídos y Nietzsche sigue presente en la producción de conocimiento actual, no es menos cierto que el señor del diván ha sido criticado, sobre todo desde el feminismo, al contrario de Marx, que ha sido capaz de generar todo un campo de estudios bajo el rótulo de marxismo-feminismo. Esto confirma su vigencia y vitalidad.

Sin estar presente, sólo con su pensamiento, Marx ha dividido el mundo en dos y todo el siglo XX estuvo surcado por el cisma social que generaron sus ideas, en concreto el Partido Comunista, a partir del best-seller absoluto que es el “Manifiesto del Partido Comunista”, un panfleto ineludible para quienes quieren entender la lucha de clases y tomar parte en ella.

Escrito entre los años 1847 y 1848 junto a su amigo y mecenas, el también filósofo y sociólogo Friedrich Engels, fue publicado el 21 de febrero de 1848, en Londres, exponiendo por primera vez las bases ideológicas de lo que hoy conocemos, bien o mal, como comunismo.

Antes del cambio de milenio, en una encuesta recabada por la BBC, fue votado y reconocido a nivel mundial como “el mayor pensador del milenio”. No es exageración decir que ayer estuvo de cumpleaños el intelectual más popular de la historia de la humanidad.

Formado en la Universidad de Bonn y posteriormente en la Universidad Humboldt de la capital alemana, donde hoy se ve un renacer de la derecha nacionalista teutona, Marx fue un asiduo lector de bibliotecas y un polímata consumado, dotándolo de un conocimiento cabal de las tradiciones del pensamiento europeo.

En esa época comenzó su interés por las ideas hegelianas, en particular la dialéctica, base epistemológica del materialismo histórico. También fue una época de activa colaboración en gacetas y periódicos radicales.

Tras varios exilios y ya definitivamente instalado en París en 1843, al año siguiente Marx conoce a quien sería su amigo y colaborador de toda la vida: Engels. En el Café de la Régence, el segundo pudo exponer el interés que habían suscitado en él los textos publicados en la Gaceta Renana y en los Anales franco-alemanes. Engels acababa de publicar “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, de buena recepción por parte de Marx.

Al año siguiente, Marx publica sus famosos “Manuscritos económicos y filosóficos”, donde expone detalladamente sus ideas en torno al trabajo alienado. Después vendrían las “Tesis sobre Feuerbach”, texto que supuso una distancia radical en la elaboración de su propio pensamiento y una lejanía definitiva de las ideas de su contemporáneo.

Posteriormente, denegada su estancia en Francia y en Alemania, regresa a Bruselas con el compromiso de no publicar nada respecto de la política que campeaba en Europa. Como se ve, la prohibición y la censura, no son nada nuevo bajo este sol magro y purulento. De hecho, no sería ocioso establecer una historiografía de la censura o el pensamiento cancelado a lo largo de Occidente. En otros términos, el pensamiento siempre ha tenido detractores dispuestos a matar a los propulsores de las nuevas ideas, o bien de las ideas trascendentales actualizadas. Pensemos en Sócrates, en Al-Alhaj, en Jesús, etc.

No cabe duda de que una historia de la censura y la lapidación pública terminaría siendo una historia de la humanidad.

En este período, Marx escribe dos de sus libros fundamentales: “La ideología alemana”, donde fortalece el concepto de materialismo histórico, y “La miseria de la filosofía”, en respuesta a la “Filosofía de la miseria”, del anarquista francés Perre-Joseph Proudhon. Ambos textos fueron determinantes para la síntesis de raigambre popular que significó el “Manifiesto del Partido Comunista”, cuyo axioma principal es que el motor de la historia es la lucha de clases, que la sociedad no es sino el conflicto entre burguesía y proletariado, entre clase acumuladora y la clase obrera.

Finalmente, Marx llega en 1849 a Londres, hasta su muerte. Fue allí donde destinó todas sus fuerzas intelectuales a completar lo que sería el primer tomo de “El Capital”, el único donde podemos reconocer a cabalidad la pluma de Marx, que era un gran prosista y que, si se leyera bien, no tardarían en darse cuenta de que su estilo se encuentra en las antípodas de los académicos de hoy, cuya aridez estilística va disecando el cerebro como un terreno de monocultivo.

Marx era un escritorazo capaz de intercalar la teoría del valor con bromas que hoy serían inaceptables para los próceres de la objetividad y las normas APA. Convendría un regreso al ensayo y una huida del academicismo, lo que no incurriría necesariamente en una falta de rigor, si no más bien todo lo contrario. Se trata de una arcaica lucha epistemológica en las ciencias sociales, cada vez menos sociales y más coptada por intereses privados que imponen una agenda de lo social.

La vigencia del pensamiento de Marx da cuenta de que por más variables que se le agreguen a la lucha, como lo son las minorías de toda índole, hay una que es trascendental y que no acaba: la lucha de clases, hoy prácticamente invisibilizada por la proliferación de banderas. La vida, como se sabe, no son peces de colores.