Columna de Sebastián Gómez Matus: El Día del Trabajo en Chile es un día nulo
Por lo general, los días que conmemoran algo recaen en lo meramente representacional, y con el paso de los años, lejos del hito del cual se fundaron, ese vacío se vuelve macabro, cuando no risible.
Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ATON
“Bajo el cielo nacido tras la lluvia”, es un poema de Jorge Teillier que nos recuerda qué era la felicidad y cómo fue. Se supone que los hombres (y las mujeres) se realizan en tanto tal a través del trabajo. La noción que tenemos de realización ¿guarda relación con la felicidad? El trabajo es una institución de la humanidad que guarda estricta relación con la explotación de unos para el bien de otros. En efecto, ¿qué conmemoramos? Conmemoramos nuestra esclavitud.
Las calles de Santiago Centro vacías y los pocos locales abiertos debían estar siendo atendidos por sus dueños, según la ley. Yo mismo tengo que trabajar para el Día del Trabajador, lo que tiene sentido.
La pregunta es: ¿qué es un trabajador hoy, una trabajadora? Muchos trabajos están amenazados por la Inteligencia Artificial; sin embargo, todos los nuevos hitos tecnocráticos llegan a nosotros sin que hayamos podido cerrar procesos sociohistóricos, ni hablar de los procesos personales de las trabajadoras y trabajadores del país.
La obsolescencia laboral, es decir, la obsolescencia de las personas que no tuvieron acceso a una formación que les permita valorarse desde otro lugar en el mercado laboral, está a la vuelta de la esquina.
El caso más ridículo son las cajas semiautomáticas en los supermercados, digo “semi” porque siempre hay una persona vigilando o ayudando el malfuncionamiento de las cajas de autoservicio. Éste parece ser el concepto clave: el autoservicio supone la disminución de personal, al tiempo que en el autoservicio (como en el reciclaje) hay una falsa ilusión de autonomía, celeridad y conciencia de buen ecociudadano.
Lo mismo que las contestadoras cuando uno se quiere comunicar con alguna empresa o banco. Al parecer, lo que se quiere hacer desaparecer no es tanto el personal sino a las personas. Volver obsoletas a las personas, a trabajadoras y trabajadores. ¿Está la humanidad obsoleta?
Esto me hace pensar en algo tan evidente que alguna vez señaló Hito Steyerl en “Los condenados de la pantalla”: la gente olvida que la base del mundo virtual es material. En otras palabras, el internet inalámbrico sigue teniendo materia en su aparente inmaterialidad. Esta ilusión pone en crisis nuestra relación con el pan, con nuestro cuerpo y con todo lo que todavía se puede tocar.
Prontamente seremos reemplazados por hologramas y no tendremos que vivir, pero tendremos que seguir trabajando para personas que son reales y que profitan de nuestra vía hacia la inmaterialización, al tiempo que nos proponen como “cuerpos inmortales” (Groys), lo que nos deja en la tierra como puro gasto, o crédito.
Un trabajador no es un trabajador, sobre todo porque esto remite a un proletariado que ya no existe. Todo acto representacional es un acto vacío. Todo trabajador es un esclavo de las condiciones de producción.
SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS
Poeta y traductor. Ha publicado “Animal muerto” (Aparte, 2021) y “Po, la constitución borrada” (facsímil digital). Entre otros, ha traducido a John Berryman, Mary Ruefle, Zachary Schomburg y Chika Sagawa. Forma parte del colectivo artístico transdisciplinar Kraken.