Columna de Rodrigo Cabrillana: Fútbol y literatura

El fútbol y la literatura siempre han dialogado en el tiempo y no son pocos los escritores que han tomado el legado cultural del deporte más popular para estamparlo de forma magistral en sus diversos escritos. Desde el uruguayo Eduardo Galeano hasta el chileno José Antonio Lizana, son decenas los textos que dan cuenta de este interesante matiz que fusiona el balompié y las letras.

Por RODRIGO CABRILLANA / Foto: ARCHIVO

Desde niño tuve la fortuna de poder asistir a todo tipo de eventos deportivos siempre en compañía de mi buen padre. El torneo Orlando Guaita, la Vuelta Ciclística de Chile y hasta las clasificatorias para el mundial de fútbol que acontecían en el Estadio Nacional. Siempre eran un muy buen cumplido y un gran panorama para la curiosidad que despierta en todo niño que busca motivarse con alguna actividad en particular.

Sim embargo, no me llamaba la atención la práctica de los deportes en sí, sino las narraciones que se forjaban en torno a ellos. Y mi padre, como buen contador de historias que es, me deleitaba en cada momento con entretenidas anécdotas de los distintos partidos y certámenes a los que íbamos.

Oír sobre cómo se forjaban los torneos hexagonales u octogonales del Estadio Nacional a fines de los ’60 con el Santos de Pelé a la cabeza, me resultaba estremecedor. O simplemente escuchar el cómo jugadores de la talla mundial de Garrincha, Tostao o Rivelino atravesaban diestramente el campo de juego con el balón en los pies, haciendo literalmente todo tipo de regates con el mismo. “Magia” futbolística al más puro estilo de un Ronaldinho Gaúcho, lo que me resultaba fascinante y claro, predisponía a cualquier niño con mucha imaginación, a recrear más historias similares en su cabeza.

Y eso, precisamente es lo que me resultaba anecdótico, la ficción de la que se iba impregnando toda esa supuesta realidad deportiva. Cuánta quimera había, por ejemplo, detrás de esas historias tan legendarias y mágicas que cautivan a cualquier aficionado al deporte y al fútbol. Más cuando tienes un contador hábil de historias como lo era mi padre.

Obviamente se gestaba una fricción, entre ese plano material y la fantasía, y terminabas imaginando miles de planos más de lo que originalmente sólo era una buena crónica. Porque en el fondo, la memoria textualmente se transformaba en literatura. Y, asimismo, también se predisponía el originar los mitos, cuando la imaginación comienza a superar a la realidad.

Pero, no sería hasta años después, que comencé a darme cuenta que esas historias del fútbol también formaban parte de un importante universo literario. Que, cimentado entre biografías deportivas, crónicas, ensayos, cuentos, novelas y hasta poemas, daban cuenta de un mundo separado del real, atrayente, pero mayormente imaginado por sus autores. De hecho, me hacía la clásica pregunta: ¿es necesario hacer ficción de esto, si ya la intensidad del fútbol de por sí, incorpora asuntos como la épica deportiva con la que vibra el espíritu?

Es más, si autores clásicos como Borges o Kipling rechazaban de lleno el fútbol, porque no comprendían su funcionalidad cultural, porqué otros escritores tendrían que perpetuarlo aún en más páginas. Lo cierto, es que decenas de obras dan cuenta del tema, como, por ejemplo, el uruguayo Eduardo Galeano, que escribió y publicó en 1995: “El fútbol a sol y sombra”. Un autor que desde pequeño acudía a ver fútbol envuelto en frazadas y acompañado de su padre, donde se hizo hincha del Nacional de Uruguay. Para Galeano el fútbol es “el espejo del mundo” y según sus propias palabras, él se hacía cargo de toda realidad mundana en sus libros.

Para el escritor la realidad contaba con múltiples voces, a distintas horas del día, las que él escuchaba y las plasmaba en sus escritos para contárselo a los demás. Era algo también necesario, indispensable, imperativo, del que debía dejar una especie de registro.

El Maracanazo del 50, inspiración para Eduardo Galeano.

Igualmente, Galeano encontraba indignante que al fútbol no se le diera cabida en la documentación de la historia mundial, por lo mismo lo llevaba también a sus libros. Pero más allá de que él también fuera seguidor de un club o de una selección en particular, Galeano amaba el buen juego futbolístico, el que aplaudía a destajo, aunque fuera del clásico rival.

Pero también el escritor uruguayo daba crédito a los hitos de los mundiales que igualmente involucraba la historia y la cultura de su nación. Como, por ejemplo, el Maracanazo del ’50, donde Uruguay derrotó magistralmente en la final a la favorita de ese torneo mundial, Brasil.

Galeano rememora la transmisión radial de ese partido y el cómo Montevideo explotó de fervor y alegría colectiva tras ese partido elemental. Para la anécdota, Galeano narra que él siendo muy católico, durante el desarrollo del partido se inclinó en promesas al creador si Uruguay salía victorioso. Lo que le resultó y funcionó en su pensamiento religioso, como niño creyente en los milagros tras sufrir el primer embate con el gol de los brasucas a los cuarenta y ocho minutos de juego…

Por lo mismo, podemos concluir que el fútbol es pasión de multitudes y traspasa todo tipo de clases sociales y todo convencionalismo terrenal. Su trasfondo cultural es mucho más poderoso que cualquier prejuicio personal. Por esa razón, es que también otros autores latinoamericanos al igual que Galeano, como Roberto Fontanarrosa, Eduardo Sacheri, Juan Villoro, Mario Benedetti, Nicanor Parra, Roberto Bolaño, Erick Pohlhammer, Juan Cristóbal Guarello y hasta José Antonio Lizana también se han aventurado en incorporar la cultura del fútbol en sus obras. Ya sea desde la narrativa imaginada, la poesía u otro género en sí mismo.

Porque, como vemos, los escritores no se hacen problema en llevar también este frenesí deportivo y social a la buena literatura. Conjugando solamente la maestría de la palabra bien escrita o bien dicha o contada, como alguna vez me lo enseñó casualmente e inconscientemente con sus historias sobre estadios, mi padre…

La ficción supera la realidad muchas veces, y un libro sobre fútbol bien escrito, siempre será un gol de media cancha para cualquier lector amante también del deporte. Aunque nunca haya pisado una cancha ni tocado un balón. Los lugares comunes aquí están erradicados… El balompié puede experimentarse también por medio de las letras.

RODRIGO CABRILLANA

(Santiago, 1978), es profesor con un magíster en Literatura (Usach) y escritor de crónica musical. Ha publicado diversos libros sobre música chilena y actualmente graba y produce, en conjunto con la radio del Centro Cultural de España en Santiago, el podcast “Noches de Rock & Roll”, basado en la cultura musical de Concepción.