Columna de Pablo Figueroa: “Anora” y una historia de amor
“Anora” es una película estadounidense dirigida por Sean Baker y protagonizada por Mikey Madison. La trama sigue el viaje de una stripper entre Nueva York y Las Vegas. La película se estrenó en el Festival de Cine de Cannes donde obtuvo elogios por los miembros del jurado y fue galardonada con la Palma de Oro.

Debo reconocer que me he tomado mi tiempo para comenzar a llevar al teclado esta columna. Ya el público cautivo del cine en 2024 leyó las críticas sobre «Anora» y en este momento esas personas deben estar entre quienes tienen ganas de ir a verla y los que están recomendando esta trama, que sigue el viaje de una stripper que se casa con el hijo de un oligarca ruso.
A primeras suena a película de acción e intrigas. Pero no es más que una historia de amor abordada con la responsabilidad que debería ser el desde en los tiempos actuales.
La película es universal. Su argumento es tan básico como el de una teleserie, una novela o cualquier ficción exitosa del último siglo. Una pareja improbable en donde el amor les enseña que no hay barrera cuando «el corazón manda en vez de la razón». ¿Qué tiene qué ver por ejemplo las historias de los dos personajes de «Amores de Mercado» con los de «Anora»? Mucho.
Un amor imposible
El amor se representa con ejemplos de satisfacción y en nuestra cultura, el motor del modelo económico es la insatisfacción. El amor ha pasado de visto en el desarrollo de emociones humanas que motivan a la aventura, mientras el modelo nos convence que el camino al bienestar es el poder.
“Anora” es la historia de amor imposible, cuando el hijo de un mafioso se enamora de una prostituta y tras entregarse ambos a una relación que les demuestra por un lapso, las razones del porqué este sentimiento es el motor de nuestra existencia, para luego tener que hacerse cargo de ello. “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
El espectador no es ajeno
Aquí es donde la película es una tarea para espectador. Nos recuerda el porqué estamos en una butaca frente a ella: el cine consiste en representar las realidades que tenemos que vivir como también poner en una pantalla el mundo que imaginamos en secreto. Ha sido esencial para que el ser humano comparta el privilegio qué tiene de poder reflexionar.
Les habla por igual a quienes sienten que el prototipo de hombre exitoso debe salir de noche a fiestas consagrando el rito machista con una infidelidad, debido a que él se siente poderoso, como también a quienes ven otra cosa: el que deja a su mujer en casa por miedo a que ella encuentre algo mejor.
En “sólo un sueño” Sam Mendes nos decía que una mujer tiene el poder de herir incluso al hombre más poderoso en donde más duele: la intimidad.
Dos formas de poder
Volviendo a la película, Sean Becker presenta estos dos arquetipos de poder. Lo fascinante es que la película es consciente que en 2024 para trascender debe ser una obra con un mensaje entregado en forma y fondo. La película deja los juicios al espectador, mientras expone de la manera más simple las cosas que son simples. La profundidad de la conexión humana aún no logra encontrar en el lenguaje la forma de expresarlo con certeza. Es personal y único. Van a pasar siglos y mientras seamos humanos eso no debería cambiar.
Esos espacios desconocidos nos traen los contrastes que hacen maravillosa esta película. Los personajes son desde grandiosos hasta entrañables. Nunca se olvida la certeza que las cosas importan.
Las respuestas desde la butaca
Los clichés se sienten más que utilitarios, como una forma de darle universalidad a un relato que busca llegar a la mayor cantidad de gente posible. La obra entiende que no puede decirte en pantalla lo que no se hizo detrás de ella.
Pasa por varios géneros, hay conflictos en los que uno está más cerca de asumir que un personaje más que ser alguien consciente de dañar a otro, es un ejemplo de asumir que la experiencia de vida es vital para entender el comportamiento de una persona. Somos contrastes y nos estamos encaminando a ser arquetipos simplistas ante una sociedad que le frustra más no encajar en su entorno que no por encontrarse a si mismo. La ignorancia no libera de la culpa de hacer daño. Así como la experiencia debe estar presente en la vida privada como la pública.
Un mensaje positivo
“Anora” tiene un mensaje entrañable y positivo. La protagonista nunca olvida su humanidad, mientras los hombres siguen ensimismados en el miedo que les prohíbe conocerse, aquí la mujer defiende el valor de darse cuenta que ella sabe que, pese a que la vida la moldeó a costa de golpes, también le otorgó la oportunidad de ser feliz. Una gran forma de recordarnos que vivir es estar conscientes que estamos vivos. Al igual que el “Peyuco” de “Amores de Mercado”, la protagonista de “Anora” hace que nos sea imposible olvidarla al salir de la sala de cine.
Es cine, es cariño, es corazón, es una posibilidad de ver una realidad que no conocíamos. Gracias cine, gracias “Anora” por ser una carta de amor en un mundo tan confundido.