Columna de Miguel Ángel San Martín: No concibo un solo Día de los Enamorados

Querer y amar, dos conceptos que para muchos suelen ser parecidos, pero que, en realidad, implican sentimientos muy diferentes. He aquí un ejercicio sobre el tema, partiendo de la base que todos los días del año deben ser día de los enamorados.

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Por Miguel Ángel San Martín, desde España
Actualizado el 14 de febrero de 2025 - 3:10 pm

El amor es una cuestión de todos los días / Foto: ARCHIVO

Escribí esto hace muchos años, pero estoy convencido de su absoluta vigencia. No concibo un sólo Día de los Enamorados, porque considero que, cuando uno se enamora, es para todos los días del año, sin exclusiones.

Por eso, no escribo sobre este día, tan especialmente preparado por comerciantes y empresarios. Sino que me aprovecho del momento especial que han sabido inventar, que nos envuelve a todos, para hablar sobre el querer y el amar. Porque soy un convencido de que no es lo mismo querer que amar.

El querer

El querer lo entiendo como una manifestación controlada del sentimiento. Como una forma de entregar afectos y cariños, esperando respuestas similares. Se puede querer a una mujer o a un hombre, como pareja estable y tranquila. Pero también se puede hacer lo mismo a los padres o a los hijos. Porque es entregar afectos profundos a una persona amiga, a una bandera o a un símbolo religioso.

Igualmente a un objeto que nos trae algún recuerdo imborrable, a una fotografía o a una situación determinada que se nos quedó marcada en un momento preciso.

En definitiva, queremos y nos quieren.

El amar

El amar, es algo más. Es entregarse sin condiciones, en todo orden y lugar. Con alma y corazón, con bríos y paciencias, con entusiasmos y con calmas. Sin medidas ni reticencias, sin márgenes ni ocultamientos. En el día y en la noche, en los sueños y en las miradas. En las sonrisas y en las tristezas. En las buenas y en las malas.

Amar es encontrarse con la persona que te hace vibrar con una palabra o una mirada, con una sonrisa o con un silencio. Persona que se aparece sin buscarla. Si buscas a la pareja perfecta, puedes pasarte la vida sin encontrarla.

Tienes que acercar tu corazón al de aquella persona de tal forma que los latidos se acompasen, los susurros se pronuncien del mismo modo y con contenidos similares. Si alejas tu corazón, se enfría el sentimiento, afloran las diferencias y se alza la voz.

Amar es saber marcar esas diferencias y saber analizarlas con la grandeza de los sentimientos puros, aclarando con voz calma los conceptos y dando rienda suelta después a las pasiones comunes. Si no sabes discutir, es que no hay amor. Y si no discutes, es que hay condicionantes que entraban la confianza absoluta.

Ama con los ojos abiertos

Porque así verás los defectos de la otra persona y también los amarás como parte del bello paisaje humano que tienes enfrente. Y si con los ojos ves el placer que está frente a ti, es que has sabido acercar tu corazón al centro de la esperanza y de la vida en común. Y eso es magia. Magia de la pareja con secretos y con verdades, con certezas y tolerancias. Con carcajadas con o sin razón, con silencios de profundas sensaciones.

Se trata, en definitiva, de construir amores maduros, graníticos, sin mitos y con la incondicionalidad del despertar abrazados, construyendo proyecciones que van más allá del uno o del otro, con las voces que se escucharán después, en el futuro.

Y recuerda que es poco sólo un día para el amor verdadero. Si quieres ser verdaderamente feliz, decide dedicar toda la vida a amar.