Columna de Leonardo Véliz: Nunca es tarde
Ayer los integrantes del recordado equipo albo Colo Colo 73 -lo escribo de esta forma, pues así quedó en las páginas gloriosas de nuestro futbol nacional y en el corazón de los chilenos- fuimos homenajeados en la Cámara de Diputados del Congreso Nacional.
Por LEONARDO VÉLIZ / Foto: TWITTER (X)
El significado trascendente no es rememorar el segundo lugar en esa infausta y usurpada Copa Libertadores de 1973, sino reconocer el tremendo valor que representó en una sociedad quebrantada políticamente. Un país polarizado hasta la médula, un cuerpo que gozaba de un espíritu republicano saludable, comenzaba a balbucear.
Con el orgullo de practicar el voto universal, llegaba a la casa de Gobierno un presidente socialista: Salvador Allende.
Hasta que desplomaron fuego desde los aires y sepultaron la república. Desde esos estruendos con la bandera en llamas, vino el delirio, la persecución y la muerte.
En esos momentos, una camiseta alba fue el bálsamo de tanta desdicha. Por el solo expediente de jugar bien al fútbol y entregar alegrías con resonantes triunfos internacionales, la gente, su pueblo, los humildes y sencillos bebían lo dulce de un equipo ganador, cómplice del espectáculo en buena lid.
La significancia social de este deporte no tiene límites. Allí, en sus espacios abiertos de los estadios de fútbol, comenzó a manifestarse la repulsa de tanto horror. En las calles, la ley era relegada vomitando plomo.
Entre nosotros, testigos directos de estos sinsabores, también surgían divisiones imperceptibles. Como en un equipo de fútbol, unos jugaban por la derecha a hurtadillas, otros por el centro con disimulo o a la izquierda abiertamente. Nunca en el camarín se impuso la preferencia de un bando u otro. La ignorancia, indiferencia y silencio eran escudos para no entrometerse en luchas ideológicas. En ese laboratorio social, éramos una sociedad democrática tolerante y lo reafirmo: faltaba educación cívica.
Se evitaba hablar del tema y en eso fuimos inteligentes. Prevalecía el orgullo de defender unidos la camiseta alba y nada más. Fuimos pocos los que nos identificamos a rostro descubierto con la Unidad Popular sin practicar el proselitismo político.
La dictadura con Pinochet recibió sugerencias de no tocar ni con un pétalo de una flor el fútbol. Era antipopular para sus siniestros fines. El fútbol de ser una alegría del pueblo, lo transformaron en un narcótico para adormecer las causas justas y acallar las luchas sociales.
Fuimos agasajados y reconocidos en la Cámara de Diputados en pleno Congreso Nacional. Tal como lo fueron antes los mundialistas del 62 y la sub 17 del `93. Tres instancias históricas donde el país superó un terremoto, sufrió la irrupción de una dictadura salvaje y vivió la recuperación de la democracia. Con orgullo puedo decir, estuve en dos de esas instancias.
Palabras de la diputada Marisela Santibáñez en el hemiciclo del congreso: “Era Chile en 1973, un año que no sabíamos lo doloroso y sangriento que podía llegar a ser, era doloroso de Arica a Magallanes. Sólo una cosa pudo unir y alegrar a un país entero, y no fue una autoridad militar ni autoridad política, fue un equipo de fútbol llamado Colo Colo, dirigido por el “Zorro” Álamos y un equipo humano lleno de emblemáticos que hoy nos acompañan en la tribuna. Durante varias semanas Colo Colo no fue sólo un equipo de fútbol, se convirtió en la esperanza de un pueblo, de un país, y cuando jugaba no existían las camisetas, no existían los uniformes ni partidos políticos ni grupos de choque. Todo el país se ponía una camiseta blanca, la camiseta de Colo Colo”.
Hay una similitud irrefutable: a Salvador Allende le abortaron con violencia terminar con su Gobierno; a Colo Colo le usurparon asquerosamente levantar la Copa Libertadores.
La historia la hacen los pueblos.