Columna de Lautaro Guerrero: ¿En qué momento pasamos de ser simples vivarachos a sinvergüenzas y caraduras?
Históricamente, siempre fuimos avispados, pillines y ventajeros. Ostentábamos de que “no se nos iba ni una”. Sólo que el país se maleó tanto, que hoy ese personaje, propio de la picaresca española del siglo XVI, derivó en un tipo deleznable que, multiplicado por millones, hasta elige a un ladrón de banco para Presidente.
Por LAUTARO GUERRERO / Foto: ARCHIVO ATON
Los chilenos fuimos siempre distinguidos como vivarachos. Porque lo éramos y ello era incluso percibido, a nivel internacional, por nuestros vecinos. Y cuidado, que no me estoy refiriendo a los pungas y carteristas que nos hicieron tristemente reconocidos en el mundo. Cuando hablo de vivarachos no le pongo al concepto ninguna connotación negativa. Apunto más bien a esa característica nuestra de la salida ocurrente, a sobrevivir en cualquier país y en cualquier circunstancia y a sacar pequeñas ventajas aprovechándonos de los giles, como saltarnos una larga fila, por ejemplo, recurriendo a cualquier artilugio o barreta.
El problema es que de inocuos vivarachos pasamos a caraduras, con patente y todo, y casi sin transición, lo que es doblemente curioso en un país que vive en una transición permanente. Dicho de una vez y claramente: nos convertimos en una raza detestable, plagada de sinvergüenzas. Y, lo que es incluso peor, es que los sinvergüenzas, en sus deleznables actos y dichos, ni siquiera se ponen colorados.
Parto con el ejemplo de Panchito Leturia, cuyo apellido me lleva a recordar instantáneamente ese acto hitleriano de Chacarillas, cuando 77 zopencos fueron a rendirle pleitesía a un dictador rasca y patán, portando las consabidas antorchas.
Leturia, que preside en el país el Consejo para la Transparencia, se pegó un viajecito a Marruecos sin informarle a nadie y graciosamente se gastó dos milloncitos, platita de papá Fisco. Denunciado por Ciper Chile, el bueno de Panchito hasta el día de hoy sigue callampín bombín. Es decir, sin desmentir nada. Sin siquiera intentar una explicación para su frescura. Si éste es quien debe controlar la transparencia en este país, Dios nos pille confesados, como decía mi pía y sabia abuelita.
Hernán Larraín es otro caso. No cualquier caso. Ocurre que en el segundo gobierno de Piñera quedó a cargo del Ministerio de Justicia, que desde hace varios años lleva como apellido “y de Derechos Humanos”. ¡Cáchense esa…! Uno de los principales amigotes del pedófilo Paul Schaefer, alcahuete permanente de Villa Baviera, también conocida como Colonia Dignidad, a cargo de la justicia en Chile. De la justicia y los derechos humanos, esos que se violaron permanentemente en ese enclave nazi durante la dictadura mientras Hernancito se hacía el de las chacras, miraba para el cielo cuando le contaban de las torturas y hasta tenía la desfachatez de defenderlos y alcahuetearlos como parlamentario.
La doctora Cordero es otra que bien baila. Sin que se le moviera un músculo de la cara denunció como corrupto al alcalde de Colchane, olvidando que ella figuraba en los primeros lugares del poco honroso ranking de los corruptos de este país, desde el momento que, por 30 o 40 lucas, fue sorprendida por una cámara de televisión oculta vendiendo licencias médicas a cuanto flojonazo llegara a requerir sus servicios profesionales como siquiatra. ¿Con qué cara, doctora? ¿Con qué autoridad moral?
No puede faltar, en esta reseña, Iván Moreira, senador de la UDI que pontifica casi a diario por televisión y cuanto micrófono se le ponga por delante. Hace un par de días, nada más, le escuché una más de sus frases para el bronce: “El día que Gabriel Boric anule los indultos, nosotros (o sea, la UDI, RN y a lo mejor Evopoli), volvemos de inmediato a la Mesa de Seguridad”. ¡Pero qué te has creído, Moreira…! Primero, que Boric y su tropa de asopados, con ustedes o sin ustedes, algo tienen que hacer para detener, o al menos aminorar, la delincuencia masiva y desatada que hoy agobia a todos. Segundo, que cuando se habla de delincuentes hay que tratar de no escupir para el cielo poh, Moreira. ¿O ya se te olvidó que, como casi todo el espectro político, tú también le pusiste la mano como poruña a Penta para financiar tu campaña? ¿Olvidaste que incluso caíste en la rasquería esa de pedir, por último, el raspado de la olla?
A la hora de discutir y aprobar leyes, ¿qué independencia pudiste tener tú y toda esa manga de caraduras que te acompañan en el ”hemiciclo”, como dicen los siúticos? ¿Explica eso que la Ley de Pesca, absolutamente corrupta, siga vivita y coleando, como si nada?
En fin, que en lugar de los vivarachos de antes hoy nos llenamos de sinvergüenzas y caraduras. Fíjense no más en los milicos con charreteras, convertidos en vulgares gatos de campo. Igual que los pacos y los tiras. Fíjense, también, en los malandrines que hoy están transformados en los dueños del fútbol chileno. Se ríen a mandíbula batiente de la FIFA, respecto de los “representantes” y, cual enclave dentro del país, llegan a apretarse la guata de la risa cuando firman contratos millonarios con casas de apuestas, consideradas ilegales por nuestro ordenamiento jurídico y nuestros “honorables” parlamentarios.
¿Quién los para? ¿Quién les hace ver que este país, a pesar de todo, sigue siendo serio y decente?
Nadie. A lo mejor porque, respecto de los delincuentes de todas las raleas, de los caraduras de todos los colores, terminamos por rendirnos y levantar las manos.
Recuerden nomás a Girardi, hablando de que una lista única del “socialismo democrático” que él dice encarnar, aliada con los partidos gobiernistas para ese sainete constitucional que el Congreso está armando, sería algo así como “la lista del indulto”. Por suerte, Guido, Teillier te salió al paso, respondiéndote que, si esa lista sería “la del indulto”, la tuya, es decir, socialistas, radicales, pepedés y uno que otro decé, sería la “lista de Soquimich”. ¿Cómo te quedó el ojo, Girardi?
Hablando de sinvergüenzas y caraduras, no crean que me olvidé del inefable Pepe Auth. No podría, por más empeño que pusiera. Y es que, cuando Boric y Jackson, debutantes como diputados, propusieron que todos los parlamentarios debían rebajarse a la mitad la obscena dieta que mes a mes reciben, la respuesta tuya rompió todos los moldes de la frescura. Si siquiera sonrojarte, dijiste que “yo soy separado, y tengo que preocuparme de dos casas”.
¡Cáchate esa, Pepe Auth…! ¡El Estado de Chile tenía que financiarte tu metida de pata…!
Pero esta vez no pienso hacerte famoso. Desapareciste de la escena, y en buena hora.
Se jodió este país, muchachos. Se jodió desde el momento que pasamos de simples vivarachos, que a lo más dejábamos picado a uno más gil, a un país donde los sinvergüenzas y caraduras hacen nata. Y tan maleado a estas alturas está, que esos millones ni siquiera dudan ni les da vergüenza elegir para Presidente a un ladrón de banco, por ejemplo.