Columna de Isaac Givovich: Acá, ser hombre, padre y separado parece un delito
Si bien es importante condenar cualquier forma de violencia de género y, sobre todo, el maltrato o abuso infantil, también es crucial abordar las injusticias que enfrentan los padres en el proceso de separación y custodia.
Lamentablemente, ser hombre en Chile parece haberse convertido en un delito, ya que el sistema de justicia le niega sus derechos fundamentales y los aleja de sus hijos. Esta situación perjudica tanto a los padres como a los niños involucrados. Es necesario analizar las estadísticas, los plazos procesales desequilibrados, los abogados inescrupulosos, los psicólogos corruptos y el impacto del neofeminismo en este contexto.
La discriminación hacia los padres separados en Chile se manifiesta de diversas formas en el sistema de justicia familiar. Además de las denuncias de violencia de género, que en un preocupante 78% resultan ser falsas (fuente: Poder Judicial), existen otros elementos que perpetúan las distorsiones.
Por un lado, los plazos procesales son impertinentes, ya que los padres pueden enfrentar audiencias de garantía hasta 100 días después de realizar una denuncia, mientras que las madres experimentan un proceso más ágil, con audiencias programadas tan solo 5 días después de la denuncia. Esta diferencia temporal refuerza la discriminación y dificulta la defensa de los derechos de los padres, dejándolos en desventaja desde el principio.
Además, la presencia de abogados inescrupulosos agrava aún más la situación. Estos profesionales pueden presentar información falsa o distorsionada, obstruir el proceso judicial y prolongar innecesariamente los plazos, todo con el objetivo de favorecer a su cliente y perjudicar a la contraparte. La falta de ética profesional y la búsqueda del beneficio propio en detrimento de los derechos de los padres y el bienestar de los niños son inaceptables y merecen una condena contundente.
Asimismo, es necesario abordar la problemática de los psicólogos corruptos, quienes perpetúan la manipulación y el daño emocional a los hijos en el contexto de la separación y custodia. A través de prácticas como la «inoculación polarizante», estos profesionales influyen en los niños para que desarrollen sentimientos negativos hacia uno de sus padres. Una práctica que perjudica tanto a los padres afectados como a los niños, quienes ven restringido su derecho fundamental de tener una relación significativa con ambos progenitores.
Es importante destacar que la lucha por la equidad y la justicia no implica generalizar o estigmatizar a ninguna de las partes involucradas. Mientras condenamos a los hombres cobardes que ejercen violencia contra las mujeres, también debemos reconocer que algunas de ellas utilizan a los hijos y a sus derechos para dañar a los padres por odio o venganza.
El neofeminismo canibalista, que promueve una visión extremadamente radical y divisoria del feminismo, no contribuye a la búsqueda de soluciones justas y equitativas. En lugar de fomentar la igualdad de género, este enfoque genera un ambiente de confrontación y hostilidad, lo que perjudica a todas las partes involucradas, incluyendo a los padres y a los niños, sin importar sus derechos, como lo está proponiendo la actual ministra de la Mujer (Antonia Orellana es partidaria de suspender la relación del padre con sus hijos, inmediatamente después de una denuncia de violencia contra una mujer).
La discriminación sistemática hacia los padres separados en el sistema de justicia familiar en Chile es una realidad que no puede ser ignorada, como también alejarse del neofeminismo ya descrito, y promover un enfoque que busque el diálogo, la igualdad de género y el bienestar de los niños.
Reconocer que ser hombre no es un delito, sino que todos los individuos tienen derechos y responsabilidades en el proceso de separación y de custodia, lo que resulta esencial para construir una sociedad más justa y equitativa. La protección de los derechos de los niños debe ser una prioridad absoluta, garantizando un ambiente seguro y saludable en el que puedan desarrollarse plenamente y mantener relaciones significativas con ambos progenitores.
Solo así podremos superar la discriminación y construir un sistema de justicia familiar verdaderamente equitativo.