Columna de Gerardo Silva: Segunda división, otra vez en crisis

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Por Gerardo Silva
Actualizado el 23 de diciembre de 2023 - 10:30 am

En sus 13 años, la categoría ha sido ninguneada, y ahora parece surgir la idea de que deje de ser profesional. Creo que, por el contrario, debería ser ampliada y potenciada.

Por GERARDO SILVA / Foto: ARCHIVO

La segunda división del fútbol profesional chileno una vez más está en serias dificultades. Hemos sido testigos de que esta categoría a través de sus 13 años ha sido sistemáticamente despreciada, aunque es la categoría de bronce del fútbol chileno.

Lastimosamente sus propios creadores ya no la quieren y en más de alguna oportunidad han demostrado estar arrepentidos de haberla creado. Cuando se dio vida a esta categoría en el seno de la ANFP, fui sencillamente el más feliz (“por fin abrieron los ojos”, me dije), qué bien que nivelemos hacia arriba y profesionalicemos a la mayor cantidad de clubes amateurs que existen en el país, y que representan a ciudades importantes.

Maravilloso, genial: vamos a tener por fin una categoría de transición que le permita al futbolista chileno terminar de madurar para alcanzar los mejores niveles competitivos; sin embargo, ninguna de las 13 temporadas ha tenido un normal funcionamiento. Si no es una cosa, es otra.

Generalmente la competencia continúa en el tribunal de disciplina de la ANFP, porque la segunda división no es un hijo natural del principal organismo del fútbol profesional, sino más bien un hijo adoptado.

Tenía virtudes que saltaban a la vista, por sus bondades podía ser un real aporte a la familia del fútbol, y así fue como se concibió e hizo su debut en 2012, con una mixtura de equipos invitados para quedarse y otros que participaron como filiales de los clubes profesionales para darle cuerpo a la competencia. A los nuevos integrantes se les exigen los mismos deberes que a los dos hijos naturales, pero de derechos, nada o muy poco aún.

Así, la segunda división ha intentado año tras año mejorar su competencia con el sueño de todos sus participantes para alcanzar un lugar en el grupo selecto de los 32 que gozan de los beneficios del balompié nacional… y así han pasado los años, las temporadas, los torneos y el hijo adoptivo sigue sin conseguir siquiera migajas de privilegios y debe soportar desprecios e indiferencias.

Los 32 toman decisiones y le imponen un fixture para que desarrollen su competencia como mejor puedan. Lo único verdaderamente importante es que terminada la temporada haya un campeón para ofrecerle un sillón con su respectivo micrófono. Recién ahí, tímidamente, un club de la segunda división tiene la oportunidad de participar e interactuar con los que toman decisiones.

Realizando una profunda y minuciosa reflexión, estoy seguro de que se han equivocado de manera grosera con la tercera categoría de nuestro fútbol. Hace muy pocos días se rumoreaba la moción de llevar a todos los equipos de esta categoría para que ANFA, con sus estatutos, les organizara el torneo, e inmediatamente surge la interrogante: ¿Dejará de ser la segunda división una categoría profesional?

De acuerdo con los estatutos, la ANFA tiene prohibido celebrar contratos profesionales, de manera que no hay ninguna duda de que los futbolistas perderían su condición de profesionales del fútbol. Por esa sola razón, el Sindicato de Futbolistas Profesionales (SIFUP) no estaría dispuesto a aceptar una medida de estas características.

¿La segunda división es un problema para la ANFP? Al parecer, sí. Genera muchas dificultades, muchos reclamos, demasiadas faltas a la disciplina, incumplimientos reiterados, siempre da mucho que hablar y muchas veces supera las bondades del fútbol que ofrece, todo esto debido al poco interés que existe de parte de nuestro organismo rector hacia la categoría de bronce.

Considero que la segunda división debiera ser tomada en serio y entender el gran beneficio que le puede generar al fútbol chileno; es más, creo que la segunda división es el verdadero camino para el resurgimiento de nuestro fútbol, para recuperar identidad.

Es el peldaño perfecto para que las nuevas generaciones sigan escalando y no caigan en el precipicio. En esa categoría debiera haber 32 clubes que ofrezcan garantías y que tengan la capacidad de trabajar con el fútbol joven, divididos en dos zonas (sur y norte), donde los 16 clubes de Primera y los 16 de Primera B tengan la oportunidad de realizar alianzas estratégicas para ceder a sus mejores jugadores jóvenes y ofrecerles el crecimiento y la madurez futbolística que necesitan.

Sería un torneo atractivo, con ascenso directo e indirecto, mecanismo apropiado para resolver de manera definitiva el tan manoseado recambio generacional. Si a esto le agregamos fútbol joven, sumaríamos 64 equipos con divisiones menores desarrollando un gran trabajo formativo con cuerpos técnicos multidisciplinarios que nos permitan masificar el fútbol infantil y juvenil.

Así, y subrayo, podríamos ¡masificar! Para que tengamos un abanico más amplio de posibilidades para realizar nuestro proceso selectivo. Por eso creo que la división no hay que eliminarla, sino que potenciarla y ampliarla, haciendo además un guiño al INAF (Instituto Nacional del Fútbol) para que sean 32 técnicos nacionales los que dirijan los destinos deportivos de la categoría.

Así, a lo largo y ancho de este país podría haber procesos formativos masivos que favorezcan el selectivo, para aseguramos de que el crecimiento económico de las instituciones incremente el crecimiento social y competitivo de nuestro fútbol.

De esta forma, nuestros principales debates dejarían de ser cuántos extranjeros podemos habilitar para nuestro fútbol profesional, porque habrá materia prima de sobra para abastecer a nuestros principales equipos representantes a nivel internacional.

¿No será mejor disminuir el número extranjeros para que los clubes se esfuercen en traer a los mejores exponentes y fortalecer el nivel competitivo de nuestro alicaído torneo? Que nuestros jóvenes talentos tengan en sus clubes a verdaderos referentes del nivel sudamericano. De esta manera, nuestro fútbol cambiaría cantidad por calidad.

No soy economista ni representante de nada ni de nadie, solo soy un romántico defensor del fútbol y un real convencido que en la masificación está el secreto del éxito.