Columna de Claudio Gudmani: Literatura, malos hábitos y mediocridad futbolística

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Por Claudio Gudmani
Actualizado el 18 de marzo de 2023 - 8:37 am

“La literatura es una lectura del mundo”
Jorge Edwards (1931 – 2023)

Por CLAUDIO GUDMANI

En el momento que escribo esta columna de opinión, más bien dicho de reflexión, acaba de morir Jorge Edwards, escritor e intelectual chileno, crítico literario, diplomático, ganador del Premio Nacional de Literatura (1994) y del destacado premio Cervantes (1999). Un hombre controversial por su independencia intelectual, tanto así que ejerció labores diplomáticas en el gobierno de Salvador Allende, primero en La Habana, donde fue crítico de lo que se vivía en la isla (algo que plasmó en su obra “Persona non grata”, que le valió ser censurado tanto en Cuba, como en Chile). Allende decidió tras eso mandarlo a Francia, bajo las órdenes del mismísimo Pablo Neruda, embajador en esa época del gobierno socialista en Paris. Tras el golpe cívico-militar, Edwards tuvo que exiliarse en Barcelona, dejando su carrera diplomática en suspenso, dedicándose al periodismo y a su gran pasión, la literatura.

Su primer libro, antes de todo esto, fue la novela “El peso de la noche” (1965) en que ya vislumbraba la decadencia de la clase media chilena, a través de la familia protagonista. Otra de sus novelas destacadas fue “Los convidados de piedra” (1973), que también desnuda las causas, circunstancias y consecuencias del gobierno de Allende y del golpe militar de ese año, que sufrió el país, dejándonos divididos en un limbo de carencias y dolencias profundas.

En esta obra, nuevamente se destacó por su carácter crítico de la sociedad chilena en toda su amplitud. Curiosamente, su independencia y altura de miras como intelectual, hizo que retomará su carrera diplomática, recuperada la democracia, bajo el gobierno de Frei Ruiz Tagle y luego bajo el primer gobierno de Piñera, cosa que alguien podría criticar como contradictorio, pero que refleja su inmensa convicción de aportarle al país desde sus virtudes como pensador democrático. Finalmente, sus último años los dedicó nuevamente a la creación y crítica literaria, destacando por su amistad de años con grandes escritores como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa.

¿Qué tiene que ver todo esto con el fútbol chileno?

Sin querer parecer una “persona non grata” para el medio futbolístico nacional, ni para muchos comentaristas y periodistas, que parecen haberse dejado atrapar por el chismerío, las polémicas y los intereses externos de la cancha, creo que el espectáculo y la calidad de juego de nuestro campeonato se ha deteriorado como si le cayera “el peso de la noche” encima. Nuestros jugadores y técnicos, los trabajadores del fútbol, muestran decadencia, poca autoestima, y se conforman con ganar “puntitos”, olvidándose que hay un público que paga por ver. He visto actitudes y malos hábitos en cancha que dan pena, y que sin duda, no nos permite el desarrollo hacia la alta competencia.

Vamos ejemplificando: ante el más mínimo roce, nos caemos y exageramos para ver si conseguimos una tarjeta, ojalá roja, para nuestros rivales de turno, que además son colegas de profesión; también, si vamos ganando, la orden es perder tiempo, y con ellos se les enseña a los jugadores cadetes que hacen de pasapelotas, el horrible hábito de “perderlas”, incluso si con eso provocan a los rivales a salirse de madre. Para qué decir los reclamos al árbitro, desde el minuto uno, por cosas tan mínimas como un lateral o cuando nos cobran un falta obvia y descarada, rodear a la autoridad con gestos y conversaciones ampulosas, a ver si lo confundimos con el cobro, con total desfachatez. O sea, pego y me enojo al mismo tiempo. Así estamos llenos de víctimas y victimarios de las injusticias futbolísticas, que luego servirán para justificarlo todo, especialmente las derrotas y malos desempeños.

Vayamos a cosas más técnicas, nuestros jugadores se han acostumbrado, malamente, a jugar atrás. Se creen modernos porque juegan con el arquero, para salir de atrás con pelota controlada, sin tener criterio y, muchas veces, poca técnica para hacerlo. Así se han generado un montón de goles en contra en el último tiempo. Aquí, la tozudez es también de los entrenadores, que creen que esa es la única forma de jugar, porque en Europa lo hacen, con canchas buenas, pero incluso allá igual se equivocan. Para qué entrar en este último punto. Nuestras canchas simplemente son potreros, poco cuidadas, usadas para todo tipo de eventos, en que el fútbol parece ser la última prioridad. Esta vez la culpa es de los dirigentes, de los negocios, de los recursos mal usados, finalmente porque la mayoría de las canchas no le pertenecen ni a los clubes ni al fútbol. Son municipales y dependen de alcaldes que cada vez quieren menos este triste espectáculo, porque acarrea malos hábitos del entorno futbolero. Dirán que pagan justos por pecadores, que la mayoría de los hinchas quiere ver fútbol, pero yo observo que estos fanáticos del canto “tribunero”, quieren ser primeras figuras, tener poder y poner otros intereses sociales y políticos en la palestra. A veces, ni siquiera eso y sus motivaciones son simplemente delictuales.

Jorge Edwards dijo que “la literatura es la lectura del mundo”, y lo que yo leo en nuestra sociedad, semana tras semana, tanto en las canchas como fuera de ellas, es que vivimos en un mundo violento, ventajero, mezquino y con bastantes pocos talentos que rescatar en medio de la ley del mínimo esfuerzo. Lo grafico con otras escenas futbolísticas de nuestros jugadores: aquel que logra sacar una ventaja en mitad de cancha, por alguna buena acción, aunque generalmente por un error del rival, en vez de correr directo al área y tratar de finiquitar en un gol lo antes posible, prefiere parar, hacer una finta para atrás, una jugada de más y luego perder la pelota, porque no se tiene capacidad, ni coordinación colectiva, o quizá ni siquiera confianza, ni determinación, ni rebeldía, para dar un buen espectáculo y conseguir un buen gol.

Incluso el debate más futbolero está en que, cuando aparece un joven con virtudes destacadas, parece que se le quiere tapar con otras funciones que, poco a poco, lo vuelven chato y triste. “Mejor que nadie tenga patines, para que seamos todos iguales.”

Me imagino que tipos como yo, que buscan la belleza en este deporte, la armonía de las jugadas, la expresión del talento técnico, simplemente somos “los convidados de piedra” (otra novela de Edwards) en la dictadura de la mediocridad.

¡Qué pena me da!, porque entonces no podremos codearnos ni competir con las figuras de renombre internacional, como lo hacía nuestro reciente difunto escritor, con Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y tantos otros. O como lo hicieron en un pasado reciente una generación que jugó por la gloria deportiva a un alto nivel.