Columna de Claudio Gudmani: Las palabras generan realidad… ¿o es un mito?
Es labor de dirigentes, entrenadores y jugadores, hacer de esto un mejor espectáculo, defender la actividad, partiendo por buenas declaraciones, con altura de miras, con autocrítica y autoexigencia.
Por CLAUDIO GUDMANI / Foto: PHOTOSPORT
Lo sabemos los escritores y los periodistas. Lo vivimos en el mundo político, social, y dirigencial: las palabras tienen el poder de influir en las personas. Y estamos rodeados de “verdades absolutas”, también de simples mitos y feak news por doquier.
Sin embargo, peor que eso puede ser un líder, jefe o encargado, que no sabe acerca del poder de la palabra, ni menos del manejo certero del lenguaje. Por ejemplo, decir que personas de 18 o 19 años “son niños” crea ya un mal argumento.
El técnico y su cuerpo multidisciplinario a cargo de la Selección Chilena sub 20, piensa que los jóvenes futbolistas que él eligió en su plantel para representar a Chile (dejando a varios buenos jugadores afuera), “son niños”. Y con eso quiere decir que son vulnerables emocionalmente (y también, a veces, físicamente), y que posiblemente no sepan manejar presiones propias del juego del fútbol, de un partido competitivo contra pares.
O sea, después de haber pasado un proceso formativo y selectivo de al menos seis años no están aptos. Estamos mal. Si es así, ese DT está en el lugar y el momento equivocado. Ese profesional del entrenamiento deportivo debería estar a cargo de una sub 12 con verdaderos niños.
Quizá los resultados por “cosas del fútbol” nos lleven al mundial de la categoría. Y eso podría ser porque los propios jugadores no están de acuerdo en que son niños y se sienten jóvenes tomando sus oportunidades de entrar al fútbol grande.
Creo que los objetivos de una selección representativa de un país, en categoría sub 20, no es “ir a formarse”, si no a concretar todo lo aprendido en el proceso formativo, desde lo individual hasta lo colectivo. Un DT sub 20, debe buscar dejar un plantel que juegue con múltiples variantes, con un estilo definido, que se pueda ir aceitando en su funcionalidad, para ser base o parte importante de una selección mayor. Los resultados positivos y negativos vienen con la competencia, entre otras cosas porque hay rivales que se oponen.
Lamentablemente, esto no es lo peor. Los que eligieron a este profesional, llámense dirigentes, son los mismos que han dicho que “los técnicos chilenos no pueden dirigir a los equipos grandes”.
Es decir, entendiendo bien el lenguaje, aquellos que dirigen nuestro fútbol y nuestros clubes más importantes, piensan que “nuestros técnicos no son capaces (no tienen capacidad)”. Las palabras generan realidad. Por eso nuestra selección mayor hace años no tiene un director técnico chileno. El último fue Juvenal Olmos, hace más de 20 años.
Y la rueda sigue girando. Los comentaristas también lo dicen muchas veces. Yo he escuchado a grandes referentes del medio periodístico y “hombres de fútbol”, avalando lo que opinan los entrenadores extranjeros de nuestros clubes grandes: “Nuestros jugadores jóvenes no están capacitados para la alta competencia”, “hay que traer goleadores, arqueros, centrales, creadores y hasta laterales extranjeros”. Y entonces nuestras “promesas” y “joyas”, esos que hemos forjado por seis, siete u ocho años, no tienen ningún espacio para jugar, tampoco tiempo.
A un jugador extranjero le podemos dar varios partidos hasta que se afirme, al jugador joven a la primera que se equivoque hay que sacarlo. Aquí, y no temo equivocarme en el lenguaje, hay incapacidad de los entrenadores para potenciar las individualidades y el colectivo de sus equipos, más aún si es un “grande” que tiene los mejores prospectos del país. Estoy hablando de DT de los primeros equipos, de los que reciben a los jugadores, a los más talentosos de cada club.
Pero volvamos al lenguaje… entonces escuchamos que “hay que trabajar mejor en el fútbol formativo”. ¿Cuánto se paga?… ¿cuánto se invierte en formación? La respuesta es que no se paga lo suficiente para tener a los mejores profesionales, con la vocación formativa y con la tranquilidad para realizar ese trabajo. Yo lo viví, no me lo contaron. Cuando trabajé en futbol formativo, tuve que hacer dos trabajos más. Fui chofer de aplicación y profesor de literatura. Y lo que me dijo un dirigente de fútbol formativo de un equipo de la capital, y lo que me hizo abandonar mi labor de formador, es que “él no creía en este proceso”, sólo lo hacían “por cumplir con los reglamentos”, porque el negocio estaba en traer jugadores jóvenes de otros equipos o del extranjero.
¿Quizá haya que traer a un formador extranjero y a ese sí pagarle mejor? Un poco mejor, no mucho, pues no hay recursos. Eso dicen.
Para qué mencionar lo que sucede cuando un jugador que brilló la temporada anterior en un “equipo menor” (nótese como se le achica a esa institución), como primero se le da alas, diciendo que es un “gran jugador”, y aquí nuevamente los reporteros que recomiendan “joyitas”, los comentaristas, ex futbolistas, amigos del papá, dicen que “fulanito es tan bueno como su padre”, o mejor. Y no paran de hablar de él, hasta que llega a un club con más exigencia (o sea, en los otros no hay que exigirse tanto), y entonces viene esa verdad irrefutable: “A la mayoría de los jugadores (por no decir a casi todos) les PESA la camiseta, LES QUEDA GRANDE!”.
Entonces hacen el círculo: lo promueven, lo sacan, o lo justifican, porque “no lo ponen de lo que juega”.
Esto es fácil señores, se trata de jugar fútbol y se juega en toda la cancha, se defiende y se ataca. Dar bien un pase es obligatorio, esforzarse al máximo también. Ser fuerte física y mentalmente, ser rápido, es condición básica de un jugador profesional.
Pero bueno, volvamos a las palabras. Los jugadores aprenden a mal usarlas (los que hablan), los técnicos se aprovechan (porque no son tontos) y viene ese deplorable uso del lenguaje: “La cancha nos perjudicó”, “el arbitraje nos perjudicó”, o peor, “tienen algo contra nosotros”. “Nos pegaron todo el rato”, “vienen sólo a defenderse”, “contra nosotros se jugaron el partido de sus vidas”, “no se nos dieron las circunstancias”… esas verdades que lo justifican todo.
¿Y dónde queda el mea culpa? “No supimos sobreponernos a las dificultades de la cancha”, “el rival fue mejor e hizo bien las cosas”, o “se defendió bien y nosotros no supimos cómo llegarles”. Eso sucede sólo con algunos que realmente saben de qué se trata el deporte y son honestos.
Es cierto que los comentaristas opinan de lo que ven, los periodistas reportean lo que pasa, pero ellos son (somos, si humildemente me pudo atribuir eso con esta columna) líderes de opinión, y debemos medir nuestras palabras, ser reflexivos y no atolondrados. Demostrar que se sabe de lo que se habla, pero no tirar la caballería encima.
Lamentablemente, en este rubro hay muchos poseedores de la “verdad”, que les gusta levantar la voz y levantar olitas, porque el negocio es así. Pero también ellos tienen un punto cuando se dice que “a los protagonistas no les gusta hablar del fútbol”, “no defienden la actividad (su actividad)”.
“Las palabras generan realidad”, a veces sí, a veces no, pero sin duda influyen. Nos pasamos diciendo este último tiempo dos verdades terribles: “La generación dorada está acabada” y “no hay o no se ve reemplazo para la generación dorada”. Frases que nos dejan sin salida en el corto plazo.
No será mejor decir “trabajemos en una nueva generación de jugadores”, “hagamos todo lo posible para darles herramientas de desarrollo y oportunidades de jugar”.
Eso sería lo esperable en dirigentes y entrenadores que deciden y potencian a nuestra actividad futbolística. Es cuestión de simple lenguaje.
Recuerdo cuando unos nóveles Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Gary Medel decían que “querían ser campeones del mundo” … no lo lograron, pero llegaron lejos. Al menos con ellos fuimos (bueno, siendo riguroso con las palabras “fueron”) campeones de América, dos veces. También los oí decir que “querían competir con los mejores y en las mejores ligas” y eso sí lo hicieron a cabalidad.
Siempre he pensado que es labor de dirigentes, entrenadores y jugadores, hacer de esto un mejor espectáculo, defender la actividad, partiendo por buenas declaraciones, con altura de miras, con autocrítica y autoexigencia.
Conversando de fútbol con los comentaristas, siendo capaces de analizar junto con ellos el juego y no las minucias, no los rencores ni las revanchas. Me dicen que soy “iluso” y claro que lo soy, me “ilusiona una mejor actividad”, un mejor fútbol.
Me ilusiona una mejor sociedad, un mejor país.
Las palabras generan realidad. Pero cuando van acompañadas de los hechos.