Columna de Carlos Cantero: Sociedad digital, pandemética y liderazgo ético (II parte)

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Por Carlos Cantero
Actualizado el 24 de octubre de 2023 - 10:05 am

Pandemia es un proceso en que una comunidad es alcanzada por un mal que se extiende (viraliza y contagia) a muchos territorios, que ataca a la población de un tiempo-espacio. Se produce cuando surge un nuevo virus o se propaga alguna mutación, y la mayoría de los individuos no tienen inmunidad.

Por CARLOS CANTERO / Foto: ARCHIVO

Dicho concepto, por extensión, puede aplicarse a procesos sociales, económicos o de otra naturaleza, pero también a las ideas de:

  1. a) Autoinmunidad: asociado al tratamiento de la otredad, y
  2. b) Sicosomáticas: que se vinculan con la mismidad.

Se propone como neologismo el concepto “pandemética”, palabra compuesta por pandemia y ética, que señala el proceso de degradación ética, que se viraliza con una alta tasa de contagio, a gran velocidad, destruyendo el tejido social, público y privado, en el espacio-tiempo global. Hablamos de una mutación valórica, que se propaga vertiginosamente. Proceso viral que encuentra a la mayor parte de los individuos sin inmunidad, induciendo “inflamación y fiebre” socio-cultural.

Tiene impactos diferenciados según los distintos ethos, que pueden ser favorables o no a su desarrollo, según la inmunología (cultural y valórica) de cada población. Se trata de la opacidad en los límites en la sociedad, de una degradación valórica, de un relativismo permisivo, de una crisis en la relacionalidad del ethos, que termina afectando la ética, la estética y la emocionalidad.

Esta crisis sociocultural es estructural, es la tensión entre lo interior y lo exterior en el ser humano, con fundamentos filosóficos y éticos. No es un asunto local, ni siquiera continental, sino un fenómeno global, que alcanza a países ricos y pobres, de izquierda y derecha, de diversas religiones y espiritualidades. Es la tensión esencial de nuestra cultura, entre lo material y lo espiritual, que se expresa en una visión minimalista de la dignidad de las personas y del sentido de comunidad. Tiene que ver con el debilitamiento de los fundamentos de la cultura y la sociedad: un individualismo desbordado, el debilitamiento de la dignidad de la persona humana, por el nihilismo y el hedonismo, un sentido de inmediatez, un cosismo degradante que exuda materialismo.

REVOLUCIÓN TIC Y SOCIEDAD DIGITAL

La revolución en las tecnologías de información y comunicación (TIC), modifica la relacionalidad social y las dimensiones tiempo-espaciales, cambiando la centralidad, proximidad, accesibilidad y conectividad de los individuos y las organizaciones. Las relaciones sociales mutan desde la verticalidad hacia la horizontalidad; se rompe el paradigma comunicacional; emerge un nuevo valor de la diversidad, que trae aparejado un nuevo pluralismo; se democratiza el acceso a las tecnologías de información y de comunicación, que cada vez son más baratas y poderosas.

La élite y su influencia quedan determinadas por sus capacidades adaptativas a la sociedad digital, cuestión en que la política ha mostrado ceguera e ineptitud, a diferencia de lo observado en la sociedad civil.

El proceso está influenciado por la emergencia de la sociedad digital, la virtualidad y su influencia en la nueva expresión de la sociedad de masas. El cambio fundamental impacta en la relacionalidad de las personas, en la capacidad de influir que generan las redes sociales digitales, la Big Data, la invasión de la subjetividad de los individuos de manera omnisciente, omnipotente y omnipresente, lo que permite nuevas formas de influir y de gestionar las audiencias masivas (sin su consentimiento).

En este contexto emergen nuevos desafíos y conflictos que tienen sentido estructural, promueven el cambio de paradigma, con nuevas categorías como: medio ambiente, pueblos originarios, calentamiento global, migraciones, minorías sexuales, asimetrías socio-económicas, género, color, entre otras.

Con la amplia difusión de las TIC, cambian las formas de conflictividad, derivando hacia ataques cibernéticos, físicos y biológicos, haciéndolos más selectivos o masivos, según la conveniencia. También hay mayores capacidades de mimetismo, de ocultamiento, particularmente cuando se dan las asimetrías tecnológicas y de conocimiento respecto de la usabilidad digital.

CARACTERIZACIÓN DE MOVIMIENTOS SOCIALES

Son movimientos sociales segmentados por materia, territorio e intereses económicos, que representan un bajo porcentaje de la población, pero son organizados, ruidosos y proactivos. Tienen un carácter distribuido y fragmentado, siguen la dinámica que caracteriza el comportamiento de la nueva sociedad y pueden escalar hasta expresar violencia y un carácter destructivo de bienes públicos y privados, incluso de la vida humana.

No tienen cabezas visibles, no se observan liderazgos hegemónicos que marquen verticalidad. Por el contrario, se trata de liderazgos marcados por relaciones de horizontalidad, que para efectos de sus coordinaciones toman la estructura de “Función HUB”, es decir, una articulación, coordinación y logística que concentra, distribuye y amplifica los flujos relacionales del sistema, lo que se potencia con el buen manejo de las redes sociales y herramientas TIC.

Los sectores más radicalizados aplican una tensión que encierra éticas confrontadas, que no responden a las formas tradicionales de resolución de conflictos. En el caso de las movilizaciones sociales, muestran rabia y ruptura del diálogo. Están cargados de violencia, desinterés y se siente ajenos a este modelo de sociedad. Asumen que la historia comienza con ellos, en una actitud unilateral, y parecen normalizar la compulsión de rechazo cultural. No confían en los procedimientos democráticos y mucho menos en los políticos, despreciando por igual a la izquierda, el centro y la derecha. Usan el eufemismo “deconstrucción” para justificar la destrucción, introduciendo un cuestionable sentido valórico, en su lenguaje de barbarie y violencia.

Los movilizados muestran desbordes de violencia, que escalan vertiginosamente, superando la reacción de los agentes del Estado. En muchos casos, cometen delitos y crímenes en completa impunidad, a vista de los observadores de los Derechos Humanos de Naciones Unidas y de los medios de comunicación, lo cual normaliza el doble estándar en la valoración de los DDHH. Los recientes acontecimientos en el Medio Oriente, muestran los extremos hasta donde pueden escalar estos procesos.