Columna de Carlos Cantero: Estallido social de octubre de 2019 (parte IV)
La paradoja en la crisis del modelo chileno es que ésta no fue por escasez en la generación de riqueza. Por el contrario, fue por abundancia. El modelo fue altamente exitoso en la generación de riqueza. Su crisis y colapso se produce por abuso y falta de criterio, por el debilitamiento de la probidad y el despliegue de la corrupción.
Por CARLOS CANTERO / Foto: ARCHIVO ATON
Se impuso un enfoque filosófico exacerbadamente materialista, en el que las personas valen por su capacidad económica, lo que determina el acceso a los beneficios del desarrollo. En paralelo se deterioraban los bienes públicos y progresivamente se fueron privatizando. El fracaso estuvo en los pilares éticos y, particularmente, en la descomposición de quienes administraron el modelo. Es urgente el sentido de autocrítica y el aprendizaje de esos equívocos.
La crisis que estalló el 18 de octubre de 2019, en el caso de Chile, surge desde una sociedad fastidiada por el desdén de los políticos, segregada y abusada por un sentido minimalista de la dignidad humana.
El modelo llevado al extremo termina autodestruyéndose por errores endógenos. Fue un colapso sicosomático, desde la mismidad de un modelo radicalizado, abusivo y desprestigiado. Luego, el sector que ganó el Gobierno y obtuvo mayoría en la Convención Constituyente, por exacerbar el sectarismo y la odiosidad, terminó pasándose en varias estaciones, atropellando tradiciones y la cultura cívica, lo que le significó el repudio y contundente rechazo de la propuesta Constitucional.
La crisis del modelo chileno ha sido ética, ha estado anclada en el tema valórico; en las bases filosóficas; en la necesidad de equilibrar un materialismo extremo; en la superación de la visión minimalista de la dignidad de las personas; en destrabar la tensión materialista con un énfasis valórico y espiritual, anclado en las métricas del desarrollo humano.
MOVILIZACIÓN, LOGÍSTICA Y COORDINACIONES
La crisis social tiene mucho que ver con la incapacidad de la política (y los políticos) para comprender los cambios que implica la sociedad digital y los desafíos de adaptabilidad. Las movilizaciones sociales mostraron una sociedad civil con una capacidad logística y de coordinación superior a los agentes del Estado, por velocidad y capacidad de articulación (función HUB). En los casos de escalamiento de la conflictividad, este tipo de tecnologías facilita ataques destructivos. Se observan ciertos grados de segmentación, compartimentación y especialización de los grupos que operan reactivamente en la conflictividad, actuando en coordinación. En este complejo escenario observamos un debilitamiento del análisis prospectivo en el Estado, de las capacidades de los servicios de inteligencia y una mala adaptabilidad institucional a la sociedad digital.
Cambian las dimensiones tecnológicas: bots, Inteligencia Artificial, Big Data, drones, hackeo, automatización, robótica, ubicuidad de las redes y comunicaciones, además de las asimetrías en el conocimiento (know how) modifican la conflictividad. Considerando eventuales confrontaciones globales, la pandemia nos hace tomar una perspectiva de lo que viene en el futuro próximo: ataques tecnológicos; el riesgo de guerra biotecnológica.
COMUNICACIONES, POSTVERDAD, FAKENEWS
El equilibrio dinámico entre racionalidad y emocionalidad juega un rol clave en la conflictividad social. Esto se potencia por los procesos replicativos que inducen a las personas e instituciones a hacer más de lo mismo; la comunicación de las audiencias masivas se reduce a la manipulación emocional de las personas. La fidelidad de las audiencias depende en gran medida de si las personas se sienten acogidas, consideradas y, sobre todo, se les reduce con farándula, espectáculo, morbosidad y sensacionalismo.
Otra nueva dimensión de la confrontación que tiene una forma permanente, en diferentes escalas y dimensiones, es la Postverdad, las noticias falsas o Fake news, mentiras asociadas a intereses gatillantes. La desinformación, las divisiones y la inestabilidad social, militar, industrial o política, son parte del arsenal para la confrontación permanente. Las amenazas se diversifican, son complejas, mimetizadas, en adaptabilidad permanente y a un ritmo y velocidad que el Estado ha tenido dificultades para enfrentar. Es la vigencia del pensamiento de Gramsci, sobre debilitamiento valórico e institucional, de la deconstrucción (Derrida) y la sociedad líquida, cambiante e inestable planteada por Bouman.
Los avances en las tecnologías cambian la conflictividad y la forma en que se desarrollan los conflictos. De hecho, las audiencias masivas consisten en la manipulación de las emociones de las personas, del equilibrio dinámico entre racionalidad y emocionalidad.
LO ECO-ÉTICO-SISTÉMICO-RELACIONAL
El mundo es un permanente equilibrio dinámico entre cambio y conservación, lo que demanda vigilia de estabilidad permanente en la sociedad. Se requiere asumir el cambio de modelo (paradigma), promover y asumir la necesaria adaptabilidad a las nuevas formas relacionales y el uso de las potencialidades tecnológicas. Pero, lo más importante es que se debe salir del paradigma cartesiano, lineal o sectorial, para entrar a un enfoque de paradigma eco-ético-sistémico-relacional. Esta cuestión un tanto abstracta y muy teórica, es clave de ser entendida y asumida. Definirá el éxito o fracaso en el proceso.
El Estado debe modernizarse, asumir la sociedad de redes, la gestión del conocimiento, cambiar su cultura, los estilos gestionales, con respuestas imaginativas, basadas en redes colaborativas con el ámbito local y global. Mejorando las habilidades blandas o relacionales, se puede y deben superar las divisiones político-ideológicas, añejas y propias de la guerra fría (binarias), para avanzar hacia una relacionalidad basada en el respeto y la colaboración, en la reciprocidad que genera una acción concertada.
La competencia terminará destruyendo al sistema y el obstruccionismo entrampará el desarrollo, es necesario sacudir la pusilanimidad endógena, para cultivar la excelencia, el desarrollo con equidad, con convicción, compromiso y honestidad. La sociedad chilena y su sistema político requieren concordar una nueva ética como pacto social.
PARA SUPERAR LA PANDEMÉTICA SE REQUIERE LIDERAZGO ÉTICO
Quienes proclamamos adhesión a los valores del humanismo debemos ser fieles a los principios que nos inspiran, al sentido social, la vocación democrática, la perfectibilidad de todo y todos los seres humanos. Debemos promover y vivir un sustantivo humanismo, respetuoso del medio ambiente; comprometidos con lo ético y filosófico; lo interno en equilibrio con lo externo. En lo físico que es el cuerpo; en lo mental que es la memoria y mente; y en lo espiritual que es lo referido al alma.
La solución está en los principios y valores, para lo cual se requieren liderazgos éticos, con sentido global y viral. Asumiendo que todos somos uno. Y, uno somos todos, en unidad y unicidad. Asumir la inmutable vigencia de leyes atávicas de la reciprocidad: como es arriba es abajo; como es adentro es afuera, aplicando los principios fundamentales: libertad, igualdad y fraternidad.
¿Cómo ayudamos a superar la crisis? Atendiendo a la causa basal que la gatilla. Se trata de una crisis ética, que está anclada en la tensión filosófica entre el materialismo y la espiritualidad, la dignidad del ser humano, el valor del sentido de comunidad. Los humanistas debemos promover el desarrollo humano, el esencial meliorismo, que es la perfectibilidad de todo y todos los seres humanos. Los principios y valores del humanismo deben estar comprometidos con lo ético y lo filosófico para recuperar nuestro rol como individuos de bien en la sociedad, para llevar luz donde hay penumbras o tinieblas.