Columna de Carlos Cantero: Anomia-anemia, ¡remedios, no remedos!
En un capítulo más de la serie «Scanner de la Sociedad», que escribe periódicamente el ex senador en sus redes sociales, esta vez hace un símil entre una enfermedad biológica y otra social, cuyas semejanzas van más allá de lo fonético…
Por CARLOS CANTERO / Foto (referencial): ARCHIVO
La anemia y la anomia son conceptos parecidos en forma y en fondo. La anemia es una afección en las personas cuya sangre produce una cantidad anormal de glóbulos rojos sanos (bajo el promedio), de tal forma que no se obtiene suficiente sangre rica en oxígeno, lo que genera un estado de debilidad y cansancio que puede generar daños permanentes en la salud de un individuo.
La anomia, en cambio, es un trastorno social y apunta a una comunidad que muestra disfuncionalidad institucional y estructural, debilitamiento en la vigencia del estado de derecho, degradación de normas, convenciones y acuerdos, generando crisis relacional, desorganización social, violencia (grupal y/o global), como consecuencia de la percepción social de carencias en la justicia, la equidad y solidaridad.
El sociólogo Émile Durkheim consideraba que la naturaleza humana necesita una autoridad que le pusiera límites (éticos), a las pasiones y deseos, a uno y otro lado. La ausencia de estos podía generar abusos y caos. Es conocida la influencia de las desigualdades en las dinámicas sociales y económicas que influyen en la anomia social. Por ello resulta incomprensible que se haya acumulado tanto nivel de tensión social y política que nos trajo al actual estado de cosas.
Robert K. Merton señala que la anomia surge cuando se pierde la confianza, se rompe el equilibrio entre las aspiraciones sociales y los medios con que los individuos pueden alcanzarlas. Esto supone una ruptura relacional en la sociedad cuando se llega a la convicción que, para lograr dichas metas, los individuos deben violentar leyes y normas con conductas antisociales, violentas y refundacionales.
Esto es lo que explica lo sucedido a la sociedad latinoamericana (y a Chile), denotando la falta de sentido común y el desborde ético en la vieja élite. Y a la nueva generación le pasó lo mismo, agravado por la creciente corrupción, falta de probidad, ausencia de liderazgos y desgobierno.
Para recuperarnos de la anemia y de la anomia, hay que fortalecer el sistema inmunológico, en un caso, en el organismo biológico y, en el otro, en el Estado. Ello implica un pacto social amplio y compartido, un profundo cambio cultural y liderazgos éticos en todo el espectro político y social. A grandes males, grandes remedios.
Ojo: remedios no remedos. Eso hace toda la diferencia.