Colo Colo: cómo transformar una crisis en oportunidad

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 24 de abril de 2017 - 12:22 am

Colo Colo, Corporación, Blanco y Negro, Mosa, Vial, Levy, Sociedades Anónimas

La ilegal y artificial quiebra de Colo Colo fue el primer ladrillo de los cimientos sobre los cuales se erigiría una obra que, en su momento, se nos prometió como la panacea para todos los males del fútbol chileno. Que, para ser sinceros, no eran pocos. A más de diez años de un fiasco absoluto, que en eso han resultados las Sociedades Anónimas Deportivas, en ese mismo Colo Colo multitudinariamente popular surge una pequeña luz de esperanza para acabar de una buena vez con un sistema nefasto, corrupto e ilegítimo desde su origen.

Luchas intestinas de poder entre los accionistas principales de Blanco y Negro han marcado un peligroso “statu quo”. La cruda realidad muestra que Aníbal Mosa, por sí solo, no tiene los votos necesarios para continuar al mando de la Concesionaria. Y que el bloque opositor, liderado por Leonidas Vial, al cual se suma el voto de Hernán Levy, tampoco.
El quiebre entre los dueños, de acuerdo a las expresiones de Mosa, es absoluto, total e irreversible, con lo cual el papel que les cabe a los dos representantes del Club Social y Deportivo se transforma en clave para, al menos formalmente, pasar a presidir la Concesionaria y, voluntad mediante, abogar por todos esos cambios que el pueblo colocolino –léase socios e hinchas- vienen exigiendo por años sin ser jamás escuchados.

Y es que, con tal de no aparecer derrotado, con tal de no doblegarse frente a Leonidas Vial, Aníbal Mosa parece estar dispuesto a apoyar a Paloma Norambuena –del Club Deportivo y Social- para que esta, con apenas 33 años y hasta aquí dueña de un absoluto anonimato a nivel directivo, asuma la presidencia de Blanco y Negro por el próximo período.
En su estilo, Mosa recurrió a un lenguaje político-partidista que dejó a no pocos descolocados, proclamando que “no voy a permitir que la derecha económica se adueñe del club. Le reconozco más legitimidad al Club Social y Deportivo que a estos señores. Colo Colo es de Izquierda, y yo también soy de Izquierda”.

Frases con un insoportable tufillo demagógico. Porque Colo Colo no es de Izquierda, no es de Centro y mucho menos es de Derecha. Es un club con tal arraigo y popularidad que se convierte en una institución absolutamente transversal, porque tras los colores albos pueden convivir (y así por lo demás fue siempre), el UDI con el comunista, el empresario poderoso y el trabajador humilde, la dueña de casa esforzada con la señora que jamás en su vida lavó un plato, el analfabeto y el letrado, el creyente y el ateo, el nostálgico de la dictadura y aquel que hasta purgó cárcel o padeció torturas por combatirla.

Si algo trastrocó la vida institucional de Colo Colo en los últimos tiempos no fueron las diferencias económicas, políticas, religiosas o sociales. Fue la nula sintonía entre empresarios poderosos que sólo se disfrazaron de colocolinos a última hora para ver si podían sacar algo –y seguro que lo sacaron- y una hinchada que, con estos señores dirigiendo su institución, se sintieron de pronto despreciados y no pocas veces hasta humillados.
Para decirlo pronto y claro: Colo Colo fue siempre sinónimo de “pueblo”, sólo que los usurpadores de su historia, de su mística y sus símbolos, erróneamente creyeron que el dinero podía comprarlo todo.

¿Alguien pudo enterarse, años atrás, del genuino sentimiento albo de tipos como Gabriel Ruiz Tagle o Leonidas Vial? Absolutamente ignorantes de la historia del club, seguramente hasta tuvieron que preguntar dónde quedaba el Monumental y como llegar a él. Y pedirle a un subordinado que le copiara la letra del himno previo a una ceremonia oficial.

Para qué hablar del hinchismo albo de Sebastián Piñera, que de fanático “cruzado” pasó sin transiciones a gustarle Colo Colo para hacerse el simpático como candidato presidencial, igual como años atrás les había coqueteado a los hinchas de Wanderers cuando sus metas eran ser elegido senador por el Puerto. El caradura inversionista, especialista en ganar al póker con cartas marcadas, hasta le compró tenida nueva al loro wanderino para asegurarse algunos votos y no trepidó en querer pasar gato por liebre sacándose fotos con él.

El problema es: ¿qué tenía que ver el pueblo colocolino con esta tropa de pijes que además resultaron unos astutos gatos de campo? Porque el señor Leonidas Vial, implicado en el fraude de Las Cascadas, en cualquier país normal y decente tendría que estar tras las rejas. Lo mismo que el señor Ruiz Tagle, al que se le perdieron miles de millones de pesos de los Juegos Sudamericanos realizados en Chile cuando él era ministro del Deporte y nadie sabía además, hasta ese momento, que durante diez años había estafado a todos los chilenos con la colusión del papel tissue.
En cuanto al señor Piñera, su discutible historial es lo bastante extenso y variado como para preguntarnos en qué país estamos, que a un tipo como él todavía no lo toquen mayormente los tribunales y hasta tenga el descaro de ser nuevamente candidato a la Presidencia de la República.

El problema es que este quiebre de Blanco y Negro puede ser no más que un espejismo. Que, efectivamente, fruto de ese conflicto, el Club Social y Deportivo puede hacerse de la presidencia, lo que no necesariamente significará que se hará del poder. Dicho de otra forma: la simpática abogada Paloma Norambuena puede transformarse en el símil criollo de Isabel II, que reina, pero no gobierna.

El temor es que, tal como en la parábola bíblica del plato de lentejas, con Jacob y Esaú como protagonistas, el Club Social y Deportivo Colo Colo se deje envolver por cantos de sirena y no sea más que un instrumento de aquellos que ponen la plata. Porque también se sabe, y desde siempre, que el que pone la plata elige la música.
Para decirlo en forma aún más descarnada: en el fútbol nacional ya hemos visto tantas reiteradas muestras de un grosero “gatopardismo” que nos permite, y con toda razón, el derecho a dudar de todo.

Por lo demás, no sería primera vez que un representante del Club Social y Deportivo Colo Colo, fruto de pugnas político empresariales, asuma la presidencia de la Concesionaria: ya lo hizo Carlos Tapia en los albores de la década y el buen señor, más allá de su voluntad y honestidad, no pasó de ser un elemento meramente decorativo. Dicho claramente: sólo pudo hacer lo poco que le permitió Blanco y Negro.

Aquí lo único que cabe es que, fundado en la ilegitimidad del sistema, en la usurpación ilegítima y escandalosa que se ha hecho del club, Colo Colo golpee la mesa e imponga sus términos. En otras palabras, que si Fernando Monsalvez, el presidente de la Corporación, y el directorio que allí lo acompaña, cuentan con un proyecto, pues que lo imponga de cara a la gente y al colocolino.

Que todo el país sepa que el club sólo entrará en el baile de la concesionaria si sus regentes entienden que Colo Colo es de todos y no sólo un juguete de ellos. “No vamos a ser monigotes de nadie”, declaró Monsalvez en una de las tantas entrevistas que tuvo que dar en estos intensos días, para dejar en claro que la Corporación no se va a prestar para tirarle gratuitamente un salvavidas a nadie. Ni a Mosa ni a Leonidas Vial.

Ante ese panorama, que los personeros del Club Social y Deportivo exijan la “prueba de la blancura”. En otras palabras, que Mosa, el único que hasta el momento al menos se ha mostrado dispuesto a ceder incluso su inmensa cuota de poder en la institución, se comprometa por escrito, y ante Notario, a someterse al proyecto que los personeros de la Corporación aseguran tener.

Si en estos febriles días el sector de Leonidas Vial también entiende que es del todo antinatural que un club como Colo Colo siga siendo manejado como hasta ahora ha sido manejado, pues lo mismo: compromiso escrito, protocolizado y legalizado. Las palabras suele llevárselas muy pronto el viento. Y con mayor razón aún si quienes las pronuncian carecen por completo de una mínima cuota de credibilidad.

En medio de este tan nuevo como inesperado panorama, Colo Colo puede incluso conseguir la “fórmula alemana”. Es decir, que al menos el 51% de las acciones le pertenezcan a su masa societaria y el resto a estos iluminados advenedizos. Si les satisface tal solución al entuerto, bienvenida la solución. Si no es así, que pongan sus acciones en el mercado y que se vayan, para que sean los verdaderos hinchas quienes las adquieran. Si se calcula que más de 6 millones de chilenos son colocolinos, la meta no es en absoluto inalcanzable.

Ya me estoy imaginando el nombre “original” de la nueva campaña: “la Colotón”

Lo que Colo Colo no puede hacer, y esto debieran tenerlo claro los personeros de la Corporación, es hacerse cómplices o encubridores de Blanco y Negro. Que, como toda Sociedad Anónima Deportiva, en estos ya casi doce años de existencia ha engañado reiteradamente al Fisco nacional con el pago de sus impuestos, perjudicando de esa forma a todos los chilenos.

Por el momento, pareciera que la evidente desconfianza de los directivos de Colo Colo para con la Concesionaria es un punto a favor en las negociaciones que a esta hora deben estar llevándose febrilmente a cabo. El desarrollo de la votación, el pasado jueves, así lo está dejando en claro.

Los tres votos de Mosa (Aníbal Mosa, Paul Fontaine y Pablo Morales), fueron para Paloma Norambuena, por quien también votó el otro representante de la Corporación, Pablo Achiardi. Total: cuatro votos para la abogada. Por el bando opuesto, al voto de Jaime Pizarro para su propia presidencia se sumaron los de Leonidas Vial, Leonardo Battaglia y Alfonso Gómez. Total: cuatro votos.

En otras palabras, Paloma Norambuena pudo haberse transformado ese mismo día en la nueva presidenta de Blanco y Negro. Un hecho además histórico porque sería la primera mujer en ostentar tal cargo. Bastaba que votara por ella misma. Sin embargo, en una jugada magistral le dio el voto a Pablo Achiardi, con lo cual el empate no se pudo quebrar, dándole al Club Social y Deportivo tiempo y la posibilidad de negociar en mejores condiciones y, al menos teóricamente, tener por primera vez la sartén por el mango.

Llamativo, en todo caso, es lo que ha pasado con Jaime Pizarro. Capitán de aquel Colo Colo campeón de la Copa Libertadores de América, ha estado lejos de concitar el apoyo que de seguro imaginaban Leonidas Vial y Hernán Levy, otro de los accionistas principales.

La sección Deportes del noticiario de Chilevisión realizó el viernes una encuesta entre sus televidentes para que eligieran de entre cuatro alternativas quiénes creían ellos que debía ser el próximo presidente de Blanco y Negro. Contra todo pronóstico, Paloma Norambuena –lo reiteramos, una absoluta desconocida hasta el pasado jueves- superó por amplio margen a Jaime Pizarro, a Aníbal Mosa y a la cuarta alternativa, que era “otro”.

El ex capitán albo y de la Roja no despierta, eso está claro, ni mucho apoyo ni menos, por cierto, unanimidad. Manuel Astorga, experimentado preparador físico, panelista de Fox Sport Radio, lo atribuyó a que “no hay en Jaime coherencia entre su discurso y su acción. Y la gente, entre los cuales me incluyo, tiene perfecto derecho a dudar de una persona que se maneja de esa forma, más preocupada de sacar beneficio personal que de ser de una sola línea”.

Palabras refrendadas por Claudio Borghi, quien incluso hasta compartió camarín con Pizarro en el Monumental. Señaló el “Bichi” que “ustedes saben que Aníbal Mosa nunca me ha gustado, nunca ha sido santo de mi devoción. Pero si me dan a elegir entre él y Jaime Pizarro, elijo a Mosa a muerte. Jaime es de ese tipo de personas que, como Arturo Salah, nunca se juega por nada, nunca emite una opinión. Quiere estar siempre bien con todos y eso no puede ser. Salvo que estés siempre atento a qué ventaja puedes obtener”.

Si el lector me perdona ser auto referente por una vez al menos, también yo, como periodista, tuve con Jaime Pizarro un par de experiencias que en absoluto me resultaron gratas.

Trabajaba en el departamento de Comunicación Social de Chiledeportes cuando la Presidenta Bachelet lo nombró director del servicio. Me lo topé en las dependencias el mismo día que llegó y no dudé en ir a saludarlo. Después de todo, habíamos interactuado varias veces como periodista y jugador y siempre nos habíamos tratado respetuosamente de “tú”. En la oportunidad, sin embargo, al tenderme su mano marcó distancias de inmediato: el “¿cómo está usted?” fue muy marcado como para ignorarlo.

Reconozco que no me afectó mayormente. Jamás se me había pasado por la cabeza ir a meterme a su despacho, a pedirle un aumento de grado o que me pasara de “contrata” a “planta”, con todos los beneficios y estabilidad que ello implicaba.

Lo peor, sin embargo, vino meses después. En la página web del servicio publiqué una nota que daba cuenta de un torneo internacional que iba a llevar a cabo, en los días siguientes, la Federación de Pesas. Una de las tantas federaciones que, por tener cuentas pendientes con Chiledeportes por proyectos aún no rendidos, había visto peligrar la realización del certamen.

Ya sea porque la Federación se puso al día, o porque se comprometió a hacerlo, subsanó rápidamente el problema para llevar a cabo el evento. Para escribir la nota, y no dar pasos en falso, tuve en mis manos los documentos oficiales de Chiledeportes que, con la firma de Jaime Pizarro, daban cuenta de la superación del obstáculo. Sin embargo, al día siguiente de la publicación de la nota, nuestra jefa, Joanna Caro, recibió en su mail institucional un correo del Director que, con estilo irónico y mordaz, negaba que las Pesas hubieran dejado atrás el problema.

Como estaba en juego mi trabajo profesional, concurrí a la Federación de Pesas a que me fotocopiaran los documentos que respaldaban la veracidad de la información por mí entregada. Papeles en mano, le sugerí a Joanna que subiera al piso 8° y que aclarara el asunto con el señor Pizarro. Después de todo, era la capacidad profesional de su departamento –y naturalmente el de ella, como jefa- el que estaba en tela de juicio. Y que si ella no quería hacerlo, que me autorizara a mí para aclararlo todo con el Director. No se produjo ni una ni otra cosa.

¿Por qué de la actitud de Jaime Pizarro? Siempre pensé que, arreglando lo de la Federación de Pesas, ello no podía saberse públicamente. Era el mejor modo de evitar que otras Federaciones, en situación parecida, plantearan problemas similares y solicitaran soluciones idénticas.

Por todo ello, y al igual que el “Bichi” Borghi, en este entuerto albo prefiero incluso a Mosa que a Pizarro.

Lo ideal, sin embargo, es que se imponga Paloma Norambuena. Pero no mediante un “triunfo pírrico” que cambie en apariencia todo para que en el fondo no cambie nada.

Lo que el colocolino quiere es que estos señores le devuelvan su club, escamoteado con malas artes y con una poderosa maquinaria privada y estatal empujando la usurpación.

Que paguen efectivamente la artificial deuda que el Servicio de Impuestos Internos le inventó al club para quebrarlo.
Que paguen por ese estadio que han ocupado gratuita y abusivamente durante todos estos años.

Que devuelvan las series menores que a ellos jamás les interesaron, porque simplemente no eran “rentables”.
Que, despedida mediante, dejen libre al club para formar las ramas deportivas que sus propios recursos permitan fundar y desarrollar.

En resumen, que se vayan de una buena vez, porque han sido un total y absoluto fiasco.
¿Quién no dice que, caída esta Sociedad Anónima Deportiva Blanco y Negro, sean otras igualmente nefastas, corruptas y tramposas las que lo sigan?.