Clásico del Pacífico: Chile y Perú a fines de los 70 (I parte)
Este viernes 13 de noviembre se vive una nueva versión del que se ha denominado el ‘Clásico del Pacífico’, y en la siguiente crónica repasaremos los dos últimos enfrentamientos de la década de los 70: los partidos del proceso clasificatorio a la Copa del Mundo de Argentina `78 y la semifinal de la Copa América de 1979.
Por PATRICIO VARGAS QUEVEDO
Chovinismo: Actitud de quien considera que su país es un compendio de cualidades y virtudes y desprecia las de los otros. El término proviene de Nicolás Chauvin, supuesto soldado que sirvió en el ejército napoleónico, haciendo alarde de un notorio celo patriótico.
La década de los 70 en Chile no solo resultó infame por la fractura democrática que vivimos. La muerte, tortura, desaparición y exilio que se desencadenaron luego del golpe militar de 1973, fueron acompañadas de conflictos diplomáticos que nos tuvieron al borde de la guerra con nuestros tres vecinos: en 1975 con Perú, y en 1978 con Bolivia y Argentina.
Cuando se afirma que algunos partidos de fútbol son ‘guerras a escala’ o, como dice el investigador argentino Fernando Carrión, son “la guerra desarrollada por otros medios”, el hecho de tener un contendiente significativo en frente, donde las disputas sobrepasan los límites del campo de juego, hace que un simple partido se transforme en mucho más que eso.
En 1977, no solo Chile estaba gobernada por una dictadura militar. Perú cambió en 1975 la dictadura militar de Izquierda de Juan Velasco Alvarado -a quién le decían ‘Chino’, por lo que bromeaba con Allende, del cual se sentía cercano y a quien le decían ‘Chicho’-, entrando al régimen dictatorial de Derecha de Francisco Morales Bermúdez.
El cono sur se teñía de sangre no solo en Chile y Perú. También en Argentina (Jorge Videla), Bolivia (Hugo Banzer), Uruguay (Aparicio Méndez) y Paraguay (Alfredo Stroessner). En tiempos de Guerra Fría y como área de influencia de EEUU (temeroso de ‘otra Cuba’), en América Latina se extendía un discurso anticomunista auspiciado por el Tío Sam. Y a la hora de proteger sus intereses, no se hacían grandes cuestionamientos sobre los tiranos de turno. Cobraba sentido la frase de Franklin Délano Roosevelt sobre el dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “Tal vez sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Y de esos, teníamos varios.
Sobra decir que cada partido de fútbol de cierta trascendencia, sobre todo un Chile – Perú, se tomaba como una verdadera causa nacional. Perú venía de ganar la Copa América de 1975, un mes antes del golpe que derrocó a Velasco Alvarado. El dictador encabezó en 1968 un golpe de Estado que inició el ‘Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada’, que prohibió que jugadores nacionalizados defendieran la bicolor. Con Morales Bermúdez, el mando militar peruano (con el hijo del dictador incluido), movía sus influencias para repatriar a jugadores peruanos de modo que estuvieran en el fútbol local, a disposición de la selección nacional. Y permitió utilizar a futbolistas nacionalizados.
El Mundial de 1978 tendría como sede a Argentina. A pesar de los problemas geopolíticos de Chile con el país trasandino, la sede de Mendoza estaba dispuesta para recibir a nuestra selección. Con Argentina ya clasificado como organizador, los restantes nueve países de la Conmebol se dividieron en tres grupos de tres equipos cada uno para clasificar a la Copa del Mundo. Los tres primeros de cada grupo pasarían a una liguilla. Chile, Perú y Ecuador integraron el grupo 3. Ecuador empató solo el partido de local contra Perú, perdiendo los restantes cotejos. La lucha estuvo entre Perú y Chile.
Nuestro país había eliminado a Perú del Mundial de Alemania 74’, en un recordado partido en Montevideo y la vendetta peruana era posible. En el partido jugado en Santiago el 6 de marzo de 1977, Chile y Perú empataron 1-1, con goles de Ahumada y J.J. Muñante, el ‘Jet’, que pasaba por un extraordinario momento futbolístico.
El dictador Augusto Pinochet asistió acompañado de su esposa al Estadio Nacional. Lo mismo haría el dictador peruano Morales Bermúdez en Lima, el 26 de marzo. Luego de un primer tiempo sin goles, aunque con clara superioridad peruana, el partido terminó 2-0 a favor de los del Rímac, con goles de Sotil y Oblitas. El primer gol es mitificado en la historia del fútbol peruano como ‘El salto del Cholo’, Hugo Sotil -que había sido campeón con el Barcelona FC-, entre los dos gigantes de la zaga chilena: Figueroa y Quintano. Al ver las imágenes, se observa la descoordinación de los centrales chilenos, que al seguir a sus dos marcas asignadas, quedan pegados al piso y dejan que el delantero peruano salte solo y cabecee con pique al palo izquierdo del Polo Vallejos. Aunque a Chile le bastaba el empate, el equipo dirigido por Caupolicán Peña quedaba en el camino.
Terminado el partido, el dictador Morales Bermúdez bajó a la cancha, pidió al capitán de la selección peruana Julio Meléndez la camiseta 14, se la calzó, y entonó el himno nacional, abrazando emocionado al director técnico, Marcos Calderón, tío del capitán Meléndez. El entusiasmo llevó a que el toque de queda existente en el país se cancelara esa noche y se pudiera celebrar.
Mira el Perú 2 – 0 Chile de 1977:
Te invitamos a leer la segunda parte de Clásico del Pacífico: Chile y Perú a fines de los 70, con la revancha chilena.