Chile rechazó ser el invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt

La decisión causó polémica y chispas en redes sociales, sobre todo porque el argumento para declinar la participación resulta cuando menos inconsistente.

Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO

En el mundo del libro todos saben que la feria de Frankfurt es el mayor evento literario del mundo, sobre todo por las consecuencias positivas para los autores en términos de contratos de traducción y, por supuesto, para el país y la imagen que intenta proyectar en el mundo de las letras, que dentro del territorio nacional presenta una grave crisis de calidad y de probidad en términos de política cultural.

Hace años, si acaso no desde sus orígenes, que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en particular el sector del Libro y la Lectura, viene haciendo agua. No solo por la forma de hacer una política cultural de la lectura y el libro, que intenta responder a un vacío cultural inmenso que busca llenarse con medidas de producción, como si los escritores produjeran obras y no las escribieran. La lógica de una política cultural, amparada en el antiguo y archicriticado concepto de industria cultural, es una lógica que ha probado ser fallida hace muchos años, pero sigue siendo rentable para ciertos agentes culturales y la sospechosa raza de los mediadores o gestores. 

En particular con este gobierno, en el mundo del libro ha habido varios escándalos que trascendieron a la luz pública. Pero rechazar ser el invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt, es un privilegio que ningún país se había arrogado antes. Seguramente los alemanes no dan crédito y menos los autores que ven la retirada de todo un mundo de lectores, como por ejemplo los coreanos, que están poniendo sus ojos en las letras nacionales. La decisión fue comunicada por la embajadora de Chile en Alemania, Magdalena Atria, al director de la Feria, Jürgen Boos, aduciendo falta de recursos y de personal. 

La respuesta del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, fue la siguiente: “Chile asistirá a la Feria del Libro de Frankfurt como participante, no como invitado de honor. La decisión obedece a priorizar los recursos a fortalecer el ecosistema del libro y la lectura en Chile, con el objetivo de retomar la tradición de una Feria Internacional del Libro en nuestro país”.

Al margen del argumento económico, en un comunicado interno del Ministerio de RREE se habló de un argumento político que fue emitido en agosto del año pasado: “Para las misiones interesadas en postular se prestará especial atención a proyectos culturales que tengan como eje la memoria, la solidaridad y la sensibilización a los 50 años del Golpe de Estado”, señala uno de los párrafos de un instructivo enviado por parte de la Cancillería a las embajadas de Chile en el extranjero. Así, la feria alemana habría sido desestimada dentro los prioridades oficiales.

Tras el comunicado de la embajadora al director de la Feria de Frankfurt, el ministro Jaime de Aguirre comentó: “Se consideraron motivos presupuestarios, ya que ser invitado de honor en esa feria significa una gran inversión, que acorde al lineamiento de austeridad, enfocaremos en gasto público para una iniciativa de alcance internacional en Chile que permita volver a posicionar a nuestro país como espacio de reconocimiento mundial en esta área”.

Cabe recordar que tras haber firmado una carta de intenciones en Chile, de que el gobierno haya pedido el año 2025 en específico, de haber obtenido la venia de parte de Presidencia y de Hacienda, los alemanes no entienden cómo un país se da el lujo de rechazar una invitación tal. Es una decisión única en la historia de de esa feria y los principales afectados son escritores y escritoras, que tendrán que seguir alimentando formularios de becas y financiamientos estatales que precarizan el trabajo y el oficio de escritor, al margen de que el sistema produce una literatura de muy baja calidad.

Solo un dato del país vecino, cuya literatura comparada a la nuestra le lleva mucho por delante, dado que acá la literatura no se discute, y si acaso se hace, se discute en términos ideológicos previo a los valores literarios que pudiera o no tener una obra. La tendencia es a la baja. Argentina fue invitada de honor en el 2010. Se tradujeron más de 1.210 obras de alrededor de 400 autores argentinos, a 45 lenguas, en 50 países. Recordemos que en Argentina no hay fondos de cultura y sí hay un campo laboral para que tanto escritores como escritoras le tomen el peso al oficio. Sería interesante ver cómo reaccionan los autores frente a esta decisión.