Chile bajo ataque: convención de Palermo, crimen organizado y conflictos asimétricos (IV parte)

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Por Carlos Cantero
Actualizado el 5 de marzo de 2024 - 12:01 pm

La vinculación con las organizaciones criminales no es patrimonio exclusivo de un sector político o social. Por el contrario, es muy transversal.

Por CARLOS CANTERO / Foto: ARCHIVO

La serie «Chile bajo ataque» promueve la comprensión -y reflexión- sobre los nuevos tipos de confrontaciones, guerras y revoluciones que enfrentan los países. Se caracterizan por ser asimétricas, de baja intensidad, sin declaratoria y pueden involucrar a organizaciones criminales nacionales o internacionales, agentes políticos o de un Estado, o estados fallidos (con militares o civiles), motivados por afanes revolucionarios y crimen organizado, es decir, ajenos a principios democráticos y bajo el imperio de la violencia (como los casos de Venezuela y Cuba, entre otros).

En este crisol se entremezclan el crimen organizado y su principal derivado: el narcotráfico (carteles rusos e iraníes y múltiples organizaciones criminales de Latinoamérica), generando corrupción, violencia y anomia, que debilitan a los tres poderes del Estado. Pero, también, la destrucción de la operatividad de las policías y de la inteligencia del país. Esas organizaciones ilícitas y sus acciones criminales, sin contención, destruyen a cualquier sociedad democrática.

Las dinámicas de estos procesos son vertiginosas, con mutaciones adaptativas a nuevas realidades sociales, económicas y digitales. Muchas veces, el crimen supera por lejos la capacidad de reacción de los estados. Si se considera la legislación internacional que emerge, más la literatura al respecto, se concluye que éste es un procedimiento conocido, estudiado y repetido, por el crimen organizado en nuestra región.

Este texto integra aspectos de la Convención de Palermo, las guerras asimétricas y el crimen organizado.

La vinculación con las organizaciones criminales no es patrimonio exclusivo de un sector político o social. Por el contrario, es muy transversal. Llama la atención que algunos sectores muestren alivio, afirmando que el secuestro, asesinato e inhumación ilegal de Ronald Ojeda (foto principal), ex oficial venezolano, con asilo político en Chile, corresponde a un acto criminal entre delincuentes comunes.

Pienso que tal afirmación es un completo y sospechoso disparate. Al contrario, dicho caso es la constatación indiscutible del aterrizaje de esta explosiva mezcla en nuestro país, con gran nivel de organización, redes de apoyo y complicidades. Falta dilucidar, ¿quién lo encargó y financió? Si fue el crimen organizado, el narcotráfico, un acto revolucionario, un encargo político o todas las anteriores, reviste la misma gravedad. Son evidentes las redes involucradas y la debilidad de la inteligencia chilena, además de una sociedad y medios que desconocen las intenciones de algunos seudorevolucionarios que pretenden refundar Chile.

El concepto de crimen organizado se aplica a la asociación criminal superior, nacional o internacional, creada con el propósito de gestionar recursos económicos para acciones ilícitas, mediante la violencia, la corrupción, el terrorismo o empresas ilegales, cualquiera sea el destino final de esos recursos o bienes.

Se debe categorizar los tipos de organizaciones criminales: pandillas, grupos paramilitares de apoyo al crimen, terrorismo político o religioso, grupos políticos radicalizados; asociaciones ilícitas para delinquir, etcétera.

Los enfoques criminológicos y penales permiten la tipificación y establecen presupuestos fundamentales, con consecuencias jurídicas, permitiendo distinguir con precisión la figura delictiva. La Convención de Palermo, de las Naciones Unidas, permite desarrollar una estrategia compartida de los Estados contra este tipo de crímenes.

En su artículo 2, define: «Un grupo estructurado de tres o más personas que existe durante cierto tiempo y que actúa concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material».

Incorpora grupos disímiles que se dedican a lograr beneficios económicos u otros, a través del delito. Estos avances institucionales y globales permiten una conceptualización y tratamiento común para estos delitos, por los distintos estados, homologando realidades internacionales.

Es muy evidente que Chile está bajo ataque, acechado por elementos exógenos, como el crimen organizado y el narcotráfico internacional, pero también por grupos políticos radicalizados. Además, hay elementos endógenos, en la izquierda y en la derecha, que afectan la unidad y el sentido de comunidad nacional. No deja de sorprender el mutismo, la desconexión o quizá el miedo de los poderes del estado, la sociedad civil y la elite intelectual.

Mientras sumamos muertos, destrucción, incendios, inseguridad y violencia, la sociedad y los medios de comunicación muestran una actitud permisiva, con una tevé basura que idiotiza a la audiencia con su farándula.

Enfrentamos una sinergia o entropía negativa, que es la tendencia del sistema hacia el desorden y la degradación, dañando la calidad de vida de las personas. Debemos estar alertas, ya están instalados los males y las autoridades no muestran decisión ni capacidad para enfrentar este flagelo.

Si este mal no se contiene, habrá que recordar la triste memoria de quienes, con sus conductas cobardes, condenan el futuro del país.

¡CON UNIDAD, CONVICCIÓN Y ALGO DE CORAJE, AÚN ESTAMOS A TIEMPO! ¡DESPIERTA, CHILE!