Caszely: “El futbolista, desgraciadamente, se olvida de dónde viene”
Compartimos la excelente charla de La Vanguardia con el ex futbolista que en España brilló en Espanyol y Levante y que trascendió más allá del fútbol.
Por Álvaro García-Nieto, La Vanguardia.
Cuando andaba preparándome la entrevista a Carlos Humberto Caszely (Santiago de Chile, 1950), leí un texto del autor chileno Esteban Abarzúa que empezaba así: “Caszely es más que un jugador de fútbol, es una utopía. Ese tipo de ilusión que alimenta el alma de un pueblo y lo pone a pensar en su destino”. Consigo ponerme en contacto con Caszely vía llamada telefónica. Ahora en Chile está todo cerrado, no se puede salir a la calle por la crisis del coronavirus. Me responde y me dice que le llame a las 16.30 hora local.
Empiezo a hablar con esa utopía. Con un jugador que bailaba sobre el césped para hacer disfrutar y a quien luego se le escuchaba como a un líder político. Un futbolista mitificado. Y ya pronto me doy cuenta de que mide las palabras como los pasos antes de driblar, que no titubea y que de pronto frena, corta, acaba la frase y espera el movimiento del entrevistador como si fuera un defensa al que regatear. Solo que Caszely no regatea preguntas.
«En un Espanyol-Levante tengo el corazón dividido”
–¿Cómo gestiona estos días de cuarentena?
–Todo lo hago desde casa salvo para algunas compras. Tranquilo, en contacto por todas las vías que tenemos hoy día con los hijos, con los nietos, para saber cómo va el día a día.
(Me pregunta si soy periquito y le respondo que sí).
–Estamos muy mal ahora.
–¿Sigue al Espanyol aún?
–Sigo la actualidad semanal del Espanyol y del Levante. Cuando había fútbol me veía todos los partidos, puteando cuando perdíamos de local.
«No quería salir de Chile hasta que no acabara la universidad”
–¿Y cuando se enfrentan los dos?
–Corazón dividido. Porque los dos me han tratado muy bien.
–Fue sorprendente su llegada al Levante, ¿no?
–No tanto. Yo había tenido ofertas de otros clubes pero no quería emigrar porque estaba terminando la universidad. Y hasta que no terminara no quería salir.
«En Tercera jugaba sólo partidos como local e igualmente salí goleador”
–¿Qué estudió?
–Profesor de educación física. Y de viejo, periodismo.
–Hasta hace poco trabajó en Madrid, ¿no?
–Sí, como agregado de prensa de la Embajada de Chile en Madrid
«El fútbol está manejado por gente de derechas, muy poco democrática, y no les gusta que el futbolista tenga su opinión”
–Decía que me sorprendía su fichaje por el Levante, en el 73, porque ya era conocido por su rendimiento con Colo-Colo y el Levante estaba en Segunda.
–En esa época había un extranjero por equipo. Y todos los equipos europeos miraban a Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay. Con un extranjero por equipo era casi imposible llegar. Por eso me voy al Levante. Pensé hacer una buena campaña y pasar a un equipo más grande.
–Hizo buena campaña. Marcó 26 goles. Pero el equipo bajó y usted siguió en Tercera.
–Fue un año de transición porque como el equipo bajó, yo jugaba sólo los partidos como local e igualmente salí goleador.
«El futbolista, desgraciadamente, se olvida de dónde viene”
–¿Sólo jugaba los partidos como local?
–Claro. Porque cuando salíamos a jugar fuera me decían el presidente y el técnico que no me llevaban porque lo único que querían los de Tercera era matarme, a patadas. Y en esa época no había tanta televisión y me podían hacer algún daño.
–Le gustaba mimar el balón, además.
–Me gustaba regatear.
«He sido un hombre democrático desde que nací, nunca me han gustado las dictaduras”
–¿Le fue bien para la adaptación a Primera el haber empezado desde abajo?
–Lógico. En Tercera eran muy brutos, tiraban cada patada que era de miedo.
–El otro día hablé con Rafa Marañón.
–¡Ah, mira! ¿Cómo está él?
El gesto ante Pinochet
«Fue improvisado por el dolor que estaban pasando miles y miles y miles de chilenos”
–Muy bien, como embajador del Espanyol y a veces juega con los veteranos y continua con una zurda impecable.
–Correcto.
–Pues me dijo, literalmente, esto: “Como futbolista tenía cosas muy buenas. Algunas incluso se pasaba de lo bueno que era. Tanto, que a veces decía que él era el mejor”. ¿Cómo era su actitud como futbolista?
–Fuerte. Siempre confié en las cualidades que tenía. Y había que darse a conocer. En Europa, de Chile, no salía absolutamente nada. Yo empecé a darme a conocer después del primer partido con el Levante, cuando le hice cuatro goles al Rayo Vallecano como visitante. Y me impresionó mucho porque todo el estadio sacó pañuelos blancos. Y yo no entendía nada. Y al otro día salió en los diarios “dos orejas y el rabo para el chileno”. Ahí empecé a preguntar de qué se trataba, y fue una cosa maravillosa. Ahí empecé a darme a conocer en España.
«Primero somos personas y después tenemos una profesión detrás”
–¿Saltar a España fue más una huida por la llegada de Pinochet al poder tras el golpe de Estado de 1973 o una oportunidad futbolística?
–Lo vi más como una oportunidad. Se sabía que con dictadura las cosas no iban a andar bien, he sido un hombre democrático desde que nací, nunca me han gustado las dictaduras. También estaba terminando la universidad, tenía que dar otro paso hacia delante y ver si mi carrera podía tener recorrido en Europa, que es el sueño de todo futbolista.
–El gesto a Pinochet, de cruzarse de brazos durante el pasamanos para despedir a la selección chilena antes del Mundial del 74, ¿surge de forma improvisada o lo tenía pensado?
–Fue una forma improvisada por el dolor que estaban pasando miles y miles y miles de chilenos. E indudablemente también por lo que le había pasado a la mamá, que había sido secuestrada y torturada. Fue el grito de miles y miles de chilenos que estaban pasando por una situación muy difícil.
«No cambia mi manera de ser por un euro más o un euro menos”
–Se le conoció ya de primeras como un futbolista revolucionario, una etiqueta que puede traicionar a los profesionales del fútbol.
–No traicionar mis valores fue lo que hice. Siempre han sido valores democráticos, familiares, de ayuda, valores de divinidad del ser humano. Y los mantengo hasta hoy. Siempre digo que el futbolista primero es persona, el periodista primero es persona, el taxista primero es persona, el obrero primero es persona. Primero somos personas y después tenemos una profesión detrás.
–¿El gesto a Pinochet le costó la carrera como futbolista?
–Tuve la oportunidad de ir a clubes más grandes y no fue por lo mismo, por haber sido consecuente con lo que he dicho y he hecho en mi vida. Pero no me arrepiento de nada, porque sigo teniendo el cariño del pueblo chileno, y el cariño de donde he estado. La gente que me ha conocido, que ha conocido cómo soy. Mis compañeros dirán lo mismo. No cambia mi manera de ser por un euro más o un euro menos.
«Cuando supe que la puerta 74 del estadio del Espanyol llevaría mi nombre lloré”
–La primera temporada con el Espanyol no la pudo empezar.
–Empecé a jugar cuando obtuve la doble nacionalidad, en octubre. Y hasta el año pasado tenía un récord de haber hecho seis goles en seis partidos consecutivos.
–Sí, lo superó Borja iglesias.
–Después de cuarenta años, eh. Por eso el orgullo de tener una puerta en el estadio del Espanyol.
«Siempre quise darle alegría a los hinchas que iban al estadio. Esa era mi única misión”
–De ahí mi pregunta, porque no completó una temporada entera, entre líos burocráticos y lesiones, y aun así se le considera una leyenda.
–Tuve una temporada muy buena. Mi persona dejó grandes recuerdos más allá del jugador de fútbol. Por eso creo que la puerta setenta y cuatro lleva mi nombre. Soy un hombre muy llorón, toda la vida he sido muy llorón, y cuando supe lo de la puerta lloré, cuando supe que había sido escogido mejor jugador extranjero del Levante lloré, lloré cuando me retiré del fútbol. Y uno mantiene siempre los recuerdos gratos, por eso estoy constantemente pendiente de lo que pasa con el Espanyol y el Levante.
–¿Cómo era jugar en Sarrià? En Sudamérica el fútbol se vive con mucha pasión.
–Sarrià era maravilloso. A pesar de que muchas veces la cancha era muy mala, con mucha tierra, sin pasto. Lo que pasa es que cuando yo entraba a jugar entraba a divertirme, a pasármelo bien, a darle alegría a la gente. Siempre quise darle alegría a los hinchas que iban al estadio. Esa era mi única misión. Hace un par de años, cuando fui al estadio nuevo, se acercó un señor de edad, me dio la mano, y me dijo “¡Gerente, Gerente! ¡Usted me hizo llorar cuando le hizo el gol al Barcelona de Johan Cruyff!”. Y me dio un abrazo que casi me mató de la felicidad que tenía.
«Cruyff me dijo que me necesitaba en su equipo”
–Y a punto estuvo a punto de fichar por aquel Barça.
–Sí. Me llamó el presidente del Barcelona para reunirse conmigo y mi mánager. Yo nunca usé de eso, siempre me manejé solo. Entonces hablé con Manuel Meler, presidente del Espanyol, y me preguntó que adónde iba a ir, me dijo que no quería que me fuera. Le digo que tenía una muy buena oferta pero que no le podía decir de quién. Y dentro de la ingenuidad que uno tiene, al final le dije que me quería el Barcelona. Y me dijo “¡No!”, que ninguna posibilidad. “Si yo te vendo al Barça ahora, después de tu gran campaña, me tengo que ir de Barcelona”, me dijo. Cruyff había dicho que me necesitaba en el Barcelona para hacer dupla, ya había salido en los diarios. Cruyff , jugando un día, me dijo que me necesitaba en su equipo.
–¿Se arrepiente de que no se diera el fichaje?
–No, no, no. La vida te da cosas buenas y cosas malas. El Barça es uno de los grandes equipos del mundo pero yo en el Espanyol lo pasé bien. La última vez que fui, el aplauso del estadio fue increíble, maravilloso. Uno tiene etapas en la vida y si no llegaron, no llegaron, nada más.
El penalti en el Mundial del 82
«De las derrotas hay que sacar algunas ventajas, había que tener resiliencia. Y la tuve. Y la tengo”
–Por cierto, ¿cómo le vino el mote de ‘Gerente’?
–Cuando llego al Espanyol, el Barcelona había sido campeón. Me empezaron a hablar de Cruyff, de Rexach… Entonces yo dije que el fútbol es como una empresa, donde hay obreros y hay gerentes. Y el gerente es el que pone la firma de todo trabajador, que es el gol. Y yo soy goleador.
–Antes hablábamos de recuerdos. Se recuerda mucho en Chile, a mi parecer de forma injusta, su penalti fallado en el Mundial del 82 contra Austria.
–Tengo el recuerdo latente porque hasta hoy me sacan en cara el penal aquí en Chile. Pero no hay que olvidarse de que era plena dictadura, querían bajarme del pedestal donde estaba. Eso me hizo entender que era un ser humano como otro cualquiera, tengo virtudes pero también cometo errores. Y esos errores se pagan fuerte. Y ese penal, en el que no pasaba absolutamente nada porque era el primer partido, 30 minutos del primer tiempo… No era tan trascendente como para que hasta hoy te lo recuerden. Pero como yo siempre digo, de las derrotas hay que sacar algunas ventajas, había que tener resiliencia. Y la tuve. Y la tengo.
«Como ser humano he trascendido más allá del fútbol”
–¿Habría preferido ser recordado más por los méritos futbolísticos que por la persona?
–La persona, indudablemente. Insisto, hay que pensar que somos seres humanos, que tenemos virtudes y defectos, y el ser humano es el que tiene que trascender en la vida. Y como ser humano he trascendido más allá del fútbol. Porque por ejemplo, cuando hicimos la película con Eric Cantona (Rebeldes del fútbol), buscaron personajes en todo el mundo y de los cien personajes al final quedamos cinco, más Cantona: Sócrates, Didier Drogba, Predrag Pasic y Rachild Mekhloufi. Estar entre esos cinco, como persona, es algo realmente increíble e impresionante.
–¿Por qué cree que la gente se empeña tanto en no relacionar fútbol y política?
–Porque normalmente el fútbol está manejado por gente de derechas, muy poco democrática, y no les gusta que el futbolista tenga su opinión. Así como los artistas, los cantantes… Insisto, somos seres humanos, y el futbolista, desgraciadamente, se olvida de dónde viene. Se mete en una burbuja, una burbuja indudablemente maravillosa, que no le permite ver más allá de sus narices. Y eso no debe ser. Uno nunca debe olvidarse de dónde viene, cómo es, y no debe cambiar nunca su forma de ser.
«Ahora estoy recuperando todos esos momentos que no pude disfrutar cuando jugaba a fútbol”
–Después de dejar el fútbol estudió periodismo y estuvo vinculado a la política pero me comentaron que tampoco concede demasiadas entrevistas últimamente, ¿verdad?
–Hace tres o cuatro meses que no doy una entrevista.
–¿Y eso?
–Mi señora tuvo cáncer de columna y me desligué absolutamente de todo. Después de que ella sale, y está bastante bien, muy bien, pues nos hemos dedicado a viajar, a estar con los nietos, a disfrutar la familia, a vivir mucho más la vida a como la vivimos como futbolistas, que nos concentramos el viernes para jugar el domingo, el martes para jugar con la selección… Ahora estoy recuperando todos esos momentos que no pude disfrutar cuando jugaba a fútbol.
Sobre la situación política y social en Chile
«Ahora mismo la preocupación principal es la vida del ser humano. Después ya vendrá la conciencia”
–El fútbol da muchas cosas al futbolista pero quizá a veces olvidamos el sacrificio que hay detrás de todo.
–Claro. Mucho Año Nuevo sin familia, cumpleaños de los hijos sin familia, cumpleaños de nietos sin familia, porque uno anda viajando, anda concentrado… Son muchas cosas que se van perdiendo.
–¿Qué hace Carlos Caszely ahora?
–Me proyecto día a día. Estamos a punto de cumplir setenta. Me llamaron del Levante porque quieren que vaya en julio, cuando cumpla los setenta, para hacerme un homenaje, pero con esta cosa del coronavirus no sabemos qué va a pasar. Estamos en cuarentena en Santiago de Chile, nadie sale.
«Ojalá los grandes empresarios se den cuenta de que si les agarra el coronavirus se los llevará igual”
–Siempre ha estado muy metido en política e imagino que todavía sigue igual de pendiente. ¿Cómo vivió el movimiento del pueblo chileno de octubre?
–Lo que pasó el 18 de octubre es algo inédito, maravilloso. Que toda la gente se haya dado cuenta de la desigualdad que existe en el país. Iba como un avión para arriba cuando lo del coronavirus, y ahora ha pasado a un segundo o tercer plano. Ahora mismo la preocupación principal es la vida del ser humano. Después ya vendrá la conciencia. Ojalá los grandes empresarios se den cuenta de que, aunque tengan mucho dinero, si les agarra el coronavirus se los llevará igual. Ojalá tengamos más conciencia y el pueblo pueda ser más feliz.
–¿Cree que cuando pase la crisis sanitaria puede volver a hervir el pueblo y volver a salir a las calles?
–Es que no se sabe lo que va a pasar. Ahora, yo siempre hablo de dignidad. No quiero igualdad, quiero dignidad para la gente. Ese es mi propósito para el día de mañana.
«Aquí los que mandan no están interesados en saber un poco más la historia de uno”
–Dos periodistas residentes en España están escribiendo ahora su biografía. ¿Nadie se había interesado antes?
–No. Sobre otra gente han hecho novelas, han hecho libros, estudios, pero de mí es la primera vez que se interesan. Todo empezó cuando estuve de agregado de prensa de la Embajada en Madrid. Nos tomamos un café y empezamos a hablar, a hablar y a hablar y me dijeron “Oye, ¿por qué no escribimos esto?”. Porque aquí los que mandan no están interesados en saber un poco más la historia de uno.
–De hecho, usted ya ha publicado.
–Escribí un libro de cuentos. Calle larga con final de pasto, se llama.
Dos días con Eduardo Galeano le despertaron el interés en escribir
–¿Ficción?
–Son historias y cuentos de fútbol relacionados conmigo.
–¿Siempre le había corrido literatura por las venas o fue al dejar el fútbol?
–Me acuerdo muy bien, porque Héctor Núñez, que fue técnico mío en el Levante, estando en Uruguay me llama y me dice que Eduardo Galeano quería tener una reunión conmigo. ¡Eduardo Galeano! “¡Guau!”, dije yo. Y me fueron a buscar al aeropuerto y estuvimos compartiendo dos días intensos, muy intensos. Y ahí me picó un poquito el bichito porque yo le empecé a contar historias, historias de la mamá, historias de mi vida…
–¿De dónde bebe para escribir?
–Normalmente me siento en la terraza, mirando a las estrellas y yo, como soy antiguo, escribo en hojas. Escribo en hojas, boto, escribo en hojas, boto, hasta que resulta algo y lo plasmo, como hice en el libro.