Caso Ceballos: en defensa de la verdad (histórica y coyuntural)

Chile se ha convertido en un país extraño. El lector puede tomar esta sentencia como una hipótesis o una realidad. Lo concreto es que tras décadas de mentiras y de masivos engaños, a muchos (as) les sigue pareciendo más nocivo conocer la verdad, que moverse de su zona de confort cognitiva-valórica, incluso construida sobre la base de falacidades y de engaños…
Por MARCO SOTOMAYOR
Que nuestra bandera y nuestro himno son los más hermosos del mundo, nos decían desde pequeños. Mentirillas blancas que se instalan en nuestro (in) consciente para ofrecernos mayor pertenencia a este colectivo que conocemos como país o patria o matria.
Más tarde, ya creciditos, nos dimos cuenta de que hay otras mistificaciones no tan inocentes. Y con ellas construimos relatos e instalamos posverdades perpetuas. O casi.
Son tantos los ejemplos que no sabría por dónde empezar. Quizás resulta más fácil establecer áreas de nuestro quehacer en las que estas distorsiones se entronizaron por muchos años: desde temas económicos y políticos hasta el ámbito de los Derechos Humanos; desde aspectos medioambientales hasta nuestras jubilaciones; desde la Iglesia Católica hasta el deporte, entre tantas otras.
Todo está cruzado por mitos y engaños. A veces burdos; otros, más elaborados. Un caso paradigmático que cobró vigencia por estos días: recién 20 años más tarde, nos enteramos de las aberraciones cometidas por el cura Karadima.
¿Alguien se atrevió o se atreve a invalidar los testimonios de Hamilton, Murillo y Cruz, porque «demoraron» dos décadas en contarlo todo? Ellos escogieron el momento para socializar sus impactantes historias. Punto.
¿Un ejemplo muy grande? ¿Incomparable, pues afectó directamente al alma de nuestro país? Lo fue. Indiscutiblemente. Pero, como ya anticipé, verdades tardías encontramos en todas partes.
¿Vamos a temas políticos? Me faltaría espacio para enumerar las docenas de colusiones y arreglos espurios, «cocinados» entre cuatro paredes y que se revelan meses, años después.
Lo mismo ha ocurrido en el deporte. Y cito otra gran ejemplo: cuando Eduardo Bonvallet comenzó a cimentar su estatura como líder de opinión, comprendió que para adquirir una credibilidad acorde con ese rol, debía contar la verdad de lo que ocurrió en el fútbol chileno en las décadas de los 70 y 80.
Y Eduardo se inmoló: admitió públicamente haber consumido drogas en muchos vestuarios. Y por eso se retiró a los 28 años de las canchas: su tobillo no resistió más inyecciones y pastillas. Ojo, eso ocurrió dos décadas antes de que fuera denunciado por Bonvallet, en 1995/96, cuando irrumpió en las comunicaciones.

Hoy, cuando Luis Ceballos vuelve a referirse a situaciones anormales que asomaron en el vestuario de la Universidad Católica en la Copa Libertadores 1995, muchos integrantes del mundillo futbolístico y parte de la opinión pública (recojo posteos al respecto en redes sociales) saltan como impelidos por un resorte: «¿Y por qué no lo dijo antes? ¿Y qué saca con denunciarlo ahora? ¿Acaso quiere notoriedad, convertirse en noticia?»

En lugar de valorar el mensaje, se insulta al mensajero. Pregunto: ¿Los mismos que han denostado a Ceballos «porque recién ahora se atrevió», harían lo mismo con la víctimas de Karadima o con Eduardo Bonvallet si estuviese vivo?
«Ah, es que son cosas distintas…» «Ah, es que Bonvallet es Bonvallet». Un tipo llegó a escribir: «Ceballos ni siquiera era titular en ese equipo», como si la condición de suplente invalidara su juicio y sus valores y, al cabo, su declaración se convierte en desechable porque jugaba poco en la UC.
El temor a la verdad, la incomodidad que genera, el volver a remover escombros que varios quisieran olvidar. Todo este conjunto de sensaciones internalizadas durante tanto tiempo convierte a muchos (as) en cobardes, en pusilánimes, en indiferentes.

No así a Luis Ceballos. Ex jugador de muchos equipos, campeón con Cobreloa, medallista de plata en los Panamericanos 1987 (esa Roja despachó en semifinales a la Argentina de Basualdo, Marchesini, Fabri y Dertycia, entre otros, para caer en la final ante los brasileños), director técnico, concejal por su Lota natal… Ceballos no necesita prensa ni artificios mediáticos. Tan sólo quiso contar su verdad, a pesar de que -me confesó- «puedo quedar expuesto a represalias».

Puede ser. En el fútbol chileno existen poderes fácticos muy poderosos, cercanos a lo que definimos como mafias. Hace poco, nomás, Sergio Jadue encabezó una directiva que más bien parecía asociación ilícita, por si tienen dudas de mi afirmación.
Ceballos dirigirá técnicamente a Malleco Unido durante la presente temporada. Le deseo éxito. Mientras otros prefieren seguir ocultando la basura bajo la alfombra, el ex volante que hizo famosa la polera «Soy de Lota» (que Ceballos mostró tras anotarle un gol a Colo Colo en una liguilla copera, defendiendo a la propia UC) mostró un camino de dolorosa, pero necesaria verdad.

Revisa el recordado gol de Luis Avelino Ceballos (11:27).