Boxeo: la historia secreta de un guapo al que todos conocen como “Pancora”
Se llama José Luis Velásquez y es de Quellón, pero aclara que nunca fue pescador, como cuenta el mito. El más mexicano de los boxeadores chilenos ha dado, en los últimos años, sorpresas hasta insólitas para un peleador fruto de un medio tan venido a menos y poco competitivo, como el chileno. Venga, acomódese y conozca la historia de este gladiador chilote…
Por EDUARDO BRUNA
Un poco opacado por la pandemia, y bastante por el hecho cierto de que nuestro periodismo de deportes se concentra casi siempre en el fútbol, a casi 1.300 kilómetros de Santiago, más específicamente en Quellón, Chiloé, existe un boxeador cuyos éxitos, en los últimos tiempos, le habrían significado ser personaje frecuente de los medios de comunicación y, en una de esas, invitado estelar a programas de alto “rating”. Se trata de José “Pancora” Velásquez, boxeador de peso gallo que, por esas paradojas de la vida y de nuestro entorno es, a estas alturas, más conocido y valorado fuera que dentro del país.
Y es que, claramente, Velásquez es el más mexicano de los boxeadores chilenos. Porque, aparte de ser fuerte y guapo como el que más, va siempre al frente sin guardarse nada ni retroceder un paso, al punto que su estilo –ciertamente sanguíneo y gustador-, lo transforma a veces en todo un kamikaze. El “Pancora” es todo o nada, sólo que, hasta aquí, y tras mantenerse durante casi cinco años invicto, lo ha sido todo, especialmente para aquellos que vivimos añorando pretéritas épocas doradas o, por último, mejores que esta larga agonía que se prolonga por décadas, sin que el boxeo chileno muera definitivamente.
El pugilismo nuestro es algo así como cuenta la ya legendaria pieza compuesta en 1973 por María Elena Walsh –“La cigarra”- y que popularizó la “negra” Mercedes Sosa: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando…”. Simplemente, porque al boxeo chileno lo vienen matando desde hace años dirigentes ineptos, promotores poco escrupulosos, el Colegio Médico y hasta algunos parlamentarios que se propusieron prohibirlo tras el trágico fallecimiento de David Ellis, ocurrido en diciembre de 1991, en Coyhaique.
José Velásquez es, pues, casi fruto de un milagro. Porque eso es el que, de un medio tan pobre y escasamente competitivo, surja un pugilista capaz de, incluso en corral ajeno, pararse de igual a igual frente a cualquiera y cosechar sonadas victorias que, en otro tiempo, habrían volcado a la gente a Pudahuel para recibirlo como un héroe.
El 23 de septiembre de 2017, al “Pancora” lo llevaron “de punto” a Sao Paulo, Brasil. En jerga boxística, para que perdiera frente al crédito local Antonio Paulo Soares y este sumara una victoria más para engalanar su hasta entonces inmaculada campaña. Seguramente vieron que, además de chileno, Velásquez tenía, hasta ese momento, un record bastante discreto, con seis derrotas incluidas, aunque ninguna por la vía del nocaut.
Pero he aquí que el “Pancora” los sorprendió a todos. En el gimnasio del Club Atlético Juventus, y tras superar unos rounds iniciales claramente adversos, Velásquez sacó en el séptimo asalto la mano que lo cambiaría todo: un cruzado de derecha agarró al brasileño en plena mandíbula y para Soares fue inevitable no ir a la lona. En el asalto siguiente, el “Pancora”, como el tiburón que huele la sangre de su presa y no lo deja escapar, fiel a su estilo fue por el premio mayor, consiguiéndolo de manera rotunda: el crédito brasileño visitó nuevamente la lona, esta vez para no pararse más.
Los espectadores brasileños, ciertamente, no daban crédito a lo que veían sus ojos. De rodillas sobre el ring, emocionado y al borde de las lágrimas, el “Pancora” se coronaba campeón latinoamericano de peso gallo reconocido por la OMB (Organización Mundial de Boxeo).
Recuerda de esa pelea Velásquez:
“Cuando dije que iba a volver a Chile con el cinturón, los brasileños se rieron de mí. Por supuesto que me hirieron el amor propio, pero los entendí: a mí me habían llevado como presa fácil para que Soares siguiera escalando y se metiera en el ranking mundial. Lo pintoresco vino después que me calzaron el cinturón de campeón. Lo vi tan bonito que fui donde los organizadores del combate a preguntarles si me lo podía traer a Chile. Hasta Soares, ya repuesto del nocáut que le metí, sonrió y movió la cabeza”.
Incentivado por ese triunfo, el “Pancora” siguió peleando -y ganando- en los cuadriláteros nacionales. Dice: “No es por buscar excusas, pero en buena parte de mi carrera sólo tomé el boxeo como un pituto. Con una esposa, y un hijo, tenía que rebuscármelas por otro lado, aunque eso de que fui pescador forma parte del mito. La única vez que me subí a un bote en Quellón terminé más mareado que de haber estado en una tomatera. Supe, en ese momento, que eso no era para mí. Quiero decir que, hasta hace unos años nada más, hubo veces que peleé casi sin entrenar, porque de una u otra manera tenía que ganarme la vida”.
Antes de seguir contando acerca de sus últimos combates, obligatorio es consultarle a José Luis sobre el origen de su apodo. Con mayor razón ahora que ha develado que entre el mar y él no es amistad lo que existe, precisamente.
Cuenta, sin poder ocultar su risa:
“Como todo niño, era loco por el fútbol, y en el rato libre que tenía me arrancaba a jugar una pichanga. Y mi mamá, como toda mamá que no quiere que su hijo ande peluseando en lugar de hacer sus tareas, frecuentemente me iba a buscar para llevarme de una oreja a la casa. Sólo que una vez, que estaba muy entusiasmado con la pelota, cuando la vi llegar, y sabiendo que a ella la apodaban “Pancora”, para molestarla le grité su alias delante de todos. Perdí por partida doble, porque mi mamá me agarró a correazos, por falto de respeto, y los pesados de mis amigos, a partir de ahí, me empezaron a decir a mí eso de “Pancora”. Al principio me molestaba, pero luego lo asumí y ahora hasta echo de menos que no me nombren como José “Pancora” Velásquez.
De todos modos, siguió compartiendo su vicio por el balón, primero con los estudios y luego con el boxeo. Colocolino hasta los huesos, soñaba, por aquellos años, con emular a más de algún crack albo del momento.
Pero el destino al “Pancora” le tenía reservado otro combate memorable, mucho más cercano en el tiempo. En octubre de 2019, mientras en Chile explotaba el estallido social inevitable tras décadas de abusos y sinvergüenzuras de todo tipo por parte de la despreciable casta política nacional, él se embarcaba silenciosamente para volar hacia Miami. Claramente, de nuevo lo llevaban “de punto”, pero él no se amilanó para nada, porque ese desparpajo parece estar en sus genes y porque, además, la bolsa que cobraría superaba por lejos lo que podía obtener en una pelea casera y de dudosa relevancia.
Su “verdugo”, esta vez, iba a ser el nicaragüense Melvin López, ranqueado mundial de peso gallo y dueño de una intimidante hoja en la que no aparecían derrotas: López, a lo mejor seguidor de los pasos del ídolo “nica”, Alexis Argüello, tres veces campeón del mundo, exhibía un record de 24 peleas, todas ganadas, y 19 de ellas por nocaut.
Recuerda el “Pancora”:
“Peleamos en un ring montado en la Fair&Expo, en el condado Dade de Miami. El público claramente estaba con el nicaragüense, porque prácticamente toda su carrera la ha hecho ahí. En la subida al ring, mientras a él lo ovacionaron, a mí me acogieron con una absoluta indiferencia. Le sentí la mano a López más de una vez, pero como me di cuenta que de todas formas la aguantaba, eso me dio más confianza todavía. Hasta que por ahí lo agarré justito con un par de golpes muy precisos y lo puse de poto, ante la sorpresa e incredulidad de todos. En consecuencia, volví a ganar un título internacional de la Organización Mundial de Boxeo (OMB)”.
El 20 de diciembre del año pasado, sin embargo, el “Pancora” sufrió una de las grandes frustraciones de su vida. Recuerda:
“Me llevaban para disputar el título mundial interino de la Asociación Mundial de Boxeo frente al filipino Reymart Gaballo, número 1 del ranking mundial e invicto en 23 combates. El que ganaba se transformaría en retador obligado de la pelea de fondo, que por el título del mundo absoluto de la categoría disputarían el filipino Nonito Donaire y Emanuelle “Manny” Rodríguez. Pero Donaire dio positivo por Covid 19, con lo cual ubicaron a Reymart Gaballo para protagonizar el combate estelar, dejándome a mí sin rival. Fue una frustración tremenda, porque yo estaba en EE.UU. financiando mi estadía, y al quedar sin recibir la bolsa que esperaba perdí bastante plata, porque tampoco me quisieron indemnizar”-
El 22 de mayo de este año, sin embargo, el “Pancora” tuvo su pequeña revancha. Volvió a combatir en Estados Unidos, esta vez enfrentando al invicto mexicano Ariel “Kuman” López en Rock Hill, Carolina del Sur. Recuerda:
“Era una pelea por la corona de Estados Unidos de peso gallo y Ariel López era nuevamente el claro favorito, porque tenía un record invicto de 16 combates. Pero parece que a estas alturas los gringos me conocían un poco más, porque al subir al ring del Thomas Gymnastics Training Center, me aplaudieron más a mí que al mexicano. Creo que el haber noqueado al otro López, el nicaragüense, me hizo ganar hartos seguidores”, comenta riendo el “Pancora”.
Velásquez se impuso por fallo unánime de los jurados y sumó otro cinturón a su colección de títulos. Pero, con 31 años ahí está, esperando un nuevo llamado de fuera de las fronteras. Pelear en el país, sin público, es no sólo una utopía, sino una pérdida económica que nadie está dispuesto a asumir.
Pero él tiene paciencia. Pendiente de su celular y de su correo, el “Pancora” sabe que en cualquier momento tendrá que hacer maletas e iniciar los trámites de rigor para volver a abordar un avión.
Mientras, más que su colección de cinturones, su mayor orgullo y alegría es cuando le mencionamos que es el más mexicano de los boxeadores chilenos. Dice: “Que me califiquen de esa forma llena por completo mis expectativas. Entiendo que me quieren decir que voy siempre para adelante, que soy guapo en el ring que sea y que no arrugo. Ese es el mayor de los elogios que pueden brindarme, porque siempre fui un profundo admirador del boxeo y los boxeadores aztecas”.