Bolivia, nada nuevo bajo el Inti
- La escuadra de Julio César Baldivieso llegó a la Copa América Centenario con pobres credenciales y magras expectativas de dar alguna sorpresa. Ya perdió con Panamá en el debut, que era su objetivo más a la mano.
Relegada ya a los museos está aquella maravillosa generación que clasificó a los altiplánicos al Mundial de Estados Unidos 1994.
Veintidós años más tarde, Bolivia retorna al país que presenció su mayor hazaña sin ninguna otra pretensión que mejorar su juego para intentar una remontada en las clasificatorias sudamericanas con miras a Rusia 2018.
Al cabo de las seis primeras fechas del periplo premundialista, los altiplánicos están penúltimos, con tres puntos, superando solamente a la sorprendentemente débil Venezuela. Nada inesperado, conociendo su historia.
Corroborando el mal augurio de los entendidos, la única meta realista en la Copa América, que era vencer a la también débil Panamá, se esfumó con la derrota 1-2 en el estreno.
Lo malo es que ni por juego ni por figuras la hinchada boliviana puede esperar algo mejor en el futuro inmediato.
Aquello, si se hace un análisis realista. Porque en una actitud propia del acostumbrado a competir débilmente, dirigentes, jugadores y aficionados apegan sus ilusiones a cualquier partido o competencia que afronte su selección. Ahora veían a la Copa América Centenario como una nueva oportunidad que les daba la vida para salir del hoyo.
Una señal clara de esa actitud es la desubicada exigencia hecha días atrás por la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) al entrenador Julio César Baldivieso a través de su presidente, Rolando López, quien dijo que la Copa es para el DT su “prueba final” y que “ya no tiene excusas” para elevar el rendimiento del equipo.
Baldivieso no se demoró ni un minuto en replicar que “no soy mago, soy técnico”.
¿Es que hay bases objetivas para sustentar la esperanza del pueblo boliviano y el ultimátum dirigencial? Ninguna.
Baldivieso -en el puesto desde agosto del año pasado- cuenta con poco material de calidad. Para peor, sus mejores jugadores, el goleador Marcelo Moreno Martins y el volante Alejandro Chumacero, no acudieron a Estados Unidos. El primero, luego de renunciar hastiado del pobre nivel estructural del fútbol de su país, mientras que el segundo por estar lesionado de una rodilla.
De este modo, lo más probable es que una vez más el pueblo boliviano termine desilusionado y resignado a envidiar éxitos ajenos.
Quizás lo más revelador del actual nivel del fútbol boliviano sea que su líbero titular es el paraguayo nacionalizado Nelson Cabrera. Sí, el mismo que fracasó en Colo Colo y que en Macul destacó por su particular torpeza con el balón.
En su permanente afán de enmendar rumbos, la selección albiverde viene renovada respecto de la que jugó la pasada Copa América y que fue goleada 5-0 por Chile. A las ya citadas ausencias de Moreno Martins y Chumacero se suman el veterano central Ronald Raldes, el prometedor lateral volante izquierdo Leonel Morales y los delanteros Ricardo Pedriel, Pablo Escobar y Damián Lizzio.
Todo ello abona la presunción de que el nivel de esta nueva escuadra no debe ser mejor que la que sucumbió en el Estadio Nacional hace ya casi un año.
El último indicio fue la goleada que le propinó Estados Unidos en el amistoso jugado hace un par de semanas. Fue un 4-0 que dejó clara la diferencia entre un equipo con ambiciones y que intentará llegar alto y otro que procura soportar hasta donde le dan las fuerzas.
No ha hecho mucho Bolivia en los últimos años para cambiar la suerte. Lo único relevante fue la creación por iniciativa particular a fines de los ’70 de la Academia Tahuichi Aguilera, cuyos equipos infantiles lograban y siguen logrando triunfos impensados y que auguraban un mejor futuro para el balompié altiplánico. La academia hasta logró proyectar algunas figuras de renombre, como el “Diablo” Etcheverry, “Platini” Sánchez, Juan Manuel Peña, Jaime Moreno y Luis Cristaldo, todos artífices de la clasificación mundialista de 1994.
Pero una sola academia de fútbol infantil y juvenil no puede dar más frutos si choca hacia arriba con estructuras endebles. Por eso no es raro que todos, desde Evo Morales hacia abajo, pasando por dirigentes, jugadores y periodistas, siempre lamenten que “así como están las cosas” nada bueno puede esperarse.
Y así les va. Vaya pitonisos.