Barbie, un modelo de cultura y de mujer
El 9 de marzo de 1959 fue la presentación en sociedad de Barbie, la muñeca ideal de una infancia por deconstruir. En la Feria de Juguetes de Nueva York, Ruth Handler, cofundadora junto a su esposo de la empresa Mattel Inc., dio a conocer a Barbara Millicent Roberts, nombre completo de la muñeca.
Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Foto: ARCHIVO
¿Quién no tuvo una Barbie? La historia cuenta que Ruth Handler, la creadora de la muñeca, se inspiró en su hija cuando la veía jugar con muñecas. El complemento de esta versión es un viaje que Handler hiciera a Alemania, donde vio una muñeca sexy en una vitrina. Esa muñeca era Bild Lilli, siendo Bild, “imagen”, que no era un juguete para niños. Tal vez esa sea el fondo y la forma de esta muñeca, llena de polémicas y críticas a su haber. Así como les gusta decir ahora, una imagen-mujer. Una imagen-mundo, una imagen-país. ¿Qué imágenes nos entrega esta muñeca que siempre está de vacaciones?
La muñeca más popular del siglo veinte es un ícono de varias cosas que hoy se encuentran en plena crisis, en proceso de ser destruidas, sobre todo a raíz de estereotipos raciales y femeninos. Una de las primeras críticas es que la muñeca propone como ideal a una mujer blanca, rubia, muy delgada y muy superficial, aunque estas características reunidas bajo el lema “Tú puedes ser lo que quieras ser”.
Habría que pensar un cruce entre Barbie y Britney Spears, por ejemplo, cuya reivindicación actual es una especie de hashtag entre quienes hibernan en sus celulares. De hecho, es curiosa la similitud de la muñeca con un dildo. Habría que revisar esta relación. Alguien debiera escribir un ensayo sobre Barbie y la deconstrucción, palabra inevitable en esta época derridiana. ¿Tendrá “un departamento en Urano” la muñeca ideal?
La primera Barbie lucía un peinado rubio de los años sesenta, vestida con un traje de baño de cebra. Una suerte de protoanimal print. En ese ensayo apócrifo se podría indagar en los simbolismos de la cebra y ciertas representaciones de la mujer en el siglo veinte, de la mujer blanca y rubia, que quiere su Ken, emblemática pareja de esta muñeca con cara de estupefacientes. Por lo demás, Ken tiene que haber sido un rey de los anabólicos.
Creo que en algún momento les hicieron párpados, porque esa mirada fija, por lo menos a mí, me producía terror al escuchar las conversaciones que mis hermanas les atribuían a sus Barbie, que además eran bastante caras para padres y madres del Chile “de transición”.
En el fondo, parecemos estar hechos de eufemismos. Previo al cambio de milenio, Boltanski y Chiapello publicaron “El nuevo espíritu del capitalismo”, un libro ineludible para comprender cómo opera la máquina que deglute símbolos y representaciones del capitalismo. Allí logran desentrañar el capitalismo como una maquinaria de reciclaje simbólico. El caso paradigmático es la imagen del Che Guevara, que terminó siendo un mono.
Ahora que lo pienso, ese gran ensayo sobre Barbie sería un gran aporte a las discusiones contemporáneas. Es probable que exista una Barbie feminista. Eso es lo que este dúo revisa: cómo el capitalismo es capaz de transformar en mercancía las luchas sociales, entre otras cosas. Nada que los situacionistas no hubieran advertido y atacado en su momento.
Finalmente, otra de las grandes controversias a las que se vio expuesta Barbie fue a un racismo biempensante cuando sacaron el año 1967 la primera versión afroamericana de Mattel.
Por supuesto, las críticas no se hicieron esperar: “De color Francie” solo tenía el color de las mujeres afroamericanas pero conservaba los mismos rasgos caucásicos de la versión original.
Después de todo, o a pesar de todo, esta muñeca aparentemente inofensiva nos hace pensar los modelos de mujer que se erigieron desde el imperialismo gringo durante el siglo veinte. Algo que, lamentablemente, todavía no logramos superar. Al parecer seguimos jugando a las muñecas.
Dentro del ensayo sobre Barbie, habría que incluir los siguientes tres libros en la bibliografía: “Casa de muñecas”, de Ionesco; “Cobra”, de Severo Sarduy (Teatro Lírico de Muñecas) y “El cuerpo lesbiano”, de Monique Wittig, entre muchos, muchos otros.