Algo de historia: un año más sin Johan Cruyff

El lunes pasado conmemoramos un año más de la muerte del mejor jugador europeo de todos los tiempos (24 de marzo de 2016, en Barcelona), y uno de los cinco más trascendentes en la historia del fútbol mundial. Acá le contamos más detalles por los cuales siempre serán recordados el «Holandés volador» y su “Naranja Mecánica”…

Imagen del autor

Por El Ágora
Actualizado el 31 de marzo de 2025 - 10:00 am

Johan Cruyff, el jugador más cerebral en la historia del fútbol mundial. Como técnico, fue el creador del Barcelona multicampeón con Guardiola / Foto: ARCHIVO

Después de la Copa del Mundo Inglaterra 1966, el dirigente chileno Juan Goñi intentó explicar el fracaso de La Roja en ese evento con dos frases para el bronce:

  1. a) Dijo que la solución del fútbol chileno requería bencina y fósforo, y…
  2. b) Que Rubén Marcos había sido el mejor futbolista nacional porque era de Osorno y allí había sido alimentado con leche y queso.

Los ingeniosos ironizaron con que entonces Holanda debería ser campeón del mundo dada su producción de lácteos…

En esos años, la selección de los ahora llamados Países Bajos no pasaba de ocupar un lugar secundario en Europa. Ocho años después, le daba la razón a Goñi: en el Mundial de Alemania Federal 1974, Holanda fue una revolución por su estilo de “fútbol total”.

Michels, el creador

Bautizado como la “Naranja Mecánica” por el color de su camiseta y en alusión a la novela del británico Anthony Burgess (llevada al cine por el estadounidense Stanley Kubrick), ese equipo fue forjado por Rinus Michels.

El entrenador holandés había seguido toda la campaña de Brasil en México 1970, desde la sede de Guadalajara hasta la final en el Estadio Azteca, y llegó a la conclusión de que la técnica del astro Pelé y compañía sólo podía ser contrarrestada a través de la presión (pressing) en determinadas zonas de la cancha de dos o más jugadores contra uno del rival.

Esto lo detalla Michels en un libro sobre el origen de ese mítico equipo. El esquema escogido fue un 4-3-3. En la defensa actuaban Wim Suurbier, Arie Haan, Wim Rijbergen y Ruud Krol. Rijbergen era el último zaguero y años más tarde dirigiría sin éxito a Universidad Católica.

Cruyff frente a dos «especialistas»: Franz Beckenbauer y el arquero Sepp Maier / Foto: ARCHIVO

Cruyff, el cerebro

En el mediocampo jugaban Johann Neeskens, Win Jansen y Willem van Hanegem. Neeskens se movía de área a área, Jansen era el volante de contención y el zurdo Van Hanegem sacrificaba su corte individual en función del colectivo. En el ataque, Johnny Rep, Johan Cruyff y Rob Rensenbrink. Rep actuaba en el ala derecha y era goleador, en tanto que Rensenbrink lo hacía en la izquierda.

Cruyff fue el cerebro de la “Naranja Mecánica”, el futbolista más parecido a Alfredo Di Stéfano, de quien imitaba su juego en toda la cancha. En el presente, cuando está de moda hablar del “falso 9”, no está de más recordar que el argentino Adolfo Pedernera era “falso 9” hace más de 70 años, el argentino-hispano Di Stéfano hace 60, el inglés Bobby Charlton hace 50 y el holandés Cruyff hace 40 años.

Fútbol total o fútbol circular

Holanda sorprendió con el vértigo de su juego, la presión en el mediocampo y la velocidad para pasar al ataque. Cuando perdía el balón, no retrocedía y buscaba recuperarlo lo más lejos de su arco, corriendo riesgos, pero sin perder el equilibrio, por más que sus ejecutantes dejaran de lado su ubicación inicial, para ocupar otros espacios.

El talón de Aquiles de la formación era el arquero Jan Jongbloed. Michels lo eligió en lugar de Piet Schrijvers porque Jongbloed jugaba mejor con los pies, pero su nivel entre los palos era inferior. La final de la Copa del Mundo 1974 significó la victoria de los especialistas por sobre quienes jugaban de todo: Alemania Federal contaba con un mejor portero (Sepp Maier), un mejor líbero (Franz Beckenbauer) y un típico hombre de área y goleador (Gerd Müller).

La “Naranja Mecánica” trascendió en la historia, pese a que perdió dos definiciones en Mundiales: en Alemania Federal 1974 y en Argentina 1978, donde ya no contaba con Cruyff y en la banca estaba el austríaco Ernst Happel.

En ambos casos le tocó medirse con las selecciones dueñas de casa y le habría bastado trocar a los arqueros, a Jongbloed con el alemán Maier y el argentino Ubaldo Fillol, para coronarse campeón.