Anticolumna de Ele Eme: Gareca es inimputable porque somos malos por naturaleza
Chile está a las puertas de quedarse afuera de su tercer mundial de fútbol consecutivo. Este desastre no lo habría evitado ni Ancelotti.

No nos preguntemos ¿qué te pasó, Chile? por la igualdad en blanco como locales contra Ecuador que nos mantiene en el fondo de la tabla a falta de cuatro fechas para terminar las eliminatorias mundialistas (confirmado: para nuestro país son eliminatorias, no clasificatorias).
Siempre fuimos malos para la pelota. El tercer lugar mundial del 62 fue porque éramos locales y porque Riera empezó el proceso mucho tiempo antes. Lo de las dos copas América fue otra excepción, otro espejismo.
Somos malos siempre
Pasa con nuestra selección como con los buses interurbanos. Cuando los pasajeros reclaman por lo oneroso de los pasajes en Semana Santa, los empresarios dicen que ese es el valor normal y que el resto del año están en oferta. Los pasajes siempre han sido caros, sólo que en ciertas fechas son más caros.
Como futbolistas siempre hemos sido negados y ñurdos, sólo que cada 50 años nos concentramos más en este jueguito.
Todos contra Gareca
Al actual DT, Ricardo Gareca, le están criticando todo. Desde que va a ver a su vieja para el Día de la Madre hasta que habla muy pausado, pasando porque contra Ecuador no apuró el cambio que estaba a punto de realizarse (Cabral por Vidal), en circunstancias que ¡la pelota estaba en juego! (demasiado ansioso estuvo ahí Rodrigo Vera, de Chilevisión).
Perdiendo la perspectiva
La crisis futbolística ya no es crisis. Por definición ninguna crisis es cotidiana y habitual. Pero igual la situación afecta.
Por ejemplo, a nuestros futbolistas más ganadores a nivel de clubes internacionales, que no están acostumbrados a estos papelones. Un ejemplo es Arturo Vidal, cuyas primeras declaraciones después del 0-0 con los dirigidos por Beccacece denotaban una severa distorsión de la realidad. Dijo que hace muchos años que Chile no jugaba tan bien como en el primer tiempo contra los ecuatorianos. ¿Perdón? ¿Goleamos acaso? ¿Ganamos por lo menos? ¿Convertimos goles siquiera? Nada de eso. De hecho, estuvimos a un tris de perder si la línea del VAR (gentileza de Art Attack) la hubieran dibujado con mejor pulso.
¿Qué hacemos ahora?
¿Cuál es la solución? No es hacer tripas corazón porque seremos malos, pero dentro de los malos debemos ser el país más futbolizado y esto no deja de parecernos un drama.
Tampoco confiar en que nuestros dirigentes comenzarán a hacer las cosas bien de una vez por todas, porque ahí iríamos contra el corazón de nuestra idiosincrasia, contra nuestra histórica ineptitud, lo más sagrado que tenemos. Contra ese fatídico “en el camino se arregla la carga” que nunca se cumple, pero que no por eso dejamos de usar como consigna para todo lo que hacemos.
La solución es esperar pacientemente hasta el 2068, año en que según las estadísticas debería surgir una nueva camada brillante por generación espontánea. Y una vez que llegue, gozar a concho esa ventanita de gloria, esa varita mágica que nos toca cada 53 años. Peor es mascar lauchas.