Columna de Sebastián Gómez Matus: Traducido de la noche
Desconocidos absolutos en nuestra cultura, aunque hay unos poemas colgados en la página de la Fundación Vicente Huidobro, Esther Razanadrasoa y Jean-Joseph Rabearivelo fueron dos figuras claves de la literatura malgache.

Llevo todo el verano traduciendo una novela de la escritora suiza Douna Loup, que guarda un extraño parecido físico con la madre de mis hijos. La novela se trata de su tío, Boris Weisfeiler, un matemático ruso y ciudadano estadounidense que desapareció cerca de la ex Colonia Dignidad en 1985.
Es una novela documental donde la autora intenta reconstruir la desaparición de su tío abuelo. Él se va de la otrora Unión Soviética a Estados Unidos y, siguiendo su pasión por el senderismo, llega a Chile, donde finalmente desaparece. Hay todo un mundo comprimido en la búsqueda de una vida que sigue en el misterio y sin justicia, como tantos otros casos.
Revisando otros títulos de la autora, volví a dar con L’oragé, novela que no he leído y que reconstruye una historia de amor. Del amor de dos poetas de Madagascar: Esther Razanadrasoa (1892-1931) y Jean-Joseph Rabearivelo. Él nació el 4 de marzo de 1901 y se suicidó el 22 de junio de 1937. Ella era diez años mayor que él y fue su maestra, en todos los sentidos.
Una pareja clave para la cultura malgache, de la cual sabemos muy poco. Quizás no tanto por la distancia, sino por la jerarquía innata que tenemos de las culturas. En Suiza, y en particular en la parte francesa, hay una inclinación por la poesía documental, como lo demuestra Muriel Pic, poeta que también estoy traduciendo y que hace lo propio en dos libros clave de su bibliografía: “Élégies documentaires” y “L’argument du rêve”.
Diarios de más de mil páginas
Hablar de una es hablar del otro. Pero quiero escribir sobre Jean-Joseph, que está de cumpleaños y que tiene un título cautivador: “Traduit de la nuit” (Traducido de la noche). Imposible rescatar la musicalidad (la rima) del título original. El título es hermoso, sobre todo porque entiende que todo poema es la traducción de una fuente que en su caso se llama noche. Además, está la noción fragmentaria de la traducción de la noche.
Todas las culturas, independiente de su lugar físico y el tiempo en que hayan vivido, han tratado de traducir la noche. Enrique Lihn dice: “Ver otra vez las estrellas -es nuestro oficio-”.
El libro de Rabearivelo cuenta con una traducción al inglés a cargo de Robert Ziller, en cuya portada sale una paloma portadora. La novela que escribió Douna Loup sobre la figura de la poeta malgache está basada en sus diarios de más de mil páginas. Según el propio Rabearivelo, la poeta murió a causa de los medicamentos que tomó para abortar al fruto de su amor.
Mi tesis inmediata de lectura es que Rabearivelo metaforizó a Esther Razanadrasoa como “la noche” y que sus traducciones son exactamente eso: traducciones del malgache de nuestra poeta. Es una idea arriesgada, sobre todo sabiendo tan poco de ambos, pero tiene que ser así. Voy a leer todos sus libros, de momento leo todo lo que pillo en internet. Hay otro libro de título hermoso: Presque-Rêve (“Casi sueños”). ¿Qué es un presque-rêve?
Innovar el espíritu de la poesía
El 14 de abril, con apenas 39 años, murió Esther Razanadrasoa, poeta reconocida y fundamental para la cultura malgache. Llegó a ser redactora jefa del diario “Tsara Hafatra” (Buenas Noticias) y firmaba como Anja Z, en homenaje a su madre. El padre había sido un hombre de letras que heredó el oficio a su hija. Toda su obra fue escrita en malgache, específicamente en el dialecto de la etnia hova. Uno de los motivos del distanciamiento de la pareja de poetas fue que Rabearivelo optó por escribir en una lengua colonial: francés.
La forma que cultivó con mayor frecuencia tiene un nombre pomposo, “kindriandina”, improvisaciones liricas de muchachas capitalinas, muy al estilo de los poemas amorosos como “a una que pasa” de Baudelaire, que consiste en capturar ese momento de emoción fulgurante.
En la necrológica que escribió Rabearivelo, leemos “la influencia de Esther, sus generosos y sabios consejos, fortalecieron mi fe poética y me ayudaron enormemente a desarrollar mis habilidades literarias”. El poeta compara las composiciones de su maestra con las pastorales de Jean Giono, aunque establece una diferencia formal: el kindriandrina no se compone de a dos, sino por una sola persona. Finalmente, la responsabiliza de haber innovado no sólo la métrica, sino que el espíritu de la poesía hova.