Columna de Rodrigo Cabrillana: Paul Di’Anno, corazón de punk
El ex vocalista de Iron Maiden, que visitó Chile en numerosas ocasiones, falleció en Salisbury, Inglaterra, producto de su deteriorado estado de salud. Los últimos años logró reconciliarse con su ex agrupación y, sobre todo, alcanzar un estatus de ídolo entre los apasionados seguidores de “la doncella de hierro”.
Paul Di’Anno no era un tipo de fácil carácter, pero tenía un alma generosa con todos sus fans. Se hizo reconocido por cantar heavy metal, pero amaba a los Ramones y los Sex Pistols. Era un punk en su naturaleza más profunda, pero todos lo vitoreaban por su historia genuina con Iron Maiden.
De hecho, Chile, país que tiene un vínculo especial con la banda de Steve Harris, tenía también una conexión particular con Di’Anno. Los fans repletaban sus conciertos, coreaban a viva voz cada una de sus canciones y lo esperaban por horas fuera del hotel. Siempre pendientes de un saludo, de un apretón de manos, de una fotografía ocasional o de un autógrafo. Y si Paul estaba de mal humor y los enviaba al carajo, daba lo mismo. Le permitían casi todo. Era un ex Maiden. Uno de los miembros que los llevó al estrellato.
Aun así, cuando te acercabas a Di’Anno, no dejaba de ser intimidante. No sabías cómo iba a reaccionar. Su historial lo avalaba, era impredecible en su carácter. Muchas veces lo escuchabas berrear por algún asunto y en otras lo observabas muy cálido firmando todo tipo de artículos a sus seguidores. No obstante, su experiencia con la calle lo hacía rudo, áspero y muy esquivo. Quería a sus fans, pero detestaba también que lo asediaran en demasía.
Sin embargo, muchas veces se abría a la conversación y permitía incluso que se fotografiaran con él, las veces que quisieran. Di’Anno se sabía importante y querido, por eso cedía sutilmente con quienes lo requerían.
Eso último confirma también su lado humano, generoso y sensible. Cuando supo del megaincendio en Valparaíso a comienzos de este año, quiso programar un concierto en que toda la recaudación fuera para las víctimas del siniestro. Pero, su salud lo impidió. Paul tenía las mejores intenciones igualmente con la gente, pero no siempre podía cumplirles a todos.
Ahora, Di’Anno cosechó su temprana fama reemplazando a Dennis Wilcock en Maiden. Grabó los dos primeros álbumes de la banda, el homónimo de 1980 y “Killers” de 1981, los que fueron imprescindibles para la escalada del metal en el mundo. Y también para la consagración del cantante y el resto de la banda en el escenario internacional de la música popular.
Es más, se trata de álbumes repletos de composiciones en que algunas hoy son himnos para la banda londinense. Algunas de culto, como, por ejemplo, “Murders in the Rue Morgue”, que alude al célebre cuento de Edgar Allan Poe, pero con un final diferente. Otras como “Wrathchild”, “Killers”, “Running free” o “Sanctuary” que son revisitadas frecuentemente por el grupo de Harris en los multitudinarios conciertos.
En ese sentido, y a pesar de que Paul debió alejarse tempranamente del proyecto, debido a sus excesos, nunca dejó de pertenecer a la familia Maiden. Giraba constantemente recordando sus viejas glorias con ellos, incluso a costa de su propio bienestar. Tocaba en clubes o teatros pequeños que se colmaban por impacientes rockeros que sólo querían escuchar las prematuras canciones de los “gunners” del metal. Y Di’Anno les daba en el gusto considerablemente.
No obstante, a mediados de la década pasada, cuando se diagnosticó un grave problema en la salud de Di’Anno, los conciertos se detuvieron por un buen tiempo. Hasta que Paul decidió retomar, arriesgando su propia estabilidad y recuperación. Razones puede haber montones, inclusive la del dinero, porque sus propios recursos tampoco estaban dando abasto. Al punto de que los propios Maiden costearon parte de sus tratamientos. Aun así, Di’Anno seguía dándolo todo en los escenarios. Y su voz parecía no acallar jamás, como el grito desgarrador de un punk que autogobierna su propia religión del rock.
Después de su esplendoroso concierto el pasado enero en el Club Subterráneo de Providencia, el equipo de producción vendió algunos cupos para un denominado “meet & greet” con Paul. La idea era conocer y saludar a la leyenda que ya era Di’Anno en esos momentos. Y como muchos sospechábamos de su delicado estado de salud, nos arriesgamos, temiéndonos con lo que podíamos encontrarnos. Porque como ya lo mencioné, sabíamos que el hombre era complicado. En todo sentido.
Y es curioso, porque no soy metalero, pero me gusta mucho Iron Maiden, por “culpa” quizá de Alfredo Lewin… que siempre estaba hablándonos de lo legendarios que eran en sus programas. Y tanto nos habló, que los terminé queriendo como a ninguna otra banda, y asistiendo a varios de sus conciertos legendarios en Chile. Pero a Di’Anno, nunca lo había visto. Algo obligado para cualquier fanático de la doncella, que no puede renegar de sus inicios gloriosos.
Finalmente, llegado el día del encuentro con Di’Anno, me apronté con una camiseta de los Smiths, sabiendo que era un insurrecto con el que podía ocurrir cualquier cosa. Y la sorpresa fue otra… Porque nos encontramos con un tipo amable, desprendido a ratos y atendiendo a todo el mundo con la mejor de sus sonrisas. Era desordenado con sus rutinas sí, porque no abandonaba el trago. Estando posiblemente en medio de un delicado tratamiento médico.
El caso es que Paul nos dio una pequeña bienvenida. Luego, procedió a atender a cada uno, y llegado el momento de inmortalizar el encuentro, me quedó grabado en la retina su inconfundible risita. Tal vez ha sido la única ocasión que conozca un metalero con alma y filosofía punk. Un irreverente, pero con corazón noble.
Cuando leí la noticia de su muerte, me llegó en lo más profundo. Porque posiblemente Paul murió en su propia ley y bajo sus propios códigos. Escogió de seguro irse a su manera, a su forma, a su estilo. Aunque la muerte lo acechara permanentemente. Otro punk nos ha dejado y la leyenda recién comienza a emerger.