Católica bajó los brazos luego del ‘bi’
Después de superar años de frustraciones, la UC rompió el maleficio estableciendo una marca inédita en su historia: ganó dos torneos nacionales consecutivamente. Momento propicio para capitalizar el gran presente y extender la racha por el mayor tiempo posible. Pero en lugar de privilegiar ese objetivo, que no es más que sostener la sonrisa de sus sufridos hinchas, en la UC parecieron conformarse con lo logrado. ¿Y a la cancha? como se pueda.
Mario Salas perdió a su goleador y pieza clave en ambos títulos: Nicolás Castillo. Sin su partida Católica probablemente no se hubiese reforzado, ya que la única incorporación para el Clausura fue Santiago Silva, que llegó a cubrir la vacante del actual artillero de los Pumas de México.
Con ese panorama, Católica arrancó el año con el mismo equipo que fracasó estrepitosamente en la Copa Sudamericana, cuando cayó en primera fase ante el débil Real Potosí. La diferencia es que en el horizonte aparecerían rivales con mayores pergaminos que los bolivianos: Flamengo, San Lorenzo, Atlético Paranaense.
Y con una competencia local que insinuaba ser más exigente, porque Guede ya había superado la etapa de adaptación en Colo Colo, y la U quedaba al mando de un entrenador que llegaba a calmar las aguas para trabajar sin presión, sonaban como rivales directos en la lucha por el título.
Sin embargo, en lugar de pensar en incorporaciones, en el período de fichajes el discurso en Católica se limitaba al esfuerzo que se hacía en pos de las renovaciones, como la de Germán Lanaro, que generó noticia por ser tentado por Colo Colo, dirigido por Pablo Guede cuyo representante es el mismo que tiene el central de la UC.
Casi sin caras nuevas, Mario Salas le quiso dar un giro al equipo modificando la línea de cuatro en el fondo, por una de tres. Los resultados no acompañaron en la pretemporada, ni mucho menos en el arranque del torneo, donde la UC sólo pudo ganarle a San Luis en el debut, para caer consecutivamente en las siguientes cuatro jornadas. En un certamen de 15 fechas, perder cuatro de cinco encuentros es prácticamente despedirse del título, cosa que al final ocurrió con Católica.
Y cuando parecía que todo sería malo para la UC, un increíble giro en el debut de la Copa Libertadores impidió la quinta derrota al hilo, ya que en los últimos minutos Católica se trajo un empate de Brasil, luego de ir perdiendo 2-0 ante el Paranaense. En ese momento, el foco se centró en el certamen internacional, ya que el objetivo local se veía casi perdido.
Ya con el regreso de la línea de cuatro hombres en el fondo, Católica se las arregló para trepar en la tabla de posiciones, luego de ganar tres partidos consecutivos. Y cuando parecía que el equipo se levantaba definitivamente, la irregularidad volvió a aparecer por San Carlos, porque empató con el entonces colista (Palestino), fue goleado por Audax, goleó a O`Higgins y así fue alternando resultados positivos con negativos, con constantes cambios en la titularidad, ya que claramente se privilegió la Libertadores.
Pese al buen arranque en lo internacional, con un empate en Brasil y un triunfo en casa ante Flamengo, Católica fracasó también en la Libertadores. El gran pecado de la UC fue no haber derrotado en casa a un equipo que parecía eliminado de todo como San Lorenzo. Ese empate le dio vida a los argentinos, que al final terminaron clasificando y dejando con las manos vacías a la UC.
Nada se le puede reprochar a Santiago Silva, el único refuerzo de la campaña. El uruguayo fue lo más destacado de la UC en la Libertadores, no sólo por sus tres goles, sino también por su entrega y valioso aporte en área propia, donde domina mejor que nadie el juego aéreo.
Lo paradójico es que el sector de la cancha donde más abundan jugadores en la UC, volantes de marca, es el que más falencias tuvo. Jamás encontró el equilibrio que necesita un equipo que pretende ofrecer vértigo. Ni Fuentes, ni Kalinski, ni Lobos, ni Carreño, ni Manzano ni el improvisado Espinosa pudieron consolidarse en la posición de volante central, donde se definieron muchos partidos como el último ante el Paranaense en San Carlos.
Los números ratifican que el semestre de la UC fue un fracaso, ya que en el certamen local apenas ganó siete partidos, empató dos y perdió seis. En tanto que en la Libertadores sólo obtuvo un triunfo, igualó en dos encuentros y cayó en tres, por lo que finalizó en el último lugar de su grupo y por ende sin premio de consuelo: participar en la Sudamericana.
En la Católica tienen que entender que se acabó el recreo y que tendrán la última oportunidad de ganar un torneo a la vuelta de la esquina, porque a partir del próximo año se jugará en formato largo. Y si lo dirigentes nuevamente no quieren traer el central de categoría y los otros jugadores que espera su entrenador, que tuvo mucha responsabilidad en la campaña, Mario Salas tendrá que golpear más fuerte la mesa para que lo escuchen, porque hasta ahora ni los títulos le han servido para eso.