Columna de Carlos Cantero: 2024, metamorfosis en tiempos kafkianos
Durante estos turbulentos años del siglo XXI, entre el caos y el orden, viene a mi memoria una lectura obligatoria de estudiante: “La Metamorfosis” (1915), de Franz Kafka (1883-1924), justo cuando se cumple un siglo de su muerte, período en el cual el escritor logró influir en la literatura, pero también en la filosofía.
Por CARLOS CANTERO / Foto: ARCHIVO
Fue pionero en la fusión del realismo y lo fantástico, un existencialismo angustioso, de melancolía y extravagancia, que se expresa magistralmente en la metáfora de la metamorfosis del personaje protagonista, Gregor Samsa, que un buen día, por artilugio síquico, despertó transformado en un gran insecto, feo y asqueroso, condición que lo inhabilitó para seguir su vida cotidiana.
Alejado del mundo exterior -un mundo pleno de alienación, desprecio e indiferencia-, fue obligado a padecer una soledad que le condenó a la dolorosa conciencia de su insignificancia.
Kafka vivió tiempos convulsos -como hoy- y legó una obra marcada por los horrores de guerra, pestes, miedo, angustias, censuras y ansiedad. La Primera Guerra Mundial lo marcó. Sin embargo, su obra impactó con más fuerza en la sociedad, después del drama de la conflagración desatada por nazis y fascistas.
La influencia del autor se ha venido acrecentando este siglo por los temas desarrollados en sus textos: los conflictos familiares, el existencialismo, la filosofía del absurdo, la indiferencia, el desdén, la alienación, la ansiedad, la depresión, el cansancio, la culpa, la violencia y el impacto que todo esto genera en las transformaciones espirituales.
Su pensamiento ha dado lugar al llamado “mundo kafkiano”.
Traigo al presente su obra, porque ayuda a entender estos tiempos difíciles, donde la vida es cada vez es más dura y las nuevas generaciones tienen demasiadas dificultades para acceder a bienes materiales y a la serenidad espiritual.
Envuelta en el apremio y las exigencias de una sociedad materialista, que exige más y da cada vez menos, la actual generación no tiene acceso a lo que a la misma edad habían logrado sus padres. Las personas están sometidas a violencia constante; su estabilidad, amenazada; su intimidad, autoexpuesta.
El tiempo de trabajo es cada vez mayor y los momentos para disfrutar se tornan escasos. Y caros. La exigencia económica y laboral para vivir mejor ha terminado deshumanizando a las personas y a la sociedad.
La violencia se institucionaliza en lo formal (guerras) y en lo informal (delincuencia: desde la común, y pasando por el narcotráfico y el crimen organizado). La burocracia y la política dejan de ser un apoyo, y se convierten en una carga. En número creciente, adolescentes y adultos jóvenes renuncian a la casa propia (casi inaccesible), al matrimonio, a los hijos y a ritualidades sociales por el mero agobio de sostener una familia y un hogar.
La gente cada día se siente más cercana a Gregorio Samsa, el personaje de “La Metamorfosis”, transformado en un insecto dentro un entorno pleno de banalidad, desdén y lenidad. Es el costo ineludible en la desesperada búsqueda de estatus, en una espiral de miseria económica, acompañada de la indigencia espiritual.
La persona se diluye en la insignificancia, en la indiferencia, en la intrascendencia que le despoja de humanidad.
¿Acaso este desánimo y desesperanza le suenan conocidas, le generan coherencia y sincronía? A juzgar por la salud mental, la emocionalidad y el estado de ánimo de las personas, en estos tiempos turbulentos, hay mucho de esa metamorfosis. El mundo kafkiano está plenamente vigente y constituye el desafío sicoespiritual que debemos superar.
Qué las luces más potentes orienten ese camino… ¡Qué así sea!