Columna de Carlos Cantero: Ante la degradación moral, social y cultural: ¿una cruzada ética?

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Por Carlos Cantero
Actualizado el 20 de enero de 2024 - 12:30 pm

En nuestras ciudades se impone la ley de la selva, el Estado es cada vez más inútil, básicamente por su mediocridad de gestión. ¿Usted cree que esa ineptitud es mera casualidad? Mírese a Colombia, México, Venezuela, Perú, ciertos países en Centro América y también a Chile.

Por CARLOS CANTERO / Foto: ARCHIVO

Observar la realidad de América Latina es contemplar un cuadro de decadencia que denomino “pandemética”. Se instala la anomía, es decir, la ausencia de normas e incapacidad de la estructura social para proveer a los individuos de lo necesario para lograr metas.

En otras palabras, es la discrepancia entre objetivos y medios, entre lo que se dice y lo que se hace. Es la expresión de la mediocridad de gestión pública y privada. La constatación del fracaso de las instituciones que se declaran éticas y filosóficas, como las iglesias y las logias masónicas, entre otras.

La sociedad está sumida en un exacerbado materialismo; la dignidad humana, cuestionada. En las personas asoman un individualismo egoico, un debilitamiento valórico y el deseo hedonista como sentido de vida.

En estos procesos de degradación hay responsables (por acción u omisión) que se mueven en la impunidad. Se critica a los políticos por este tipo de actos. Pero, ¿quiénes le dan su voto para hacer las mayorías que les permiten gobernar? Sin duda, el electorado le da su confianza y los empodera.

Un ejemplo de esto se da cuando las autoridades políticas y los canales de televisión declaran su rechazo al crimen organizado. Pero luego traen como artista estelar, al mayor festival de habla hispana del mundo, al autoproclamado ícono de la cultura del narcocrimen. 

Por más que se adorne, en el caso de Peso Pluma se hace muy evidente la anomia, la incoherencia, la hipocresía y la inconsecuencia. Lamentablemente, la debilidad ética y la impunidad se han convertido en instituciones, y cada día se normaliza la narcocultura, la violencia criminal y la delincuencia.

No puede darse un avance del crimen organizado sin la anuencia y complicidad de personajes de alto nivel en nuestra sociedad. El poder detrás del trono, los corruptores éticos, los que lucran con la tragedia, quienes generan las condiciones para su mejor desarrollo. Esto no es casual sino causal, hay gestión y facilitadores. Estos responsables (mimetizados y ocultos) están en el ámbito público y privado, pero también en la sociedad civil.

Esperamos que la Justicia y la Policía tengan la capacidad y la voluntad para combatirlos.

Mientras tanto, en nuestras ciudades se impone la ley de la selva, el Estado es cada vez más inútil, básicamente por su mediocridad de gestión. ¿Usted cree que esa ineptitud es mera casualidad? Mírese a Colombia, México, Venezuela, Perú, ciertos países en Centro América y también a Chile.

Un ejemplo icónico se ve hoy en Ecuador, donde el Estado es incapaz de contener al crimen organizado. Ese es el destino hacia el que se dirige nuestra sociedad, si los ciudadanos no corrigen sus señales políticas y éticas en cada evento democrático.

Comparto plenamente la grave sentencia de Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz 1992, quien señaló: “El crimen organizado, junto con la corrupción y el narcotráfico, han constituido una fuerza que no es paralela al Estado… Es realmente un Estado dentro de él”.

Aunque los grandes referentes éticos no han estado a la altura (ni personas ni instituciones) y la élite le saca el cuerpo al tema, tenemos la convicción de que la manera de abordar esta crisis es de forma integral, revisando los marcos teóricos causales, superando la banalidad, lenidad y obstruccionismo, en nuestras instituciones referentes.

Se requiere, en síntesis, de una Gran Cruzada por la ética. ¿Habrá quienes la asuman y lideren?