[Opinión] U. de Chile: faltan refuerzos y sobran ilusiones
Sólo tres entrenadores sin sangre azul fueron campeones de torneos nacionales con Universidad de Chile. Y todos eran extranjeros: el argentino Jorge Sampaoli, que les mató el punto a todos al conseguir tres títulos locales consecutivos más la Copa Sudamericana; el uruguayo Sergio Markarian, que estuvo apenas un semestre al frente de la U y le regaló el campeonato de apertura de 2009 después de cinco años sin celebraciones, y el también charrúa Martín Lasarte, que celebró el Apertura de 2014.
A igualar esas marcas llega Ángel Guillermo Hoyos, un argentino trotamundos de 53 años de edad que como jugador se desempeñó en 14 clubes de seis países (incluyendo al Everton chileno) y como entrenador se paseó por otros 14 equipos de ocho naciones (incluyendo la actual).
Por 15 mil dólares más de sueldo, Hoyos dejó la selección boliviana. Y llegó calladito, muy conforme al parecer con lo que había en la tienda azul. Pero con los primeros trabajos comprendió que el panorama no era muy diáfano, y pidió algunos refuerzos. Le trajeron a Lucas Ontivero, tan errante como él, que con 22 años de edad ya estuvo en ocho clubes de siete países; le recuperaron dos piezas valiosas que estaban a préstamo, Leandro Benegas y Gonzalo Espinoza, y le están gestionando la incorporación de Carlos Carmona y David Pizarro.
Con uno de ellos, o con los dos, Universidad de Chile se lanzará a la pelea por recuperar la gloria que se le alejó el mismo día que se fue Sampaoli y que tuvo un breve acercamiento con Lasarte. En esa banca se resbalaron Darío Franco, Marco Antonio Figueroa, Cristián Romero y Víctor Hugo Castañeda. Y ahí se dio el gran porrazo Sebastián Beccacece.
Perspectivas
En los dos últimos años, la U no ha superado el séptimo lugar en la tabla de posiciones. Pese a las millonarias inversiones efectuadas para salvarle el pellejo a Beccacece el año pasado, logró con mucho esfuerzo y bastante suerte inscribirse en la Copa Sudamericana.
Las experiencias de los últimos tres entrenadores indican que el mal está en el plantel, más que en la banca. Con tres manos diferentes, nunca se armó un equipo competitivo.
Con ese plantel desvalorizado tendrá que batírselas Ángel Hoyos. Caracterizado por un verbo fácil y una relación cordial con los jugadores, el nuevo entrenador tendrá en el campeonato que se inicia este viernes una comprobación o un desmentido: si repunta, querrá decir que eran sus antecesores los mediocres; si mantiene los niveles, la cirugía en el plantel tendrá que ser muy profunda.
No son malos jugadores los de la U. Pero le ocurre lo mismo que a la Sub 20 que hizo el ridí- culo en Ecuador: cada cual quiere salvar su parte. Todos pretenden ser salvadores por cuenta propia, más que gregarios en busca de objetivos comunes. Lo que se necesita, piensan los expertos, es que los jugadores aúnen voluntades y disimulen sus egos.
No se puede discutir la calidad de sus arqueros. Johnny Herrera, Fernando De Paul y el novato Nelson Espinoza están para cualquier exigencia. En ellos se puede confiar.
Con los zagueros ya no es tan categórico el juicio. Como laterales partirán el ya veterano Matías Rodríguez y el improvisado Franz Schulz, a la espera de la recuperación de Fabián Monzón o la reaparición de Jonathan Zacaría, su valor más valioso en el torneo anterior.
Pero el problema mayor está en el centro de la zaga: ¿recuperará a Gonzalo Jara, la más desastrosa incorporación de los azules en los últimos años, y a Cristián Vilches, uno de los más chambones del campeonato pasado? Ambos son jugadores calados, seleccionables, de experiencia internacional. Y han sido un desastre. Si Hoyos consigue devolverlos a sus niveles normales, ahí hay una gran dupla. Con alguno de ellos podría estar también Alejandro Contreras (otro que no se afirmó) o Nicolás Ramírez (sin lucimiento en la Sub 20, pero de muchas condiciones).
El mediocampo del año pasado fue otro puzzle complicado. Se pensaba que Lorenzo Reyes iba a ser un aporte decisivo y figura del torneo. Ni lo uno ni lo otro: fue, apenas, un luchador empeñoso para empujar, pero sin luces para conducir. La llegada de Gonzalo Espinoza puede significarle a Reyes un incentivo para volver a ser el gran volante que se lució en O’Higgins y que actuó en España.
Tal vez se queden los dos en la contención, papel que también podrían desempeñar el intermitente Sebastián Martínez y el prometedor Yerko Leiva. Pero todo queda supeditado a lo que ocurra con Carmona, incorporación que se ve difícil, y con Pizarro, que no les llena el gusto a quienes ponen la plata.
En zonas más creativas se alternarán, seguramente, Gustavo Lorenzetti, Gastón Fernández y Lucas Ontivero. Los dos primeros nunca pudieron echarse el equipo al hombro. El que llega promete desequilibrar con las habilidades técnicas que lo llevaron de niño al Real Madrid.
Para atacar, insistirá con Felipe Mora, probará con Benegas, le dará cupo a Sebastián Ubilla, observará a Bryan Taiva y le dará más oportunidades a Mario Briceño, para que los elegidos se complementen con Jean Beausejour, pieza insustituible por la banda zurda.
Jugadores hay, asoman los refuerzos, ilusiones sobran. Faltan los resultados nada más