En casa de Herrera, cuchillos azules: la U sin cabrones ni vacas sagradas

Imagen del autor

Por Daniel Pérez Pavez
Actualizado el 3 de enero de 2017 - 10:45 pm

Los padecimientos, contradicciones e incoherencias de Universidad de Chile se prolongaron hasta el último día de un 2016 que los azules incorporarán a su memoria colectiva como un ciclo nefasto e inolvidable. Hace exactamente cinco años, el 29 de diciembre de 2011, la U festejaba su bicampeonato en la culminación de la misma temporada gloriosa en que había conquistado la primera Copa Sudamericana de su historia.

Un lustro después, el club baja la cortina de 2016 envuelto en un manto de errores directivos y técnicos, controversias y desencuentros, sin descontar la pugna intestina de un camarínpolvorín gobernado con férrea mano de arquero por Johnny Herrera.

Después de la nefasta experiencia de entregar el equipo a un técnico inexperto y sobrevalorado, Sebastián Beccacece, la U vio extinguirse lánguida y tristemente un torneo donde luego volvieron a primar las malas decisiones y sus consecuencias.

Aunque los azules accedieron a la Copa Sudamericana (de rebote gracias al título de Colo Colo en la Copa Chile), ese resultado -y las mejorías ostensibles evidenciadas en la cancha- no permitió la continuación de Víctor Hugo Casta- ñeda al frente de una dupla que nunca fue tal, dado el distanciamiento de ex seleccionado y la cercanía de Luis Musrri con el presidente Carlos Heller.

En rigor, el discurso frontal de Castañeda en el vestuario y ante la prensa le pasó la cuenta a la hora de una decisión que, era previsible, generó reacciones controversiales. Por ejemplo, la del arquero Herrera -ausente en gran parte de los encuentros del segundo torneo, por lesiones-, quien se atrevió a criticar las determinaciones directivas de experimentar con una dupla de entrenadores. “La U no está para inventos”, dijo el 1 con esa autoridad que se asignó como capitán del grupo.

Obviamente, presionado por su mesa directiva, Heller debió salir al frente para afirmar directamente que “en el club no hay cabrones ni vacas sagradas”. El recado le dio fuerte en la cara a un plantel bastante lastimado en su autoestima y dividido por liderazgos perceptibles en la cancha y el vestuario. De un lado Herrera y sus incondicionales y del otro Matías Rodríguez, Jean Beausejour y otra facción que siempre estuvo dispuesta a empujar incluso a Castañeda en beneficio de la “U” .

Impulsado por el fervor de las redes sociales y la idolatría que aún genera en algunos sectores de la hinchada, Johnny elaboró su estrategia para terminar anunciando su eventual partida, en una victimización que le valió aumentar el apoyo “tuitero”.

Frente a un nuevo “incendio” institucional, Heller volvió a salir a sofocar pasiones con un diálogo que apaciguó al golero y restableció el orden interno en torno a un cabecilla cuya conveniencia para la “U” parece cada vez más cuestionable.

Sin embargo, la comedia de equivocaciones y malos manejos no terminó allí, ya que la designación del argentino-boliviano Ángel Guillermo Hoyos como nuevo entrenador por parte de Azul Azul reabrió otras brechas a las impugnaciones. No sólo por la falta de trayectoria y currículo de Hoyos, sino también por un discurso que en su presentación el DT revistió de un tono excesivamente religioso, dejando casi todos los objetivos profesionales supeditados a un “si Dios y la Virgen así lo quieren”.

Mientras el mercado mostraba escasos movimientos, el ex capitán Pepe Rojas regresó a Chile tras una experiencia discreta en el fútbol argentino. Tal como era previsible, le pidió una reunión al propio Heller y cuando el dirigente expuso públicamente que “sólo es una opción, porque a nadie se le cierra la puerta del club”, el zurdo disparó por Twitter su bronca por un argumento de fondo: “Me habían ofrecido incorporarme a este proyecto, porque la U me necesita como capitán”, expresó Rojas en redes sociales, y allí mismo sus seguidores más fervientes aseguraron que “Herrera fue quien le planteó a la dirigencia que él continuaba si no volvía el Pepe”.

Al fin, aunque el torneo ya terminó hace semanas, el camarín de la U sigue ardiendo, con un fuego destructivo que alcanza a una dirigencia de escasa “inteligencia emocional” para manejar los intereses corporativos sin victimizar a los jugadores que -como el inefable Herrera y su ex amigo Rojas- agitan la pasión más profunda e incontrolable de los hinchas.