Crónicas de Sergio Ried: El inolvidable Charlot
Como la mayoría de los que ya hemos pasado muchos años en este planeta, yo soy un gran admirador del inolvidable Charles Spencer Chaplin. Y no olvido su afición por el tenis.
Por SERGIO RIED / ARCHIVO
Nacido en Londres el 28 de diciembre de 1889, hijo de un padre alcohólico y una madre con problemas mentales, el pequeño Charlie debió arreglárselas solo para subsistir, y a los 5 años debutó en un escenario, reemplazando a su madre en una obra de «music hall». A los 12 ya había recorrido varios países con la compañía teatral de Fred Ksrno, hasta que en 1914 decidió partir a Hollywood a probar suerte.
Y vaya que la tuvo, porque filmando la película «Aventuras extraordinarias de Mabel», surgió casi sin quererlo, su personaje de Charlot.
Personaje que creció en Hollywood hasta ser el más reconocido del cine mudo desde el fin de la Primera Guerra Mundial.
El icónico y entrañable vagabundo de bigote negro, pequeña chaqueta, pantalones bombachos, grandes zapatos, bastón, sombrero bombín y dulce sonrisa, lo llevaron a la cúspide de la fama, y a conquistar al mundo.
Y también a las más hermosas actrices del cine parlante. Casado cuatro veces, tuvo una pareja y ocho relaciones conocidas, hasta que llegó a su vida su última esposa, Oona O’Neil, con la que vivió 34 años y tuvo a nueve de sus doce hijos.
EL EXILIO
La obstinada e implacable «caza de brujas» del senador de Estados Unidos, Joseph McCarthy, tras la invasión alemana a Europa y en plena «guerra fría», el «macartismo», llevó a Charlot a ser acusado por el Comité de Actividades Antiestadonidenses, de conspirar contra el país a través de los mensajes de crítica social de sus películas cómo “El Pibe”, “Tiempos Modernos”, “Luces de la Ciudad” y sobre todo “El Gran Dictador”, que causó escozor en el Comité.
Así fue como este genial actor de cine, humorista, guionista, compositor, director, productor, editor y autor, adorado en el mundo enteró, cansado de tener que comparecer a las audiencias ante el Comité, decidió dejar los Estados Unidos y radicarse en Corsier-sur-Vevey, Suiza, jurando no volver a poner pie en ese país. Promesa que quebrantó en 1972 cuando acudió a Los Ángeles a recibir un Oscar honorífico de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, siendo aclamado por el mundo del cine, con una ovación de 12 minutos, la más grande de la historia de los estos premios.
CHAPLIN Y EL TENIS
Amante del tenis, como buen inglés, Chaplin tomaba clases en la cancha de su mansión en Beverly Hills, con su amigo, el legendario Bill Tilden, uno de los más grandes tenistas de la historia, que atravesaba por momentos difíciles por su homosexualismo. Tilden había sido arrestado en Sunset Boulevard por la policía de Beverly Hills al ser sorprendido teniendo sexo con un menor de 14 años y debió purgar un año de cárcel por este delito.
Tilden, un intelectual, amante de la música clásica y autor de numerosas obras de teatro, tuvo otros arrestos y acusaciones de acoso sexual, de recogedores de pelota y alumnos menores de edad y no era aceptado en ningún club ni siquiera en canchas públicas, por lo que Charlot le prestaba la cancha de su casa para que hiciera clases. Incluso le ofreció el trabajo de tennis pro en el Monte Carlo Tennis Club, que «Big Bill» rechazó «por no querer dejar solo a Robert», su pareja.
Mi gran admiración por Charles Chaplin me llevó a conocer su casa en Corsier-sur-Vevey, de regreso del torneo de Gstaad el año 1998, y en esos jardines con la estatua de Charlot, pude sentir la presencia del más genial y multifacético artista que jamás haya existido.
Aunque Charlot ya estaba entreteniendo a los ángeles desde el 25 de diciembre de 1977.
Conoce aquí la historia de su célebre encuentro tenístico con los jugadores Ellsworth Vines y Fred Perry (en los costados) y el cómico Groucho Marx (a su derecha).