REPORTAJE: “Cómo Estados Unidos creó a Vladimir Putin” (PARTE II)

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Por El Ágora
Actualizado el 22 de junio de 2023 - 4:05 pm

Al final de la Guerra Fría, tres presidentes, uno soviético y dos rusos, Gorbachov, Yeltsin y Putin, durante 20 años soñaron con construir en su patria una sociedad más abierta, democrática y libre. En teoría y en los discursos públicos, fueron alentados por sucesivos gobiernos norteamericanos. Pero, tras esas esperanzas, vinieron las promesas rotas, el revanchismo y la falta de respeto. Gorbachov y Yeltsin se retiraron en humillación, derrota y fracaso personal. Pero el tercer líder, un joven economista, abogado y tecnócrata, que gracias a su fría eficiencia realizó una carrera meteórica y llegó a dirigir Rusia siendo casi un desconocido, se iba a convertir, a causa de los errores y miopía de Washington, en el más formidable adversario que EEUU ha conocido en muchas décadas.

Por LUIS ABARCA, desde Australia / Foto: ARCHIVO

En septiembre de 2018, dos años después del inicio de la Guerra Civil en Ucrania y cuatro años antes de la invasión militar de Rusia a ese país, el reconocido y brillante periodista Vladimir Pozner dio una conferencia en la Universidad de Yale: “Cómo EEUU creó a Vladimir Putin”. El nombre de la charla causó conmoción y enorme interés.

Pozner tiene tres nacionalidades: es francés, norteamericano y ruso. Habla esos tres idiomas y ha trabajado tanto en la TV rusa como en programas periodísticos televisivos, en EEUU y Europa. Y se define a sí mismo como un animal en vías de extinción; es decir, el periodista verdaderamente independiente, no empleado por nadie. Que dice lo que piensa, sin temor a la retribución de patrones o auspiciadores.

Durante la Guerra Fría, Pozner vivió en Moscú. Y dice que “en esos años los rusos eran anti-Casa Blanca y anti Wall-Street. Estaban en contra de las políticas de Washington y de las corporaciones… Pero no tenían nada contra el pueblo de EEUU. Es más, había una cálida actitud. “Hoy eso ha cambiado a nivel del pueblo –asegura Pozner–, hoy existe un fuerte sentimiento antinorteamericano en Rusia”. 

Hay que insistir en que la charla se realizó en 2018, cuatro años antes de la invasión rusa a Ucrania. Pozner señaló que “al final de la Guerra Fría todo era buena voluntad”. A Gorbachov, los periodistas en EEUU lo llamaban “Gorby” y era admirado. Su sucesor, Yeltsin, en medio de una gran fanfarria, viajó a EEUU en febrero de 1992 y fue recibido en una sesión conjunta del Parlamento. Y en el típico estilo ampuloso de Yeltsin, mostró sus manos y le dijo a los Congresistas: “El pueblo de Rusia, a través mío, le ofrece la mano al pueblo de los EEUU, para construir juntos un mundo mejor y sin guerras”.

Sin embargo, el entusiasmo norteamericano por tan grandiosas ideas duró muy poco. Pozner sostiene que, al finalizar la Guerra Fría, EEUU tuvo dos opciones: una, ayudar a Rusia, que pasaba por dificultades económicas, de la misma manera como había ayudado a Alemania e Italia, luego de la Segunda Guerra Mundial. La otra opción fue decirles a los rusos: “Durante 40 años, ustedes han tenido bombas nucleares apuntadas a nuestras cabezas. Ahora van a tener que pagar por eso. Nosotros, ganamos; ustedes perdieron y los vamos a castigar”.

WASHINGTON

En círculos gobernantes en Washington, entre los diplomáticos hubo gente que apoyó una u otra opción. Al fin, triunfaron “los halcones” por sobre “las palomas”, los duros sobre los más comprensivos. 

Pozner dice: “Al terminar la Guerra Fría, había emergido en Rusia una incipiente democracia… Y hay que recordar que, durante mil años de historia, nunca hubo democracia en Rusia. Pero, en vez de ayudar a consolidarla, EEUU hizo todo para destruirla”. Pozner lo explica: “El Subsecretario de Relaciones Exteriores en 1992 era Paul Wolfowitz, quien preparó un documento llamado la “Doctrina Wolfowitz”. Y que más tarde fue incorporado a la “Doctrina Bush”: EEUU nunca debería permitir de nuevo ser desafiado por otro poder. Y hay que vigilar a Rusia, porque el oso nuevamente se podría levantar en sus patas traseras y comenzar a rugir“. Palabras textuales de Wolfowitz.

El periodista Vladimir Pozner.

Cuando el escrito fue publicado por “The New York Times”, causó repulsión en círculos progresistas. El senador Edward Kennedy dijo que “era una doctrina imperialista, que ninguna otra nación podía o debería aceptar”. El documento fue reescrito años después por el Vice Presidente Dick Chaney, que no lo cambió nada: “EEUU debería ser el único superpoder. A los rusos hay que aclararles que ellos ya no lo son. Que ahora eran sólo un país de segunda categoría, y qué mejor se quedaran callados”.

Afirma Pozner que durante el resto de la presidencia de Bush padre, y durante los primeros cuatros años de gobierno de Bill Clinton, EEUU no cambió las cosas y dejó la OTAN tal cual estaba. Pero, en 1996, durante el segundo período de la presidencia de Clinton, se decidió darle luz verde a que la OTAN extendiera sus fronteras hacia Rusia  y se iniciaron estudios para incorporar a tres países: Polonia, Hungría y la República Checa. Al ocurrir esto, historiadores y ex diplomáticos de EEUU señalaron que estaban cometiendo un gravísimo error.

Pozner cita un artículo que apareció en el “New York Times”, escrito por el conocido columnista Thomas Freeman, en 1998, quien había llamado a George Kennan, uno de los más brillantes diplomáticos y pensadores en política internacional. Kennan había sido embajador de EEUU, en Yugoslavia y la Unión Soviética en dos administraciones; y había sido el creador de la política adoptada por los gobiernos norteamericanos, desde Harry Truman a Ronald Reagan.

Esa política señalaba que, como ninguno de los dos súper poderes quería sostener una guerra nuclear con el otro, porque allí no habrían ganadores sino que sería el fin de la humanidad, lo que Kennan había planteado era que “había que tener frente a la URSS una postura de contención y diálogo”. Y esa postura fue la fundación de la política de EEUU hacia la URSS durante casi cuatro décadas.

Entonces, al saber que Washington intentaba expandir la OTAN hacia Rusia, Friedman le preguntó a Kennan cuál era su opinión. Era el 2 de mayo de 1998. La respuesta de Kennan fue visionaria: “Creo que es un error y será el comienzo de una nueva Guerra Fría. Pienso que los rusos van a reaccionar de una manera gradualmente negativa y muy adversa. Pienso que se trata de un error trágico. Ya que no había ninguna razón, bajo ningún motivo, para hacer esto”.

BORIS YELTSIN

Boris Yeltsin reaccionó en forma airada. Y en su típico estilo, les dijo a los norteamericanos: “Ustedes no nos pueden hacer esto, nosotros no somos Haití“. Yeltsin no era un hombre que se preocupaba por la “corrección política de sus palabras”. Y luego, Yeltsin le preguntó a sus ex amigos norteamericanos: “¿Cómo ahora voy a poder confiar en ustedes? ¿Cómo mi gobierno va a poder tener confianza en sus promesas?”.  Pero aún quedaba un poco de buena voluntad en Moscú. Y cuando en 2000 Putin asumió como nuevo presidente de Rusia, uno de sus primeros actos fue pedir el ingreso de su país a la OTAN. La respuesta fue seca y muy dura: “You better go and take a walk”. Traducido al chileno: “¡Mejor ándate a la punta del cerro!”.   

Boris Yeltsin.

Pozner agrega que cuando en 1989 Gorbachov se reunió con el Jefe de Gabinete de Reagan, James Baker, quien era el que mandaba en la Casa Blanca, el estadounidense le prometió que a cambio de la conformidad rusa con la reunificación de Alemania, EEUU les prometía “no mover ni una pulgada la OTAN hacia el oriente”. Añade Pozner que cuando él habla de las promesas rotas, muchos lo niegan. Pero, cuando en diciembre del 2017 se abrieron los “Archivos de la Defensa Nacional”, en la George Washinton University, y se descodificaron las apuntes de las reuniones entre Baker y Gorbachov, quedó de manifiesto que esas promesas se hicieron, porque están en esos documentos oficiales.              

Años más tarde, cuando en su hoy célebre Discurso de Múnich, Putin acusó a Occidente de no respetar a Rusia, John McCain, el senador Republicano quien fuera derrotado por Barack Obama en la elección presidencial del 2008, dijo:“¿Respeto por Rusia? ¿Una gran nación?… ¡Pero si Rusia es como España, más una bomba bencinera!”                      

Retrocediendo en el tiempo, el 31 de diciembre de 1999, Yeltsin era removido del cargo. Rusia era un país desmoralizado. Los sueños de construir una sociedad más liberal, se habían diluido. El creador de tales sueños, Gorbachov, había sufrido una severa derrota política. Y ahora, Yeltsin, su enconado enemigo, también había fracasado.

Sin embargo, las derrotas habían sido diferentes. Gorbachov perdió en una especie de ajedrez político, ante implacables enemigos, internos y externos. Yeltsin se había derrotado a sí mismo. Y, al contrario de lo que se dijo, no renunció “por razones de Salud” sino que lo echaron. Rusia se derrumbaba y el 75% de la gente vivía en la pobreza. Cuando dejó el cargo, Yeltsin tenía una popularidad del 2%.

En su gestión como Presidente, de 1991 a 1999, Yeltsin tuvo ocho Primeros Ministros: Silayev, Lobov, Gaidar, Chermomydin, Kiriyenko, Primakov, Stepashin, apellidos que apenas recogió la Historia. Pero, el último nombre de esa larga lista, el único hombre al que Yeltsin no le pidió la renuncia, iba a convertirse en una de las más influyentes figuras contemporáneas de Rusia y del mundo: Vladimir Putin.

VLADIMIR PUTIN

Putin nació en 7 de Octubre de 1952, en Leningrado, en una familia pobre. Sus únicos dos hermanos murieron en su infancia, antes de que Vladímir naciera. Su padre tenía un grado bajo en la Marina de Guerra; su madre, obrera de fábrica. Aunque lector de las obras de Lenin, desde temprana edad, Putin fue uno de los pocos niños de su clase que no era “pionero”, las brigadas de futuros cuadros comunistas. En la escuela aprendió alemán, que habla a la perfección. Sus buenas notas lo llevaron a la Universidad de Leningrado donde estudió Leyes y Economía. Uno de los requisitos para ingresar en dicha universidad era su ingreso al Partido Comunista de la Unión Soviética, lo que hizo prontamente. Y militó allí, en el PCUS, hasta su disolución, en 1991.

Logró Masters en Economía y Leyes, e ingresó a la KGB, la Seguridad Estatal. Se casó y con su mujer y una hija viajó a Nueva Zelanda. Más tarde fue enviado a la Alemania comunista, la RDA. Durante 5 años, fue enlace entre la KGB y la Stasi, la policía política de la RDA, donde nació una segunda hija. Y estaba en aquel país al producirse la caída de Gorbachov, que significó el fin de la URSS. Putin, en desacuerdo con lo que ocurría, renunció a la KGB.

De vuelta en Rusia, Putin, con 39 años, restableció contacto con un antiguo mentor universitario, Anatoly Sobchak, quien era Alcalde de Leningrado. Vladimir trabajó como su asesor, en Relaciones Exteriores. En 1996, Sobchak perdió su reelección. Y Putin, que había sido su jefe de campaña, renunció a su puesto y viajó a Moscú.

Trabajando en el gobierno, su manejo de temas económicos-legales le ayudó en la administración de bienes estatales. Yeltsin notó su fría eficiencia, y lo invitó a asumir un puesto en su Gabinete presidencial. En 1997, estuvo a cargo de una comisión que estudió la delimitación de poderes entre regiones; y al año siguiente, asumió como Director de la Oficina Central de Inteligencia y Seguridad Nacional.

En Agosto de 1999, Yeltsin lo nombró como vice-primer Ministro; y pocas horas más tarde, Primer Ministro. Yeltsin sabía que tenía sus días contados, y para aclarar que se marcharía sin chistar, manifestó su deseo de que Putin fuera su sucesor. Y cuando Yeltsin, finalmente, fue obligado a renunciar, Putin, quien había sido Primer Ministro por tan sólo 142 días, debió asumir también el rol de presidente interino. Putin había anunciado su intensión de presentarse como candidato, en las elecciones de mayo del 2000, que debieron adelantarse para el 26 de Marzo, por la renuncia de Yeltsin. Y ganó con el 53%.

Vladimir Putin.

El joven presidente, de 47 años, se enfrentó de entrada a una serie de crisis: el hundimiento y la lenta muerta de toda la tripulación del submarino “Kursk”; la Guerra contra los separatistas en Chechnia; la economía quebrada, y el inmenso poder de los billonarios oligarcas, que durante los años de Yeltsin habían hecho lo que se les antojaba. Y además, la dura experiencia cuando terroristas ocuparon un teatro en Moscú, con más de 900 rehenes. La crisis se resolvió dramática y violentamente, con la muerte de los terrorista y muchos rehenes. Y a pesar de que el gobierno recibió críticas, el 83% de la gente respaldó la mano firme con la que Putin había enfrentado la emergencia.

A los oligarcas, Putin los citó y “les leyó la cartilla”. O colaboraban con su gobierno o les iba a aplicar el peso de la ley. Los obligó a mejorar las condiciones y pagos de los trabajadores; les dijo que, si no lo hacían, los iba a despojar de sus empresas, de la misma manera como ellos habían despojado al Estado ruso. La gran mayoría de los magnates, asustados, aceptaron colaborar. Otros, huyeron del país. Y los que se rebelaron, terminaron en la cárcel.

La economía comenzaba a remontar bajo el Primer Ministro Mijail Kasyanov, un economista que había sido Ministro de Finanzas de Yeltsin y colega de Putin. El pueblo ruso comenzaba a ver mejorías y la economía crecía a un promedio del 7% anual, lo que era más que asombroso ya que, bajo Yeltsin, había estado estancada.

En 2004, Putin nuevamente postuló a la presidencia. Esta vez, ganó la elección en forma aplastante, con el 72% de apoyo. Pocos meses después de esa victoria, se produjo otro hecho doloroso, cuando terroristas chechenios tomaron rehenes, esta vez en una escuela, en la región del Cáucaso. Todo terminó en drama, cuando tras días de negociaciones comandos irrumpieron en la escuela, resultando en la muerte de 40 terroristas, y más de un centenar de rehenes y niños.                     

Cambios enormes habían ocurrido en Europa, entre 1985 y el 2004.

OTAN

Ya antes de la separación de la URSS, los países del llamado “Pacto de Varsovia”, comenzaban a tomar distancia unos de otros. Y tras la extinción de URSS, Estonia, Lituania  y Latvia, las repúblicas bálticas, coqueteaban abiertamente con la OTAN.

La OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, había sido establecida en 1949, como un pacto militar defensivo. Sus 12 países fundadores: Bélgica, Canadá, Francia, Italia, Dinamarca, Luxenburgo, Islandia, Noruega, Países Bajos, Portugal, el Reino Unido y Estados Unidos. Con el tiempo había crecido. En 1952, Grecia y Turquía. Y en 1955 se integraba la República Federal Alemana. El hecho alarmó a la URSS; y, para contrarrestarlo, creó ese año la alianza militar llamada el Pacto de Varsovia.

En 1982, se sumó España a la OTAN, tras la vuelta de la democracia. Y en 1999, el año en que Yeltsin es removido, se suman la República Checa, Polonia y Hungría. Era una verdadera provocación y fue una de las causas de la remoción de Yeltsin. La OTAN se desplazaba 700 kilómetros hacia el este. Rusia, que hacía 10 años tenía a la OTAN a 1.800 kilómetros, ahora los tenía en sus fronteras.

La situación empeoró en 2004, cuando Bush hijo, envalentonado por su invasión de Irak y el escaso rechazo del mundo, anunció el ingreso de Latvia, Lituania y Estonia, las repúblicas bálticas que habían sido parte de la URSS hasta 1991. Y además, cuatro naciones de Europa del Este: Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia.

En Conferencia Internacional del “Grupo de los 20” en Múnich, el 10 de febrero del 2007, Putin finalmente estalló. En un discurso, ahora célebre, ya que historiadores, gobernantes, diplomáticos y expertos en relaciones internaciones lo citan a menudo, Vladimir Putin expresó por primera vez la inmensa frustración de su país en contra de EEUU y el Occidente, por la expansión de la OTAN hacia Rusia.

Dijo Putin: “La expansión de la OTAN no tiene nada que ver con la seguridad en Europa. Al contrario, es una provocación, que reduce el nivel de mutua confianza. Preguntamos: ¿Contra quién  se intenta esta expansión? ¿Y qué ocurrió con las seguridades que nos dieron nuestros asociados de Occidente, prometidas luego de la disolución del Pacto de Varsonia? ¿Dónde están hoy esas declaraciones? ¡Nadie ni siquiera las recuerda!… Pero voy recordarle a esta audiencia lo que se dijo; voy a citar el discurso del Secretario General de la OTAN, Manfred Wörner, en Bruselas, el 17 de mayo de 1990. Wörner dijo, cita textual: ‘El hecho que no estamos dispuestos a instalar fuerzas militares fuera del territorio alemán le da a la Unión Soviética una firme garantía de seguridad´… ¿Dónde están hoy esas garantías?”

Y Pozner, en Yale, le preguntó a su audiencia: “¿Saben cuál fue la respuesta? “Si, pero esas fueron garantías que le dimos a la Unión Soviética, y ustedes no son la URSS, ustedes son Rusia”. Ese es un hecho al que se han referido muchos historiadores pero que ha sido ocultado e ignorado por periodistas sumisos de Occidente

En 2017, Putin, en un discurso sobre la política internacional de su gobierno, les dijo a EEUU: “Nuestro error fue confiar en ustedes. Y el error de ustedes fue el tratar de aprovecharse de aquello”. Dice Pozner que “entre la subida al poder de Gorbachev y el discurso en Múnich de Putin, habían pasado 22 años en que la URSS o Rusia no habían hecho nada, doméstica o internacionalmente, para enojar, irritar o decepcionar a los EEUU”. Los soviéticos, y rusos más tarde, le aceptaron muchas trasgresiones a EEUU: la expansión de la OTAN; los bombardeos por la OTAN de Serbia, que se extendieron de marzo hasta junio del 1999; y el reconocimiento a la soberanía de Kosovo, que había sido parte de Serbia durante siglos. ¿Y qué recibió Rusia a cambio de toda su buena voluntad? Nada, dice Pozner 

Putín había estado en el poder siete años. Nunca había sido acusado de tener ideas expansionistas o de querer revivir el imperialismo soviético. O que tenía intensión de atacar a países neutrales, como Suecia o Finlandia. Pero todas aquellas acusaciones, se lanzaron en su contra tras el inicio de las hostilidades en Ucrania. La estrategia, tanto de los gobiernos como de los periodistas sumisos y al servicio de las corporaciones fue: “Hay que demonizar a Putín”.

Pozner dijo: “No había ninguna razón para crear esta situación, pero EEUU lo hizo. Pareciera que estoy culpando a los norteamericanos, pero culpar no es una palabra que me gusta. Más bien, creo que se debe hablar de responsabilidades… ¡Pero no fueron los rusos!… Fue una decisión política errónea, que finalmente nos condujo a esto. Y esa es la razón por la cual afirmo que Washington y los Medios de Comunicación que tenemos, crearon al Putin que tenemos hoy”.

Concluyó Pozner: “Ahora tenemos una nueva carrera armamentista, lo que es terrible. Y una nueva Guerra Fría, que nos pone a todos, a nuestras vidas, a la civilización, en peligro de una guerra nuclear”.

Pozner, periodista de toda una vida, es un crítico feroz de los Medios de Comunicación de Occidente, que no son verdaderos profesionales sino que miembros sumisos de un aparato de Propaganda que jamás ha cuestionado los errores y miopía de las políticas internacionales de EEUU, en su afán y desesperación de continuar ejerciendo una hegemonía mantenida durante largos 80 años.

En la tercera y última parte, veremos cómo todo esto llevó al caos y Guerra Civil en Ucrania. A la anexión rusa de la Península de Crimea, y a la posterior invasión de los territorios del sur y del este de Ucrania. Y a lo de hoy, que no es una guerra total entre Ucrania y Rusia, sino una guerra controlada entre Rusia y una OTAN decidida a poner sus recursos materiales en contra de Rusia, pero no sus Fuerzas Armadas o la integridad de sus países. Al menos, por el momento.

Guerra en Ucrania, guerra a la verdad y la segunda Guerra Fría (PARTE I)