[Opinión] En casa de Herrera…
Hay partidos “grandes”. Duelos en los cuales no puedes fallar, menos si eres referente, capitán o símbolo de cualquier equipo. Me refiero a cotejos clasificatorios, de copas mundiales -u otros torneos internacionales- y superclásicos: un BocaRiver, Fla-Flu (Flamengo-Fluminense, en Brasil), Real Madrid-Barcelona o, en escala doméstica, Colo Colo-U. de Chile.
Nuestros seleccionados han dado pruebas de suficiencia hace largo rato y los reconocen, en todas las latitudes, como una fuerza colectiva consistente, capaz de envolver a rivales de mayor jerarquía y reducirlos a su mínima expresión. Pero algunos jugadores aún muestran una asignatura pendiente: la carencia de autocontrol (ver nota aparte). La torpeza de Gary Medel frente a Paraguay, por ejemplo, puede tener nefastas consecuencias para la Roja si sus relevos no son capaces de acercarse al nivel del “Pitbull”.
En los días previos al último Superclásico criollo, el discurso de los futbolistas y del nuevo cuerpo técnico azul se llenó de palabras como mística, temperamento, identificación con la camiseta y otros conceptos relacionados. Como siempre, una voz importante para “calentar” el partido fue la de Johnny Herrera.
El arquero de la U suele actuar con protagonismo previo a estos partidos. A veces, con acierto; en otras, con escaso criterio. Su figura moviliza. Su discurso es escuchado. Un líder, de aquellos que no puede fallar.
Pero lo hizo: un córner desde la derecha puso de manifiesto los evidentes problemas de Herrera en el juego aéreo. Tampoco estuvo atinado el central Alejandro Contreras en su brinco con Julio Barroso. Lo concreto fue que Colo Colo abrió la cuenta y, a partir de ese momento, para los albos todo resultó como coser y cantar…
Herrera luego hizo un par de intervenciones meritorias, pero su yerro ya había marcado el partido y, entre la pasividad del resto, el capitán azul vio cómo el barco se hundía lenta, pero irreversiblemente.
¿Y la mística o el temperamento para cambiar el rumbo? Allá quedaron, bien arriba, a nivel discursivo, en el siempre apacible universo platónico de las ideas. ¿Se aprenderá la lección? ¿Que las palabras sólo cobran sentido si van acompañadas de hechos? ¿Que debemos decir lo que pensamos, pero, sobre todo, hacer lo que decimos, como nos enseñó Galeano?
Por de pronto, Herrera tendrá un par de semanas para reflexionar, pues mirará los duelos clasificatorios desde la banca. Tal vez aproveche estos días para modular mejor su racionamiento y su soberbia, y piense que, para bien o para mal, es un referente, un ejemplo, de aquellos que no pueden fallar. Menos en un clásico…
Este comentario también lo puedes leer en el periódico Cambio 21.