Columna de Marco Sotomayor: Pablo Milad o el derrumbe del fútbol chileno (*)
Si usted ha escuchado la frase «el fútbol en nuestro país siempre puede estar peor», le invito a revisar esta crónica con algunos «hitos» que nos dejó la temporada 2022. Los responsables de este panorama, adelanto, seguirán a cargo del buque por los próximos cuatro años.
Por MARCO SOTOMAYOR / Foto: ATON
La mera instalación de Pablo Milad en la testera del balompié nacional debería bastar, por sí sola, para explicar la crisis por la que atraviesa esta actividad: sin grandes ideas, motivado por ambiciones personales, manejado por representantes de jugadores y sin respuestas para enfrentar situaciones límites, el ex Intendente del Maule ha sido, desde siempre, parte del problema y no de las soluciones.
Si hasta Sergio Jadue tuvo, al menos, la suerte de estar blindado por una exitosa Selección Chilena, ganadora de su primera Copa América (con los beneficios económicos que conllevó dicho logro); por el contrario, la administración de Milad no puede lucir, después de cuatro años, un solo hito trascendente: ni deportivo, ni administrativo, ni económico o de infraestructura.
De hecho, el fútbol chileno está prácticamente quebrado y la avalancha de juicios en su contra indican que a corto plazo la situación puede convertirse en terminal.
¿Por qué llegamos a esta crisis?
Básicamente, porque la instalación de las sociedades anónimas deportivas (SADP) le abrieron las puertas a empresarios sin escrúpulos, que vieron en el fútbol, quizás, la última actividad de fuerte impacto público que no estaba en sus manos: tenían el pan, pero les faltaba el circo.
Pues bien, la ley redactada por Arturo Salah y su equipo fue el puente que permitió el desembarco de este selecto grupo de depredadores.
Sin contraparte ni organismos fiscalizadores autónomos, la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (que aún no está separada, en la práctica, de la Federación, como lo ordena incluso la FIFA) encontró terreno fértil para hacer y deshacer.
Evidentemente, no todos los males han sido generados por el directorio que encabeza Milad: la opacidad, por ejemplo, que envuelve a la ANFP es herencia del período de Harold Mayne-Nicholls; esa extraña categoría llamada Segunda División Profesional (que ya le costó al fútbol chileno 2.5 millones de dólares) nace en la época de Jadue; la impunidad de los cómplices del ex dirigente calerano debe asumirse como responsabilidad colectiva: tipos como Mauricio Etcheverry no sólo no fueron sancionados, sino que se reinsertaron en el fútbol…
Aún así, Milad no ha tenido la voluntad ni la capacidad para enmendar el rumbo, en parte porque mantener el status quo deja la mesa servida para continuar con su política depredadora.
Repasemos parte del «legado» que nos deja Milad al término del año: fracaso de La Roja en las clasificatorias sudamericanas; fracaso de la reestructuración del cuerpo arbitral (la sonada traída del argentino Javier Castrilli terminó en escándalo); fracaso en detener la violencia en los estadios (los barrabravas siguen dueños de nuestros recintos deportivos); fracaso en establecer vínculos con las diferentes autoridades administrativas/políticas de las cuales depende la actividad (por todos es sabido la pésima relación entre Milad y la Ministra del Deporte, Alexandra Benado); fracaso en la contratación del gerente de selecciones (en este caso, Francis Cagigago, un verdadero inútil de 30 mil dólares mensuales, a quien debieron despedir); fracaso en la construcción del nuevo Juan Pinto Durán (anunciada ¡dos veces! con bombos y platillos por el propio curicano); fracaso ante la FIFA por el tema Ecuador/Byron Castillo (solamente ganó -y no poco- el abogado brasileño que nos representó en Zurich); fracaso en la gestión financiera, al punto de que tuvo que aliarse con casas de apuestas online, que en Chile están declaradas ilegales; fracaso aquí, fracaso allá…
A pesar de todo, Milad fue reelecto en los comicios de noviembre y mantendrá su cargo por cuatro años más.
Cuando reporteé dicho proceso eleccionario, muchos adversarios de Milad no se cansaron en decirme que el curicano «está matando el negocio, le ha restado valor, no hay credibilidad ni con empresas ni a nivel de opinión pública».
Igual votaron por él en segunda vuelta.
La razón habría sido que la lista opositora (la de Lorenzo Antillo, ex controlador de Audax Italiano) era «peor que la de Milad…», según me confesó un par de mandamases de clubes que terminaron por apoyar al ex intendente.
O sea, ¿pueden imaginar el nivel de quienes manejan este deporte?
Ojalá -y cierro con esto- el fútbol chileno fuese intervenido. No sólo se pondría fin a la corrupción que socava sus estructuras más elementales (como el fútbol formativo), sino también serviría para instalar nuevos dirigentes, con perfiles distintos. Directivos que llegasen a ordenar y a potenciar la actividad, y no a verla como un coto de caza para sus mezquinos intereses.
(* Esta columna también fue publicada en la revista acemagazine.cl)