Columna de Camila Baracat: Morrisey en el ojo del huracán, sin discográfica y en absoluto descrédito
El cantante británico está en una racha de exabruptos reaccionarios que lo han mantenido en el centro de la crítica. Además, no tiene sello para su último disco y algunos artistas que colaborarían con él se bajaron de las grabaciones.
Por CAMILA BARACAT / Foto: ARCHIVO
El año 2004 fue el Festival SUE en San Carlos de Apoquindo. Era la primera vez que venía The Mars Volta (con John Frusciante) y PJ Harvey, tremendos artistas. Sin embargo, el plato fuerte era el plomazo de Morrisey, que decidió que quería irse rápido de Chile e hizo más breve los conciertos de ambas bandas. A pesar de que mucha gente estaba allí para ver y escuchar su música hipster, de un pathos más falso que Judas, y mucho antes de que hubiera hipsters en Santiago de Chile (hoy todos lo son, y si no, no hallan cómo serlo), muchos fuimos esa noche por las bandas de verdad, los de El Paso, Texas, y la alucinante mujer de Dorset.
Desde allí nació mi alergia, y aún más con lo que genera The Smiths en las personas: una aproximación absolutamente plástica e instrumental a la cultura musical. Hoy no es más que una polera de H&M.
Morrisey debe ser uno de los músicos más sobrevalorados, sobre todo con la cantidad de música increíble que hay en Inglaterra. Por ejemplo, hoy, Sleaford Mods, la mejor banda del mundo según Iggy Pop, es una especie de antídoto contra la hispterofilia filoprimermundista, cuyo interés máximo es verse bien y tener los últimos dispositivos tecnológicos de moda.
El cantante es el prototipo hip. Sin ser exagerado, Morrisey puede estar en esa veta que critica la artista y ensayista Martha Rosler, cuando señala la clase cultural como la última y más reciente etapa del capitalismo posindustrial.
En fin, recientemente Morrisey vuelve a hacer notica porque lo está pasando mal, en parte gracias a su soberbia y algunos comentarios reaccionarios que, en el escenario más progre del mundo, vale decir, plataformas y redes sociales, le pasan la cuenta. Capitol Records acaba de cerrarle las puertas a su nuevo álbum “Bonfire of Teenagers”; además, una de los sencillos, “I am Veronica”, ya no cuenta con la participación de Miley Cyrus. Según el cantante, el disco producido por Andrew Watt “es el mejor de su carrera”.
No suficiente con esto, en noviembre pasado, a media hora de comenzado el show, se bajó del Teatro Griego en Los Ángeles sin decir agua va. Fue el guitarrista quien tuvo que dar disculpas a la audiencia. Recuerdo que cuando Charly García hacía esto, el amor continuaba intacto. Por otra parte, no podemos comparar peras con manzanas: Charly García es un artista de verdad, atento a todo fraude de época, ya sea en música como en política.
Por último, el británico, afincado hace muchos años en Los Ángeles, ha arremetido contra la “diversidad” como criterio de algunas discográficas. Sin conformarse con esto, y aduciendo a su veganismo, atacó a los chinos por su consumo de carne en relación a los derechos de los animales, señalando que es “absolutamente horrible. No puedes evitar sentir que los chinos son una subespecie”.
También tuvo comentarios desfavorables para la migración: “Con el tema de la inmigración es muy difícil porque, aunque no tengo nada en contra de la gente de otros países, cuanto mayor es la afluencia a Inglaterra más desaparece la identidad británica”, declaró a NME en 2007, cuando le preguntaron si pensaba regresar al Reino Unido.
Morrisey se quejó de haber sido leído sin contexto, pero en 2019 se le vio con un pin de For Britain, movimiento nacionalista británico de extrema derecha. Como dijera en su momento Saint Just: el orden presente es el desorden del futuro.