La Roja: una clasificación con dudas
Se mejoró por momentos, pero el cuadro de Pizzi sigue mostrando ostensibles lagunas, persevera en cometer errores groseros y deja instalada la natural preocupación de ver que figuras clave transitan por un momento ostensiblemente bajo, con Claudio Bravo llevando el estandarte. Jugando como hasta ahora, es poco lo que tenemos que hacer el sábado, frente a México.
Para la historia de la Copa América quedará registrado que Chile clasificó a cuartos venciendo por 4 a 2 a Panamá, que Pizzi sumó dos victorias consecutivas en la banca de la Roja y que, por momentos, sólo por momentos, simuló ser el equipo fluido, mordedor y rendidor capaz de pararse de igual a igual frente a cualquiera. Para el análisis, sin embargo, nos queda una Selección Chilena que, ganando merecidamente el partido y su clasificación a la siguiente ronda de esta copa del Centenario, deja más dudas que certezas, como no sea el que, jugando a este nivel, y a ratos, no le va a alcanzar para seguir marcando hitos en el certamen estadounidense.
Enfrentar a este limitado y rústico cuadro panameño ratificó, además, que, al igual como aconteció frente a Bolivia, la Roja sigue sin saber jugar de “grande” a “chico”. El asumir la responsabilidad del partido casi en exclusividad, el tener que superar y vulnerar a un equipo que cierra espacios y que no sale de su repliegue aun a sabiendas de que el empate no le sirve para nada, ha sido una tarea que el conjunto de Pizzi no ha podido o no ha sabido asimilar.
Es verdad: con Bielsa primero, y con Sampaoli después, la Roja logró un vértigo y una mecanización de movimientos que la tornaban en un equipo absolutamente competitivo. Más cuando la posesión de la pelota se luchaba con los dientes apretados y un despliegue físico que permitió superar a Inglaterra en su casa, eliminar a España de la Copa del Mundo Brasil 2014 y tener por las cuerdas a la propia Alemania en Stuttgart. Si a todas esas virtudes el equipo sumaba altos rendimientos individuales, el resultado era un cuadro al que pocos querían enfrentar.
Esta Roja de Pizzi, ya sea porque no marca ni con la aplicación ni la estrictez de otros tiempos, ya sea porque cuenta con varias figuras que antes fueron clave y cuyo nivel actual está por los suelos, o poco menos, es un equipo absolutamente del montón, por no usar el más que peyorativo concepto de mediocre. Dicho pronto y claro: jugando como se ha jugado hasta ahora no tenemos nada que hacer frente a México, el sábado próximo, en Santa Clara. Y no porque el cuadro azteca sea una máquina o un dechado de virtudes, sino porque cualquier cuadro de un nivel superior al que exhibieron bolivianos y panameños –cosa para nada improbable- no nos va a perdonar los muchos errores que la Roja hasta ahora ha cometido.
Hay varios jugadores cuyo nivel preocupa. Empezando por Bravo. Con este nivel de solvencia que ha demostrado en esta copa parece increíble que sea el arquero titular del Barcelona. Estuvo flojito en los dos goles panameños, como lo había estado en el gol de Bolivia y en el de la apertura para Argentina. Jara es otro caso: Panamá nos vacunó antes de los 5 minutos de juego por una pelota que perdió increíblemente en la salida, falla que, al terminar el primer tiempo, le significó la fuerte reprimenda de Alexis Sánchez, episodio indicativo, además, de que el compañerismo y la solidaridad no es el fuerte de este equipo.
Isla tampoco está en su mejor momento. Débil en la marca, ha olvidado por completo lo que es desbordar y culminó su opaco partido ganándose una amarilla innecesaria que lo deja fuera del encuentro frente a México. Aránguiz no ha sido un desastre, ni mucho menos, pero está claro que su larga ausencia de las canchas lo tiene todavía lejos del rendimiento a que nos tenía acostumbrados.
Alexis mismo, es otro caso destacable. Es cierto que anotó dos goles, que aclaró con esos tantos un trámite que en cualquier momento podía enredarse, pero el del Arsenal persiste una y otra vez en exagerar su individualismo, en quedarse mucho más con la pelota que en buscar la sociedad con algún compañero bien ubicado. No fue, desde luego, tan personalista como lo había sido frente a los bolivianos, pero en más de una oportunidad frustró cargas propicias y se ganó golpes que perfectamente pudo haber evitado por quedarse un segundo más con el balón.
Sin alcanzar un brillo refulgente, ni mucho menos, esta vez tuvimos a un Vidal mucho más preocupado de jugar que de involucrarse en refriegas y alegatos inútiles con el árbitro y los rivales. Lo mismo con Vargas: lo suyo no alcanza para ser calificado como un partido de alto vuelo, pero con sus goles demostró que está de vuelta, y que la búsqueda de Pizzi por encontrar ese delantero que le hacía falta para finiquitar al menos un porcentaje de las ocasiones de gol que se producen, debiera estar ya clausurada. Porque ni Pinilla, ni mucho menos Castillo, hicieron demasiado para conformar con su rendimiento.
Es de esperar que esta clasificación a cuartos sea lo que los españoles llaman un “revulsivo”. Es decir, que marque un antes y un después de un equipo que, además, se muestra muy ansioso, condición que suele confundirse con la inseguridad, con el nerviosismo. Con lo poco que mostraron, tanto Bolivia como Panamá nos crearon posibilidades que, en los pies de mejores jugadores, bien pudieron significarnos más goles que estos cinco que cosechamos en tres partidos. Dicho de otra forma, los mexicanos se van a aburrir de vacunarnos si el equipo muestra tantas vacilaciones en un fondo donde sólo Gary Medel parece mantener la solvencia de otros tiempos.
Alguien dijo que, después de haber ganado la Copa América del año pasado, los rivales ya nos miran distinto. Y es verdad. El mismo México, en aquel amistoso previo a este torneo, mostró un evidente respeto, un fútbol muy conservador. Tanto, que sólo se atrevió a atacar masivamente tras ver que Pizzi excluía a la columna vertebral, a los mejores: Medel, Díaz, Vidal y Sánchez. Y de esa forma nos ganó con un gol agónico del “Chicharito” Hernández ante el cual falló ostensiblemente uno que al parecer no ha podido despercudirse de las muchas dudas que le dejó su rendimiento en Universidad de Chile: Gonzalo Jara.
Chile sólo tendrá posibilidades en la medida que mejore su nivel durante todo el encuentro, y no sólo por momentos breves, como hasta ahora ha ocurrido. Para ello requiere con urgencia de un mayor involucramiento de todos, de una aplicación absoluta que hasta ahora ha escaseado y de recuperar esa extraviada solidaridad que lo transformaba en un equipo compacto, en el que siempre había un compañero para auxiliar prontamente a quien fallara o para mostrarse para la descarga.
El primer objetivo, pues, está cumplido. Resta por ver si, frente a exigencias mayores, esta Roja de Pizzi es capaz de ponerse nuevamente a la altura de las circunstancias.
PORMENORES
Grupo D, Copa América Centenario.
Martes 14 de junio de 2016.
ESTADIO: Lincoln Financial Field.
CIUDAD: Filadelfia, Estados Unidos.
ARBITRO: Roddy Zambrano (Ecuador).
PUBLICO: 28 mil personas, aproximadamente.
CHILE (4): Bravo; Isla, Medel (89’ Roco), Jara, Beausejour (60’ Puch); Vidal (89’ Hernández), Díaz, Aránguiz; Fuenzalida, Vargas, Sánchez.
PANAMA (2): Penedo; Machado, Cumming, Miller, L. Henríquez; A. Henríquez, Gómez, Camargo, Quinteros (71’ Buitrago); Nurse (46’ Arroyo) y Tejada (46’ Torres).
GOLES: 5’ Camargo, 15’ Vargas, 43’ Vargas (cabezazo), 50’ Sánchez, 75’ Arroyo (cabezazo), 89’ Sánchez (cabezazo)
Tarjetas amarillas: En Panamá, Cumming, A. Henríquez y Camargo. En Chile, Isla.