España 1964: la Eurocopa de Franco

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Por Carlos Pérez
Actualizado el 9 de junio de 2016 - 1:00 pm

Durante muchos años, España se aferró de manera casi desesperada al recuerdo del título obtenido ese año, jugando como local.

La segunda edición de este campeonato constituyó una enorme posibilidad de lavar la decepción que supuso la primera versión de la Euro -cuyas rondas finales (semifinales y final) se disputaron en Francia, 1960- y que en su fase de cuartos presenció la insólita renuncia a jugar por parte de España frente a Unión Soviética, por expresa instrucción del dictador Francisco Franco, quien no autorizó el desplazamiento de los hispanos hasta Moscú, y menos el ingreso de los soviéticos a suelo español, donde se discutiría la opción de seguir avanzando en el torneo. Los hispanos habían eliminado brillantemente a Polonia con un global de 7-2 en octavos.

Esta segunda Eurocopa fue utilizada por el régimen franquista para conmemorar los 25 años del triunfo en la guerra civil española. El Generalísimo quiso mostrar al mundo que España, pese al violento régimen que padecía, podía proyectar a través del fútbol una imagen positiva. Así, tras sortear con relativa facilidad las fases previas en 1963, junio de 1964 fue el mes en que la selección, guiada en cancha por Luis Suárez y en la banca por José Villalonga, se encontró con la opción de abrazar por vez primera la gloria continental.

Sin embargo, los equipos «comunistas» -primero, Hungría; luego, la Unión Soviética- hicieron pasar algunos contratiempos al régimen del Caudillo Franco: en la semifinal ante los magyares, España debió extremarse hasta el tiempo suplementario, donde recién en el minuto 112 pudo concretar el 2-1 por intermedio de Amancio, que tranquilizó a las casi cuarenta mil personas que apenas pusieron algo de color en las tribunas del Santiago Bernabéu.

 Franco y la primera Euro para España.. El partido se jugó en medio de una tensión política generada por la necesidad del régimen totalitario español por derrotar al "comunismo". Hábilmente, el Dictador recibió el trofeo vestido de civil, lo mismo que hizo el genocida argentino Jorge Rafael Videla, cuando la Albiceleste conquistó el Mundial de 1978.

Franco y la primera Euro para España. El partido se jugó en medio de una tensión política generada por la necesidad del régimen totalitario español por derrotar al «comunismo». Hábilmente, el Dictador recibió el trofeo vestido de civil, lo mismo que hizo el genocida argentino Jorge Rafael Videla, cuando la Albiceleste conquistó el Mundial de 1978.

La otra semifinal, entre Rusia y Dinamarca, se resolvió fácilmente para los liderados por Lev Yashin (considerado por esos años como el mejor portero del mundo), quienes en el primer tiempo aseguraron el marcador con dos tantos, para luego sentenciarlo con gol de Ivanov a tres minutos del término.

La final, pactada para el 20 de junio también en el estadio del Real Madrid, se comenzó a jugar en los pasillos gubernamentales días antes, cuando la mediación secreta del ministro José Solís, hombre de confianza y lugarteniente de Franco, permitió las garantías para disputar la final soñada, que cuatro años atrás fue truncada por la decisión del dictador. El problema real fue que el Generalísimo sentía pánico de entregar la copa a los rusos, algo parecido a lo que vivió Hitler en Berlín, durante los Juegos Olímpicos de 1936, después del notable triunfo del velocista de color Jesse Owens.

Por otra parte, estaba el incentivo de que por fin España iba a demostrar al mundo una superioridad sobre el bloque comunista, y eso serviría como un enorme impulso a la labor que impulsaba Franco como líder totalitario de la nación.

En la semana previa al partido, la inteligencia de gobierno hispano llegó incluso a interceptar y revisar declaraciones Yashin, quien en la previa del partido sólo se limitó a hacer comentarios futbolísticos, alejándose claramente de la polémica política, lo que en gran parte alivió a la UEFA y a la FIFA, expectantes en todo momento ante la relevancia de este duelo.

La jornada final fue soñada para el franquismo: 120 mil españoles ovacionando al Caudillo que observó con un poco de nervio –en compañía de su esposa- cómo los equipos firmaban un tenso 1-1 antes de los diez minutos de juego. Sólo el gol de Marcelino, a seis del final, hizo explotar de al estadio: con una extraña contorsión, el delantero del Zaragoza dejó inmóvil a Yashin, tal como lo había hecho dos años antes, en Arica, Leonel Sánchez.

Ya en la hora de la premiación, el capitán hispano Olivella ofrendó la victoria al dictador: “Este logro se lo ofrecemos en primer lugar al Generalísimo Franco, que ha venido esta tarde a honrarnos con su presencia y animar a los jugadores, quienes han hecho lo imposible por entregar al Caudillo y a España este sensacional triunfo”.

Por primera vez España sonreía en el fútbol, aunque después tuvo que esperar 44 años para repetir el dulce sabor de levantar una nueva Eurocopa.