La propuesta Tobar
El juez hizo en vivo y en directo una propuesta formal de cómo la aplicación correcta del criterio puede influir en el nivel de competencia de los equipos.
Por SERGIO GILBERT J. / Foto: AGENCIAUNO
Roberto Tobar no hizo un arbitraje perfecto en el partido entre Colo Colo y Universidad Católica. Por ejemplo, se “comió” dos expulsiones cruzadas -las de Ignacio Saavedra y Clemente Montes quienes debieron sumar sus segundas tarjetas amarillas por lo ambos jugaron “gratis”, como dice en el fútbol. El juez tampoco fue a observar por si mismo al VAR si la pelota había entrado tras un remate de último minuto del primer tiempo por parte de Gabriel Costa (no costaba nada ir a revisar, más aún si la jugada fue harto dudosa) e interpretó, de manera al menos discutible, que el puñetazo del arquero Dituro en contra de Suazo no fue “temerario” y que, por lo tanto, no cabía lanzamiento penal para los albos.
Bien rara la explicación…
No obstante ello, Roberto Tobar fue una de las grandes figuras del partido jugado en el Monumental.
Y es que como pocas veces ha pasado en el fútbol chileno, el juez que debió ser designado para ir al Mundial de Qatar y que no lo fue por razones poco explicadas, hizo en vivo y en directo una propuesta formal de cómo la aplicación correcta del criterio puede influir en el nivel de competencia de los equipos.
¿Qué fue lo que hizo Tobar que es para aplaudir? Simplemente clausuró la posibilidad de cortes innecesarios del juego, no cobrando faltas irrelevantes ni permitiendo el habitual abuso de los jugadores nacionales para intentar sacar partido de acciones que no tienen un mínimo de violencia.
Roberto Tobar, en concreto, le dio continuidad al juego. Dejó que fluyera, obligando a que se mantuviera una intensidad alta y se jugara casi sin pausas. De hecho, el tiempo efectivo de juego del partido superó los 50 minutos, algo inusual a nivel de torneos nacionales.
Lo relevante, lo trascedente de esto, es que tanto los jugadores como los entrenadores de ambos equipos se dieron cuenta de que no les cabía más que aceptar la propuesta de Tobar. Y no sólo hubo más lucha, mayor kilometraje recorrido, sino que menos alegato, menos simulación, menos intento de sacar ventajas pequeñas. Más juego y espectáculo, en síntesis.
Roberto Tobar acertó.
Y eso es para alegrarse, porque se demostró que se puede jugar más y con mayor intensidad si es que existe la voluntad de hacerlo.
Tobar se anotó un pleno, pese a que su apuesta era altísima y que podría haber sido acusado de displicente o poco criterioso.
Bien por él, por su criterio, por su valentía.
No porque hiciera un arbitraje perfecto ni mucho menos. Sí porque al fin hubo alguien en la cancha haciendo lo que debe hacerse.