A la Albiceleste ahora le sirve cualquier copa

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Por Jorge Castillo Pizarro
Actualizado el 2 de junio de 2016 - 12:03 am

  • Adecuando la cruda realidad a sus sueños de grandeza, Argentina se aferra a esta Copa América “marquetera” para ganar algo, luego de casi un cuarto de siglo de puros desconsuelos.

Han sido tantas y tan fuertes las frustraciones en los últimos 23 años que en Argentina se aferran a un posible título de menor cuantía, como es esta Copa América Centenario, para salir de perdedores y recuperar una autoestima menoscabada desde que en 1993 alzaran por última vez una copa internacional, justamente la trigésimo sexta versión del máximo torneo continental de selecciones.

Esa vez vencieron en la final a México 2-1, instancia a la que llegaron gracias al «ataja penales» Sergio Goycoechea, clave en las previas definiciones desde los doce pasos contra Brasil y Colombia, tal como lo había sido en el Mundial de Italia 90’.

Fue el último momento de gloria. Luego vino la sequía, que relegó al último rincón de la memoria los dos títulos mundiales y los 14 continentales.

Como lo hicieron ver casi con angustia varios comentaristas trasandinos después de que Alexis Sánchez desatara el éxtasis chileno el 4 de julio del año pasado: toda una generación de veinteañeros y adolescentes argentinos no puede ufanarse ante nadie de ser los mejores, porque desde su nacimiento ha sabido de derrotas, algo impensable para las altaneras y soberbias generaciones anteriores.

Ahora la consigna es traerse el título. Solo esto lavará su magullado orgullo. Hasta Lionel Messi se ha convencido de aquello, sin reparar en que para instalarse en el pináculo del fútbol, por sobre Pelé y Maradona, a él solo le sirve ganar un Mundial. Lo demás, como suelen decir sus compatriotas, es verso. Gauchesco, tangómano o lo que sea, pero verso.

Argentina acude a este campeonato respaldada en su primer lugar actual del Ranking FIFA, en la desesperación de Messi por ganar cualquier cosa con la camiseta nacional…

Allá ellos. Lo cierto es que a diferencia de Brasil, que reservó a Neymar para los Juegos Olímpicos, Argentina acude a Estados Unidos con lo mejor que tiene en este momento. Signo inequívoco de su apetito.

El «Tata» Martino ha mantenido la base del equipo que defraudó en la Copa América anterior y que de a poco se afirma en las clasificatorias mundialistas.

El arco sigue siendo de Sergio Romero, y en la defensa Nicolás Otamendi y Marcos Rojo sostienen el andamiaje defensivo, ayudados ahora por los pujantes Ramiro Funes Mori y Gabriel Mercado. Delante de ellos, Javier Mascherano y Ever Banega (o Kranevitter) harán de primera barrera, pero también de canal de salida y de puente con las estrellas del ataque. El tercer aspirante a ocupar esa zona, y con altas posibilidades, era Lucas Biglia, quien fue sacado a última hora de la nómina final por culpa de un desgarro.

Arriba es donde Martino encuentra más alivio para mantener encendida su ilusión. Con Messi, Agüero, Di María y el resurgimiento goleador de Gonzalo Higuaín, el entrenador sigue confiando en que puede salir de cualquier mal trance, aunque en Brasil 2014 y Chile 2015 sus astros hayan desmentido esa credulidad.

Como sea, la ambición albiceleste le dará morbo al torneo. Es la única explícita hasta ahora. Brasil ya no se atreve a apostar nada; Uruguay se la guarda, sabedora de que siempre así le va mejor; México piensa lo mismo, y el resto más bien toma este torneo como un ensayo general del asalto final para Rusia 2018 que comenzará a fines de año con la segunda etapa de las rondas previas mundialistas.

Es precisamente esta hambre desmedida de toda una nación la que puede hacer la diferencia.

Argentina acude a este campeonato respaldada en su primer lugar actual del Ranking FIFA, en la desesperación de Messi por ganar cualquier cosa con la camiseta nacional y en la necesidad de Martino por demostrar que el puesto no le quedó grande, como en el Barcelona.

No es poco para superar las tibias pretensiones del resto.