Una Cancillería errática ¿o irrelevante?

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Por Juanita A. Rojas C.
Actualizado el 25 de septiembre de 2022 - 9:03 pm

El incidente con el nuevo embajador de Israel en Chile, Gil Artzyel, no se puede explicar bajo la lógica del mayor o menor respaldo a la causa palestina –que una parte importante de los chilenos, incluso algunos judíos, respalda – ni a la defensa de los derechos humanos. 

Foto: AGENCIAUNO

El fin de semana retornó al país el Presidente de la República, Gabriel Boric, después de una gira de varios días a Estados Unidos donde, además de intervenir por primera vez ante la Asamblea General de Naciones Unidas, sostuvo una intensa agenda de encuentros con los principales líderes del mundo. El canciller alemán, Olaf Scholtz; el presidente de Francia, Enmanuel Macrón; el jefe del gobierno español, Pedro Sánchez; la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Arden, y el primer ministro de Canadá Pierre Trudeau, entre otros. Cabe mencionar también reuniones con el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, y la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen.  Ese breve resumen permite decir que el viaje fue exitoso, más allá de anécdotas irrelevantes que algunos han tratado de destacar con espíritu mezquino.

Sin embargo, el periplo y sus futuros efectos positivos para nuestro país están por verse y lo anterior no impide tener una visión crítica de lo que han sido las relaciones exteriores en los seis meses de ejercicio del actual gobierno.  Porque muchos de los errores en la materia pueden ser atribuidas a inexperiencia o falta de manejo político, pero otros simplemente rayan en el fanatismo, el descriterio o la franca grosería. No se necesita ser experimentado en diplomacia para saber que si citas a alguien a tu casa a una hora determinada, no esperas que el invitado esté en la puerta para mandar a un tercero a decirle que no lo vas a recibir porque tú estás enojado.  Siempre existe la posibilidad de avisar, con la debida anticipación, que el encuentro de ese día no se llevará a cabo.

El incidente con el nuevo embajador de Israel en Chile, Gil Artzyel, no se puede explicar bajo la lógica del mayor o menor respaldo a la causa palestina –que una parte importante de los chilenos, incluso algunos judíos, respalda – ni a la defensa de los derechos humanos.  Menos si, minutos después, Boric recibe las cartas credenciales del embajador de Arabia Saudita, cuyo gobierno ha estado involucrado en serias violaciones a los derechos humanos y que sistemáticamente desconoce los derechos y libertades de las mujeres.  ¡Menos mal que el actual gobierno se declara feminista!

La pregunta es ¿qué rol jugó la ministra de Relaciones Exteriores, Antonia Urrejola? ¿Hizo ver la gravedad y los alcances de la situación ante el Primer Mandatario?  Si lo hizo y no fue escuchada, debería haber renunciado, si bien estaríamos ante un problema más grave: un Presidente cuyas pasiones lo dominan.  Si no lo hizo con la fuerza que la situación ameritaba, entonces tenemos serias debilidades en la Cancillería y cabría esperar nuevas situaciones vergonzosas.

Algunas personas han señalado el hecho como “gustito” del Presidente, otros lo han calificado de berrinche infantil, o un antisemistimo larvado que el propio Boric no se atreve a explicitar. Imposible decidir cuál de las explicaciones es peor. No se debe olvidar manifestaciones anteriores con rasgos antisemitas del gobierno o de miembros de su coalición, como el de la alcaldesa Ripamonti (RD), de Viña del Mar, cuando rechazó prestar un recinto para el festival Puerto de Ideas porque había aportes de la embajada de Israel. Políticos y diplomáticos sostienen en sordina, hasta hoy, que la falta de apoyo al embajador Claudio Grossman para ser integrante de la Corte Internacional de Justicia tuvo más que ver con su calidad de miembro de la comunidad judía que con la explicación entregada, esto es, que se privilegiaría un cupo para Chile en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

La versión oficial de la negativa a recibir al embajador de Israel es que se deseaba manifestar la molestia por la responsabilidad que fuerzas militares israelíes tendrían en la muerte de un joven palestino, hecho execrable sin duda. Pero ese argumento nuevamente nos lleva a preguntarnos si en el futuro se rechazará la presencia de todos los representantes de países que atenten contra los derechos fundamentales. El actual gobierno de Israel sin duda que puede o debe ser motivo de críticas profundas por su política contra los palestinos.  Pero con esos parámetros, nos quedarían pocos embajadores acreditados, sin pecar de doble estándar.

La propia ministra Urrejola demostró no ser muy delicada en materia diplomática en su reciente visita a Londres, con motivo de los funerales de la reina Isabel II, cuando en declaración pública señaló que no se explicaba la existencia de monarquías a estas alturas del siglo XXI. Muchos podemos compartir su opinión, pero ni el lugar ni el momento era el apropiado para entregar su opinión personal sobre algo que nadie le preguntó. Además, siempre es mejor una monarquía democrática que repúblicas tiránicas. Ni hablar del permanente gesto de molestia del rostro de la canciller, cercano a lo despectivo, cada vez que se la enfoca en cualquier evento público.  Lamentablemente para algunos, la comunicación no verbal es relevante y, no por causalidad, es motivo de estudios académicos.  Un gesto vale más que mil palabras.

Los nombramientos de embajadores han sido otra materia de críticas y no necesariamente porque los nominados no sean diplomáticos de carrera.  Todos los gobiernos han designado a figuras políticas, artísticas o académicas que no vienen del interior de la Cancillería.  Tampoco es nuevo que los gobiernos nominen a figuras cercanas en materia ideológica o personal. Piñera quería nombrar a su hermano, poco aceptable más allá de que el nominado tuviera una vasta trayectoria en cargos públicos.

La crítica surge cuando los nuevos embajadores no son figuras políticas, ni intelectuales, ni sindicales, ni sociales de ningún tipo, al punto que algunas de ellas tampoco tienen alguna relación profunda con el país al que van a representar (caso Alemania e Inglaterra). El sondeo previo con el país de destino se supone que se hace previamente, lo que hace inexplicable el anuncio del nombramiento de Sebastián Depolo en Brasil sin que se haya contado con la anuencia de Bolsonaro.  Depolo es académico de la Universidad de Chile, político, ex presidente de Revolución Democrática y con antepasados brasileños, pero la falta de refinamiento diplomático de la cancillería lo tiene hoy en una posición altamente incómoda. Si su nombre estaba pensado para Brasil, habría bastado abstenerse de nombrarlo hasta después de los comicios presidenciales en ese país. De hecho, todavía no tenemos nuevos embajadores en México ni Colombia, por ejemplo ¿Quién responde por el estropicio?¿Cuál es el rol de la ministra de RR. EE. en estos nombramientos? ¿Se limita a aprobar los nombres que dicta el Presidente, sin decir nada? ¿Son nombres que propone ella?  Tampoco lo sabemos, pero sería interesante saberlo.

Un ejemplo es el designado embajador en España, Javier Velasco, amigo personal del Presidente, sin experiencia diplomática ni currículum destacado en alguna área que amerite su nombramiento en un país históricamente clave en nuestras relaciones exteriores.  Lo anterior no implica que Velasco sea, en una de esas, un profesional joven con destacada trayectoria y de gran formación académica (no lo sabemos).  Pero de esos hay muchos en nuestro país, más aún, los hay dentro de la propia coalición política del Presidente. ¿Por qué él y no otro? ¿Basta ser amigo del Presidente o de la canciller?

El asunto no es menor cuando los nóveles diplomáticos cometen errores gruesos. Todo ciudadano informado sabe que un embajador tiene ciertas normas básicas que debe cumplir en el país en que cumple su misión: no intervenir en política local, no opinar sobre la contingencia del país en que está asignado y, en lo posible, no meterse en política contingente del país al que representa.  Basta recordar la entrevista del embajador de Chile en Uruguay,  el abogado comunista Eduardo Contreras, a un diario local.  Dichos contra el empresariado y al rol de la DC en el golpe de Estado le costaron el cargo durante el gobierno de Bachelet.    Nadie le informó de eso a Velasco…o bien su cercanía con el Primer Mandatario lo hace creer que en su función no tiene límites.

El punto es por qué Velasco fue nombrado en España y no otra figura de mayor relevancia, como es el caso del ex rector de la Universidad de Chile, el doctor Ennio Vivaldi, recientemente designado en Italia.  No se ha conocido ningún cuestionamiento, de ningún sector, respecto de esta última nominación, por razones obvias. Trayectoria profesional e intelectual indiscutible, amén de sus antepasados italianos.

Los tratados internacionales y su modificación, aprobación o ajuste son materia de otro análisis, porque la ambigüedad del gobierno respecto al TPP11,  las side letters y otros convenios amerita un análisis más largo.  Por ahora, en términos generales, pareciera que el Ministerio de Relaciones Exteriores, su titular Antonia Urrejola y las relaciones diplomáticas no pasan la prueba de la blancura.  Y el respaldo y cerrada defensa que hace de esta última el Partido Socialista -del cual es cercanísima aunque no militante formal- no son suficientes para dejar pasar la debilidad de esa cartera y su titular.