Celebré con viejos lindos los 106 años de Green Cross
En la histórica sede del club Juan Ramsey se juntaron los adherentes a la cruz gamada. No son muchos, pero emociona su fervor por un club que ya no existe pero sigue viviendo en sus corazones. Estuve con ellos y aparecieron mis remembranzas.
Por JULIO SALVIAT
El que organiza todo es de Temuco y nunca vio jugar al Green Cross santiaguino. Pero Juan Carlos Bravo tiene la cruz verde metida en el corazón y, con toda la familia involucrada, organiza anualmente en la capital un encuentro de viejos tercios para avivar los recuerdos, echarle leña a la nostalgia y recordar a los que le dieron gloria a club.
La sede del histórico Juan Ramsay fue el lugar de los abrazos, las distinciones y los aplausos. Se reseñó brevemente la historia del club nacido en los colegios cuicos santiaguinos y se repasaron los momentos históricos y los títulos conseguidos. Se premió a varios, incluyendo a figuras fallecidas que contribuyeron al título de campeón logrado en 1945, como Francisco “El Manco” Ruiz. También se distinguió a figuras más cercanas como Gonzalo Carrasco, Nelson Torres, Pedro García, Juan Carlos Orellana, todos seleccionados nacionales en distintas épocas.
Y en medio de esa ceremonia tan evocadora, aparecieron mis remembranzas, porque Green Cross también es un capítulo imborrable en mi vida: la camiseta blanca con la cruz verde fue la primera que vi en un partido del campeonato profesional chileno. Un tío me llevó al estadio Santa Laura un domingo, y fue Green Cross el primer equipo que saltó a la cancha. Poco después ingresó Universidad de Chile… No recuerdo detalles del partido, pero sí lo que sucedió después: tratando de subir a una góndola que nos llevaría de regreso a casa, mi tío me dejó arriba y se quedó abajo. Él gritaba para que el destartalado vehículo se detuviera, y le gente también, pero el chofer parecía sordo. El susto se terminó cuando el micro dio la vuelta entera en la Plaza Chacabuco y recogió a mi tío.
En orden cronológico, otro episodio importante fue a comienzos de los sesenta cuando terminaba la enseñanza media en San Vicente Tagua Tagua. El dueño de la casa donde pagaba la pensión, Luis “El Cachorro” Vargas, que era futbolero y tenía una Vespa, la motoneta de moda en esos años, me invitó a un partido en Rancagua: O’Higgins con Green Cross. Eran dos buenos equipos de la competencia y Lucho quería verlos. Me quedaron dos recuerdos imborrables: fue la primera vez que vi a Julio Martínez, que estaba comentando ese encuentro. Quise acercarme y decirle que no me perdía su programa radial vespertino ni su tradicional mensaje navideño, pero no me atreví. Después, siendo colegas, se lo conté… Lo otro fue una incidencia en el partido. Se jugaban los descuentos, y con el arquero rancagüino adelantado, un delantero de Green Cross le hizo un globito desde mucha distancia. La pelota iba a entrar al arco cuando el árbitro hizo sonar el silbato para determinar que el partido terminaba. Fue gol, pero no fue. No valía.
Me conmovió la tragedia, ese mismo año, cuando el equipo completo falleció al estrellarse el avión que lo traía de Osorno de vuelta a Santiago después de un partido por la Copa Chile. Me indignó la mano suelta del gerente greencrossino Fernando Jaramillo, que trabajaba en el Banco Central y se metió a la bóveda para sacar hartos billetes y ponerlos en la cuenta del club, que vivía penurias económicas, y terminó en la cárcel. Me interesó mucho la gira que realizó en 1956 por los países que estaban detrás de la Cortina de Hierro. Esas presentaciones formaban parte del plan para ganar votos en la elección de sede para el Mundial de 1962, y Green Cross cumplió con creces: todos los países del bloque soviético votaron por Chile. Y además se dio el lujo de ganar al campeón de Yugoslavia y de empatar con la selección de Checoslovaquia, ente otras gracias.
La anécdota que más recuerdo se produjo en 1966, cuando estudiaba Periodismo en la UC y trabajaba en el diario La Nación. Era reportero de La Moneda y estaba encargado de las actividades del Presidente de la República, la Secretaría General de Gobierno y los ministerios del Interior y Relaciones Exteriores. Su Excelencia, Eduardo Frei Montalva, tenía programada una visita a Temuco y viajó en tren. A los periodistas se nos asignó un coche especial, en el que –como se acostumbraba en el gremio de esos tiempos- jugamos a los dados y tomamos toda la noche del viaje. Al llegar a Temuco esa mañana, advertimos que había una multitud esperando en el andén. El Presidente estaba feliz, pero algo se le cayó la cara cuando supo que en el mismo tren había viajado Honorino Landa, que era la gran contratación de Green Cross Temuco, y que eran más los hinchas que esperaban al jugador que los ciudadanos que lo querían saludar.