Las mil y una historias de Marcos Cornez

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Por Julio Salviat
Actualizado el 21 de mayo de 2022 - 3:08 pm

El ex arquero de Palestino, Universidad Católica y Antofagasta, entre otros, no pudo atajar el gol de la muerte, servido por un cáncer maldito. Pero deja el recuerdo de un gran jugador y especial persona.

Por JULIO SALVIAT

Estaba celebrando sus bodas de oro con el fútbol cuando supo que iba a morir. En abril de 1972, Marco Cornez se integró a las divisiones menores de Universidad Católica, seguro de que haría historia. En mayo de 2022, este sábado, se fue el cielo a contar las historias vividas en estos 50 años cerca de un arco, abatido por un cáncer al estómago.

Lo conocí en el Palestino campeón de 1978, cuando Oscar Fabbiani batía records de efectividad, Manuel Rojas deslumbraba con su habilidad y Elías Figueroa era una muralla impasable. Lo veía en los entrenamientos, donde llamaba la atención ya por su agilidad y valentía. El dueño del arco era Manuel “El Loco” Araya.

Extravertido y sonriente, se acercó una vez para decirme que en poco tiempo más iba a hacerle una nota a él en la revista Estadio.

-¿Y por qué no ahora? –le pregunté.

-Porque no he hecho nada todavía.

Me dio la mano y se fue. Y se lo recordé cinco años después, en 1984, cuando yo dirigía la revista Triunfo y Universidad Católica, con él en el arco, se encaminaba al título. Ya era un portero conocido y considerado. En el arco cruzado había contribuido a ganar la Copa República.

Yo asistía con frecuencia a los entrenamientos de Universidad Católica porque era el que vivía más cerca de San Carlos de Apoquindo y tenía auto. Y de tanto vernos tuvimos una relación muy cordial con él y con René Valenzuela, su amigo inseparable, compañero de hazañas futbolísticas y escapadas furtivas de las concentraciones.

Se consideraban buenos conquistadores y ganaron fama de mujeriegos, aunque Marco Cornez desmintió hasta el último un romance que le colgaron con la mujer de moda de los 80: Maripepa Nieto.

Una vez, en Oviedo, durante el Mundial de España, fui su cómplice: la Selección había jugado un partido amistoso contra un equipo amateur local y Luis Santibáñez –astuto como era- quiso despistar a los espías antes del debut contra Austria. Puso a Cornez como centrodelantero, con doble propósito: esconder las habilidades y las paredes de Carlos Caszely y reservar a Mario Obsbén, el arquero titular.

Esa tarde, Cornez hizo tres goles, y lo esperaron al borde de la cancha dos dirigentes del Sporting Gijón para preguntarle si estaría dispuesto a jugar por ellos en la Liga. Antes me habían preguntado qué tal era, y les había dicho que era un buen jugador (sin mencionarles el puesto) y un gran muchacho… Finalmente él rechazo la oferta.

Celebrar goles no era casual para él. Al terminar la carrera había convertido 25, aunque el primer penal que pateó, jugando contra La Serena en 1985, resultó desviado. Con ese registro hubo un momento en que se ubicó cuarto entre los arqueros más goleadores en la historia del fútbol. Hoy, después de la aparición de muchos guardavallas “penalistas”, está décimo.

Otra vez, en Toronto, lo tuve que consolar: había sido causante directo del gol con que Canadá venció a Chile por la Copa Sir Stanley Mathews, en mayo de 1988, y estaba destruido en el camarín. Orlando Aravena, el entrenador, lo miraba desde otro rincón y  movía la cabeza negativamente. Le hizo bien mi consuelo, parece, porque al partido siguiente, contra Grecia, fue buena figura.

Cornez defendiendo la portería de Antofagasta.

Cuando no hubo consuelo fue esa vez que Luca Tudor le hizo siete de los ocho goles con que Universidad Católica ganó 8-3 a Antofagasta en San Carlos de Apoquindo. Se lo recordaron siempre, y él sonreía y replicaba con un dejo de sorna: “Pero no me pudo hacer el octavo”.

En la Selección jugó 22 partidos, con un balance de 10 victorias, cinco empates y 7 derrotas, con promedio de un gol recibido por encuentro. Encima suyo estuvieron todo ese período “El Gato” Osbén y Oscar Wirth, otro que se desempeñaba sin problemas como jugador de campo.

Debutó y se despidió de la Roja con victorias. Comenzó contra Bolivia en 1983, amistoso en La Paz, que terminó 2-1. Y con ese mismo marcador finalizó su carrera como seleccionado con otro amistoso contra Canadá doce años después.

Dejó otros legados para el fútbol: es el padre biológico de Nicolás Córdova, destacado ex futbolista y actual director técnico del club Al-Rayyan, en Qatar. Y, además, fue el mentor de Christiane Endler para que fuera arquera, cuando ella llegó a probarse como delantera.

Se le echará de menos. Por donde pasó (Palestino, Linares, Magallanes, Universidad Católica, Antofagasta, Regional Atacama, Everton y Coquimbo Unido) dejó la estela de su bonhomía y su calidad.