La Roja: en el umbral del fracaso, se requiere de una cirugía mayor

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 27 de marzo de 2022 - 7:33 pm

El fútbol chileno seguirá marcando el paso mientras sigan existiendo las Sociedades Anónimas Deportivas, dirigidas mayoritariamente por gente que de fútbol no sabe nada, pero que copan los cargos de la Federación y la ANFP. Hace años que no estamos produciendo jugadores de real nivel internacional, y todo indica que la suerte de los cuadros nacionales en la Copa Libertadores y Sudamericana no superará la mediocridad a la que nos hemos ido peligrosamente acostumbrando.

Por EDUARDO BRUNA

En el más que seguro fracaso de la Roja, rumbo a Qatar, hay que buscar, por cierto,
responsabilidades compartidas. Por parte de los dirigentes, que previo al proceso pusieron los ojos en Reinaldo Rueda, un director técnico que seguramente sabe de esto y bastante, pero que demostró tener sangre de horchata cuando las cosas, hasta para un neófito absoluto en el tema, no estaban funcionando. Por formación, carácter y temperamento, el jugador chileno necesita sentirse valorado y hasta querido, pero también requiere de mano dura cuando la situación lo amerita.

La llegada de Martín Lasarte, tras la partida del colombiano-hondureño, no mejoró mucho las
cosas, al punto que hoy, a falta del encuentro frente a Uruguay, en San Carlos, sólo seguimos aferrados a un milagro altamente improbable. Un ”milagro” sospechosamente validado por los comentaristas-publicistas que abundan en nuestro fútbol.

¿Es simple casualidad que las grandes innovaciones del fútbol chileno, desde el punto de vista táctico, fueran encabezadas siempre por técnicos extranjeros que estaban en las antípodas de entrenadores chileno que se preocupaban hasta de ver que a sus “niños” no se les destaparan ni los pies cuando dormían concentrados? Francisco Platko impuso el “half policía” en el Colo Colo campeón invicto de 1941, Mirko Jozic hizo jugar al “Cacique” con un “líbero”, dos “stoppers” y laterales volantes con un ida y vuelta constante, y al parecer eso, que era “pasado de moda” para los técnicos nacionales, que consideraban poco menos que un atentado la marcación al hombre de los dos en punta del cuadro rival, tan errada no estaba. Con ese sistema, Colo Colo ganó por primera y única vez una Copa Libertadores que en 1973 le habían a todas luces escamoteado.

Así hasta llegar a Marcelo Bielsa, que efectivamente, con la Roja nunca ganó nada, pero que
implantó un sistema de juego que, bajo la premisa que el despliegue tenía que ser de todos, y que la solidaridad era esencial, le demostró al jugador chileno que, jugando de esa forma, se podía enfrentar de igual a igual a cualquiera y en cualquier cancha. Que, natural dentro del fútbol, se podía ganar, empatar o perder, pero visitando seguido la portería rival y tirando al baúl de los recuerdos la “táctica del murciélago” que nos distinguió hasta antes de la llegada del rosarino.


Sampaoli, de similar escuela, mantuvo el sello impreso por Bielsa y, con una extraordinaria
generación de jugadores, más hechos y más maduros, logró lo que jamás en cien años de historia el fútbol nacional había alcanzado: la Copa América. Juan Antonio Pizzi repitió la trascendental conquista en Estados Unidos, con la Copa Centenario, pero lo cierto es que, más allá de aciertos y errores, el argentino-español sólo aprovechó el vuelito de sus predecesores y la vigencia plena de jugadores que, conservando su jerarquía, todavía tenían un corazón vigoroso y piernas capaces de responder plenamente en el fútbol de alta competencia.

Tras la verdadera farra que significó perder la clasificación a Rusia 2018, caímos primero en las manos de Reinaldo Rueda, y de Martín Lasarte, después. Y, más allá de sus muchos errores, y sus contados aciertos, no cabe duda de que tampoco ambos técnicos tuvieron, ni con mucho, un espectro de jugadores suficiente como para mantener la competitividad quet tanto nos había enorgullecido. Mientras aquellos de la denominada “generación dorada” se hacían cada vez más veteranos, nos veíamos enfrentados a una realidad indesmentible, pero que se agudizó dramáticamente luego de la instauración, en nuestro fútbol, del nefasto y corrupto sistema de Sociedades Anónimas Deportivas.


Para decirlo pronto, el fútbol chileno jamás produjo jugadores de nivel internacional en una
cantidad semejante a la que otros países acceden, como Argentina, Uruguay, Paraguay y ni hablar de Brasil, pero, aunque raleados, surgían siempre en un número necesario como para conformar una Roja al menos competitiva, por más que, si mirábamos a la banca, el panorama no fuera para nada muy prometedor. Y aunque a muchos pueda parecerle una aberración lo que voy a afirmar, para mí, hombre por hombre, la Roja que clasificó al Mundial de 1974, en Alemania, tenía más cracks individualmente hablando que aquellas que, ganando la Copa América de 2015 y 2016, entraron para siempre en la historia.

De partida, tuvo a Elías Figueroa y a Alberto Quintano como centrales (a ponerse de pie,
muchachos), un lateral derecho rendidor y confiable, como Rolando García, y un lateral izquierdo que, como el “Chino” Arias, está considerado el mejor en su puesto de todos los tiempos. Guillermo “Loco” Páez era todo un caudillo, que no le iba en zaga a Marcelo Díaz, y queda para la polémica si Carlos Reinoso, el mejor jugador extranjero que ha pasado por el fútbol mexicano, podía ser menos que Aránguiz o el mismísimo Arturo Vidal. Y en el ataque, ni hablar: ya se hubieran querido Bielsa, Sampaoli o Pizzi, una dupla de ataque como la que conformaban el ”Negro” Ahumada y el “Chino” Caszely, que contaban con el apoyo por las bandas de Rogelio Farías, Jorge Socías y, sobre todo, el “Pollo” Véliz. Punteros que, a su habilidad en el mano a mano, sumaban una velocidad que se transformaba en un problema no menor para cualquiera que tuviera que marcarlos.

Y conste que ese equipo tenía piezas que no desentonaban, como Alfonso Lara y Juan Rodríguez, un jugador de tanta calidad y jerarquía que rendía con la misma eficiencia como zaguero central que como volante defensivo. ¿Francisco “Chamaco” Valdés? Extraordinario jugador, sin lugar a dudas, pero de fútbol inconsistente para lo que son los Mundiales.

En suma, y línea por línea, aquella Roja de 1974 sólo perdía con la Roja bicampeona de América en el arco, porque sin duda que Claudio Bravo fue siempre más que Leopoldo Vallejos, titular en aquella cita alemana. Pero si ese equipo ni siquiera pasó la fase de grupos fue porque jugamos a lo que siempre hicimos: a cuidar que no nos marcaran un gol antes que salir a buscarlo nosotros.

Bielsa, por aquellos años, ni siquiera debutaba profesionalmente como jugador en su amado Newell´s Old Boys. El miedo, y el “arratonamiento”, hicieron que ese en teoría extraordinario
equipo, regresara a casa sin pena ni gloria.

Con excepción de Paulo Díaz, Erick Pulgar y Joaquín Montecinos, ninguno de aquellos a los que tanto Rueda como Lasarte debieron echar mano, cumple con los estándares de jugador para una Roja que, reconozcámoslo, también dejó la vara alta. Pero como es así que debe ser, no nos queda otra que apuntar a los clubes por esta carencia dramática de futbolistas de real nivel internacional.

Y es que, pasando de Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro, a Sociedades Anónimas Deportivas, dejaron casi por completo de preocuparse del fomento de sus series menores. Porque para ellos es más cómodo, y sobre todo más barato, contratar extranjeros de tercera o de cuarta categoría antes que invertir en cientos de chicos de los cuales uno, o con suerte dos, llegarán a jugar en Primera.

Hay excepciones, por cierto. Lo vienen demostrando Universidad Católica y Colo Colo, bien
nutridos de jugadores surgidos de sus canteras, pero la inmensa mayoría opta por lo fácil y lo económico. Ni hablar de captar, en provincias o en los baldíos, jugadores capaces pero que nunca llegarán a un club a probarse, cuestión que en Chile es imprescindible hacer, porque los cracks no aparecen debajo de las piedras. Eso es plata, y cuando se habla de dinero hay que pensar primero en los que invierten y después en los accionistas.

Por eso, esa decisión de tener que formar obligatoriamente elementos Sub 21 en cada partido, para cumplir a fin de torneo con una determinada norma de minutos, se antoja todo un absurdo.

Los cracks no se consiguen por decreto. Las grandes figuras del fútbol chileno a través de su
historia jamás necesitaron de una regla absolutamente voluntarista para imponerse. Llegaron a Primera simplemente porque eran buenos, y no hubo veterano ni extranjero que pudiera
taponarlos.

Tanta es la escasez de jugadores de real nivel en nuestro fútbol, que tuvimos que mirar hacia
Inglaterra para descubrir que había un gringo, hijo de chilena, que nos podía dar una mano. Ben Brereton, a pesar de estar acostumbrado a un fútbol absolutamente distinto al nuestro, puso todo de su parte y no cabe duda de que lo suyo es de lo poco rescatable que dejan estas clasificatorias rumbo a Qatar 2022. A punto de cumplir recién 23 años, Brereton aparece como uno de los pocos que sobrevivirá a este mal proceso.

Sin duda que, cuando se habla de la cabeza de un equipo, se piensa de inmediato en el
entrenador, en el director técnico. Y si bien Rueda y Lasarte llevarán el estandarte de este fracaso, sus respectivos jefes también deben salir a la palestra. Nos referimos a Pablo Milad y al Director Deportivo, Francis Cagigao. Es cierto que el colombiano-hondureño llegó con Arturo Salah al timón de la Federación, pero a poco andar se vio que no era el técnico capaz de sacarle el mayor provecho al escaso material humano de que disponía, y Milad tardó bastante en dars cuenta.

Para contratar a Lasarte se consideró seguramente su conocimiento del medio y una inversión adecuada para momentos de “vacas flacas”, pero está claro que, como sea que él no juega, y que quienes deciden son en último término los jugadores, el poncho a “Machete” le quedó al menos “crecedorcito”. Cometió errores de bulto, como mantener en cancha jugadores que pedían a gritos el cambio (primero sucedió con Alexis Sánchez y luego con Claudio Bravo), y empecinamientos incomprensibles, como convocar una y otra vez a Iván Morales, en detrimento de un Diego Valencia que claramente es más jugador que el ex atacante albo. ¿Será que el delantero “cruzado” no está bajo la égida del todopoderoso representante de jugadores Fernando Felicevich?

Si así fuera, se vería bastante feo…