La otra mirada del Chile Open
Más allá de todos los cuestionamientos, es gratificante que este tradicional torneo tenístico nacional haya podido llevarse a cabo, dada la situación de pandemia que se vive en el país y en el mundo. Garín tiene la gran posibilidad de ganarlo.
Por RODRIGO SANCHEZ
«Ganar o perder, me da lo mismo», señaló Benoît Paire, número 29° ATP, posterior a su eliminación del ATP 250 que se está llevando a cabo en nuestro país, haciendo una triste analogía (desde lo motivacional), respecto a la situación que se vive en el circuito: «Se volvió triste, aburrido y ridículo. Lo sé, me van a decir, no te das cuenta de la suerte que tienes, bla bla bla’, pero jugar en estadios vacíos sin ningún ambiente… No es por eso que juego al tenis».
Sin embargo, el tenista francés. que realizó una triste gira por Sudamérica, olvida que se cumple en pocos días un año difícil, con diversas modificaciones en el calendario, suspensión de torneos, deserción de jugadores en cuadros de distintas categorías, medidas sanitarias extremas e invasivas que han ido en desmedro de lo organizativo. Además, ha habido un “congelamiento” del ranking y, por cierto, el manto de dudas que envuelve el día a día. Paire olvida la implicancia y lo que envuelve la realización de un evento deportivo.
Lo que también olvida el controversial jugador francés es que el Chile Dove Men+Care Open, es una iniciativa que cuenta con un largo camino (se lleva a cabo la organización de torneos desde 1976, con interrupciones en los períodos 1984-1992 y 2015-2019).
Actualmente, forma parte del ATP Tour 250, y desde la cronología se ha llevado a cabo en las ciudades de Santiago (1976-1981, 1993-2000, 2010-2011 y 2020), periodos en que fue conocido como Torneo de Santiago, y Viña del Mar (1981-1983, 2001-2009 y 2012-2014), cuando fue conocido como ATP de Viña del Mar.
Por otro lado, nuestro torneo ha sido considerado de los principales que se disputan en Latinoamérica, dentro de la gira Latinoamericana de arcilla, por lo cual, en la antesala del mismo, nos encontrábamos ante uno de los pocos eventos que han logrado sobrevivir al Covid – 19.
Ahora bien, vale la pena preguntarse: ¿Qué sucedió al inicio del mismo, que llevó a algunas objeciones desde lo organizativo?
Lamentablemente, y considerando lo antes descrito, el primer golpe para quienes llevaron a cabo el torneo, fue la baja de algunas figuras anunciadas como atracciones del evento: Fabio Fognini, Miomir Kecmanovic y los dos finalistas del 2020, Ruud y Seyboth Wild. Por distintos factores no pudieron participar del mismo, lo cual terminó siendo el primer golpe para la segunda edición del Chile Open.
Segundo, el anuncio de los wild card provocó ciertos reparos desde quienes, en un enfoque nacionalista, apelaban a una designación local. En ese contexto, que apareciera el nombre del argentino Juan Manuel Cerundolo (19 años y figura promisoria del tenis argentino), ganador del ATP de Córdoba, fue parte de un acuerdo entre el torneo chileno y precisamente el Córdoba Open, quien invitó como moneda de cambio a Nicolás Jarry, quien se quedó con la segunda plaza.
El punto de discordia provino desde el tercer y último cupo otorgado a Gonzalo Lama (654°), quien en su intento de retorno a la élite del tenis este año ganó un M15 en Egipto. Específicamente, se especuló (o se esperaba) que esa invitación recayera en Alejandro Tabilo (165°) o Tomás Barrios (259°).
Desde la organización, Catalina Fillol, como directora del torneo, señaló que, «la decisión de los wild card pasan por dos factores: primero, el espectáculo; el segundo, apoyar a los tenistas nacionales. El wild card a Cerundolo fue dado por Óctagon (ellos decidieron invitarlo), el WC a Lama fue porque el 2020 se invitó a Barrios y Tabilo, y este año se optó por dar posibilidades a otros tenistas. Tanto Barrios como Tabilo saben que tienen nuestro apoyo para futuras ediciones».
El argumento se objeta desde tres conceptos: primero, el de espectáculo entre un jugador que está fuera de los 500 del circuito y otro que tiene proyección de top 100; por otro lado, el deporte de alto rendimiento es presente y no compensación por invitaciones entregadas en años anteriores y, finalmente, el aporte desde el crecimiento y el favorecimiento u oportunidad de la puntuación desde la qualy para Lama vs Tabilo.
En ese marco regulatorio, la promoción del tenis y el privilegiar las oportunidades de los tenistas nacionales se ve claramente en tela de juicio. Los otros dos cupos restantes para la clasificación (también otorgados por Octagon, empresa dueña del torneo), fueron de dulce y agraz, teniendo en consideración el buen pasar del danés Holger Rune (406°) en nuestro país y al argentino Nicolás Kicker (sin ranking), que busca reinsertarse tras cumplir una sanción de dos años y ocho meses por arreglo de partidos.
A esto se suma la programación en partido estelar precisamente de los dos wild card (Lama y Cerundolo) en primera ronda, coincidentemente en desmedro de Tabilo, lo cual provocó un debate enfocado en las justicias e injusticias hacia un jugador de mejor ranking en ese momento.
Esta situación acrecentó la figura de «Jano» en el clásico chileno ante Garín, que se llevó a cabo en octavos de final (independiente del resultado en favor del 22° ATP), el cual puso fin a una racha de más de 11 años sin enfrentamientos entre tenistas nacionales a nivel ATP.
La última vez que dos chilenos se midieron en un certamen ATP fue en Santiago 2010, dos años antes de que la tradicional competencia se trasladara nuevamente a Viña del Mar. En la primera ronda del 250, Paul Capdeville (143° en ese entonces) derrotó por 4-6, 6-2 y 6-1 a Cristóbal Saavedra (395°). En torneos grandes, el último match entre nacionales fue en el US Open de 2009, instancia en que Fernando González, 11 del mundo en aquel momento, batió por un triple 6-3 a Nicolás Massú (89°).
El campeonato está por finalizar y, pese a lo antes mencionado, Cristian Garín tiene la oportunidad única de quedarse con el torneo (enfrenta este sábado por semifinales al colombiano Daniel Galán 121° ATP), situación que podría dejar en el olvido aquellas situaciones incómodas (incluso el uso de un luminoso publicitario que incomodó a Nicolás Jarry durante el desarrollo de un partido) y quede en el pasado un ATP de Santiago que, sin público (y también la cuestionada inserción de público virtual en pantallas), y pese a la pandemia, logró realizarse.