Las “Rojitas” que supieron hacerse adultas
Ahora que se habla de la actual Roja Sub 20 como la generación de recambio del fútbol chileno, vale la pena recordar a otros integrantes de selecciones nacionales juveniles que en su momento despertaron igual esperanza y que tuvieron el mérito de consagrarse en la Roja de todos.
Aunque suene raro, fue una selección inicialmente perdedora la más prolífica para el balompié nacional. Lo que demuestra que con el futbolista chileno más vale esperar a su maduración para concluir de qué madera está hecho.
Se trató de la Sub 20 eliminada en primera ronda en el Sudamericano de 2003, disputado en Uruguay. El equipo de César Vaccia prometía mucho, pero decepcionó en toda la línea, al perder tres de sus cuatro partidos y ganar solamente a la modesta Venezuela.
Penúltimo en su grupo y de vuelta para la casa. Decepción total que con el correr de los años se convertiría en un resurgimiento glorioso para Claudio Bravo, Jorge Valdivia, Mark González, Miguel Pinto, Marco Estrada y Gonzalo Fierro, todos mundialistas de la mano de Marcelo Bielsa en Sudáfrica 2010. Fue un aporte generacional que siguió creciendo. Porque José Rojas y Mauricio Pinilla se sumaron a la nómina mundialista en Brasil 2014.
Y aunque no llegaron a ese nivel, en su momento fueron aportes para la Roja adulta Luis Jiménez, Luis Pedro Figueroa, Miguel Aceval y Eduardo Rubio. Demás está decir que Bravo, Valdivia, Fierro y Aceval sirvieron de soporte también de uno de los mejores equipos de clubes del fútbol chileno: Colo Colo 2006, guiado por el “Bichi” Borghi.
También hicieron historia algunos de los que jugaron el Mundial Sub 20 de Argentina 2001. Del equipo de los “faroles rojos” de Héctor Pinto terminaron vigorizando a la selección mayor jugadores como Humberto Suazo, Rodrigo Millar, Ismael Fuentes y Johnny Herrera, los tres primeros en Sudáfrica 2010 y el cuarto en Brasil 2014. Un par de tan talentoso como ellos fueron Hugo Droguett y Jaime Valdés, con méritos de sobra para haber estado en alguno de esos mundiales.
Con menos nombres, pero igual excelencia, es bueno no olvidar a la juvenil mundialista de 1987, dirigida por Luis Ibarra. Javier Margas, Fabián Estay y Luis Musrri fueron hombres clave en el Mundial de Francia ’98. No llegó a esa cita, pero tuvieron carreras de excelencia los goleadores Pedro “Heidi” González y Luka Tudor.
En el plantel de Nelson Acosta también había aportes colectivos de otras “Rojitas”. Como la de 1992, que incluía a Marcelo Salas, Francisco Rojas y Clarence Acuña. Un cuarto miembro de ese equipo, Ricardo Rojas, también se hizo habitual en la Roja adulta, pero no le dio para ser titular, aunque sí destacó en la Universidad de Chile bicampeona 1999-2000 y en el América de México.
Pródiga en talento, escasa en resultados y errática en su aporte a la selección adulta fue la Rojita que brilló en el Sudamericano de 1999, pero que perdió increí- blemente la clasificación tras haber derrotado a Brasil en el inicio de la fase final. Milovan Mirosevic, Claudio Maldonado, Nicolás Córdova, Cristián Álvarez y David Pizarro llevaron en pocos días a la afición de la gloria al abismo.
Y pese a sus méritos y excelente trayectorias individuales, no cuajaron colectivamente a nivel adulto lo que prometieron de juveniles. Eso sí, salvo Córdova, el resto fue un buen aporte para la medalla de bronce lograda por Chile en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Y si Pizarro no jugó los dos últimos mundiales adultos se debió, en gran parte, a su decisión de restarse de la selección durante casi 13 años.
La selección olímpica se nutrió también de otro grupo fracasado en juveniles. El de los eliminados como locales en el Sudamericano de 1997. Aquel contingente tomado a última hora por Guillermo Yávar luego de que Fernando Carvallo se fuera repentinamente a San Carlos de Apoquindo sumó a David Henríquez, Pablo Contreras, Francisco Arrué, Manuel Neira y Rafael Olarra, quienes también lucieron en Sydney.
Finalmente, el grupo juvenil que más rédito dio a nivel adulto. En este caso no puede hablarse de una sola generación, sino que de dos. Y no puede recordársele con un nombre propio sino como los “hijos” de José Sulantay, el mentor de dos camadas excepcionales que jugaron los mundiales juveniles en 2005 y 2007.
En la primera destacaron Matías Fernández, Gonzalo Jara y José Pedro Fuenzalida. No les fue bien en el Mundial de Holanda, pero dos años después ya eran parte del grupo reclutado por Marcelo Bielsa que viró al fútbol nacional. Un cuarto miembro de ese grupo, Marcelo Díaz, maduró más tarde, no alcanzó a jugar en Sudáfrica 2010, pero desde Brasil 2014 es inamovible en la selección. Carlos Villanueva, Pedro Morales y Fernando Meneses alternaron después en la Roja adulta, pero nunca consiguieron un lugar definitivo.
En el segundo lote están tres de los mejores jugadores chilenos de la historia: Arturo Vidal, Alexis Sánchez y Gary Medel, muy bien secundados por Mauricio Isla, Carlos Carmona y Christopher Toselli. Es tan vívido lo que han entregado y siguen entregando que está demás abundar en ellos en este artículo.
“Ahí quedó Brasil”, lanzó Vidal en el verano de 2007 luego de convertir de penal el empate ante la Verdeamarelha en el grupo clasificatorio rumbo a Canadá. El de San Joaquín pateó desde los 12 pasos en los descuentos y nada lo hizo titubear.
Fue el presagio de una era impensada para el fútbol chileno. Es de esperar que este nuevo grupo que se bate en las alturas ecuatorianas sea digno heredero de sus brillantes antecesores.